por Alberto Iniesta (@Radiorock70)
del blog Discos
Dicen que los conciertos alargan la vida. Algo tendrán estos chavales cuando la fiebre no es motivo suficiente para impedirme disfrutar de su directo, una vez más. Concierto a concierto, canción a canción, lo suyo es adoptar el partido a partido a la música, y el resultado es notable. En apenas dos años, la diferencia entre aquellos conciertos en la siempre querida Maravillas y lo que nos han ofrecido ayer en la Costello (cerrando tarde, pero…) es significativa. El discazo que hay entre medias, No Hard Feelings (en pocos días disponible en vinilo, ¡oh, yes!), tiene buena parte de culpa para que los Tangerine Flavour suenen cada vez mejor. Teniendo en cuenta que la justicia en el mundo de la música acostumbra a bailar más veces con la utopía que con la realidad, siempre se agradecen propuestas donde todo el peso de lo importante recaiga exclusivamente sobre las canciones. Nadando en ese delicioso cóctel de grandes nombres propios como Gram Parsons, Marshall Tucker Band, Eric Clapton, Emmylou Harris o Eagles, se sienten como en casa, lo gozan y nos hacen gozar a los que vamos a sus conciertos.
Comenzaron poniendo el setlist del revés, abriendo con el tema de la Marshall Tucker Band que suele cerrar sus conciertos, y Fernando ya amagó con irse haciendo gala de su facilidad para el buen humor, además de la que tiene para el bajo. Enseguida quedó claro lo que comentaba previamente de la diferencia en el directo: un sonido brillante, una banda compenetrada sin llegar a la siempre irritante perfección típica de los discos de estudio retocados hasta la saciedad, y, sobre todo, canciones con mayúsculas. Como un Following the Path Of The Sun donde Miguel Polonio empezó a demostrar con una facilidad sangrante el gran arreglista que es, añadiendo los matices precisos para hacer crecer la canción un poquito más. Red River sonó gloriosa, demostrando una de las mayores virtudes del grupo: esas armonías vocales de las que muy pocos grupos pueden presumir, porque no abundan las bandas con tres frontmen en sus filas. Solo de pensar en lo que puede crecer esa canción con unas teclas los dientes se ponen largos y la temperatura del corazón aumenta. Nueva demostración de poderío de voces en la canción alegre del disco, Argentinian Accent, con una sección rítmica que hizo las delicias de los dioses. No se comenta lo suficiente la enorme habilidad de Juli el Lento a la batería, tocando con la potencia requerida en los momentos justos y con la precisión exacta en todo momento. Aroma de canción para la eternidad en Time Is Runnin’ Over, nuevamente con unas voces por parte de los tres a la altura de las circunstancias, lo que define con rotundidad la clase del tema del que estamos hablando: una auténtica bestialidad, de los que son amigos de erizar la piel. Ballerina fue probablemente la que más echó en falta un teclado como la maravilla que suena en el disco, pero con todo y con la dosis de moñismo y savoir-faire que le echó Pablo bordándolo a la voz principal, la canción venció y convenció.
Del EP solamente cayó Hey Dylan, tema enorme de por sí que a medida que suena en directo va creciendo cada vez más, jugando con ese punto de ironía del que a veces tiran los Tangerine (ese let it be en una canción que saluda a Robert Zimmerman es un puntazo). Para concluir, el Can’t You See de la Marshall Tucker Band, canción inmortal que derivó en un delirio colectivo en forma de Hey Jude para terminar con un público entregado cantando el estribillo de la legendaria canción de los Fab Four a pleno pulmón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario