por Rockología (@RockologiaTwit)
Podéis hacer la prueba. Si por un momento ponemos nuestras orejas en 1970 y escuchamos por primera vez Speed king, el tema que abre el álbum, descubriríamos algo nuevo, duro, alejado del estándar acústico, emparentado con los primerísimos Led Zeppelin o el Jimmy Hendrix más aguerrido. Este álbum significó una ruptura, un nuevo comienzo para una banda que andaba buscando el éxito y que no acababa de arrancar.
Tras tres álbumes Ritchie Blackmore (guitarra), Jon Lord (Hammond y lo que lleve teclas) y Ian Paice (batera) deciden fichar un nuevo cantante, un tal Ian Gillan, y un nuevo bajista, Roger Glover. Con esta formación, el llamado Mark II, graban dos singles antes de entrar de lleno con In rock: Hallelujah y Black night. Animados por el éxito, In rock sale a la palestra en junio de 1970 y permitió a la banda girar por Europa, Japón y Estados Unidos durante un año entero.
Abre el álbum Speed king con un ritmo endiablado, Gillan cantando como un demonio y la guitarra de Blackmore machacando al paso fiero del combo rítimico. Una letra tremenda y el doble solo de guitarra y Hammond simplemente inolvidable. Esta es una manera devastadora de comenzar un álbum.
Bloodsucker es una de las joyas ocultas, un tema poco conocido y poco usado en los directos de la banda. Gillan comienza a mostrar sus agudos y es Blackmore quien se lleva el gato al agua con un riff repetitivo que por momentos recuerda lo que años después harían en Machine Head. Destaca la parte instrumental, con un solo de Lord corto pero preciosista, y los cambios rítmicos apoyando el gustazo de trabajo de Blackmore.
La antigua cara A del vinilo se cerraba con una de las imprescindibles, señoras y señores, Child in Time. No hay palabras para describir esta epopeya de más de diez minutos que evoluciona como un animal metamórfico. Hay que disfrutarla de pie y sin parar de sonreír.
Flight of the rat abría la cara B, temazo hard rock basado en un riff de Blackmore sensacional y esa pareja Glover-Paice haciendo de las suyas. Tema rápido y directo. Contiene uno de mis solos favoritos del álbum.
El siguiente Into the fire me trae el recuerdo de Hendrix y su Experience tamizado por la voz de Gillan y las teclas de Lord. El tema más corto del álbum, conciso y de ritmo cadencioso.
Un poco de tranquilidad, aunque no mucha, con una melodía un poco envenenada, la de Living wreck. Me gusta especialmente el trabajo de Glover y de Gillan, sobrio, efectivo. Estribillo delicioso coronado por Lord y Blackmore, como en todo el álbum, perfectos.
Y cerramos con Hard Lovin’ man. Con sus siete minutos es un muestrario completo de las habilidades Purple. Todos se comprometen con la canción y encuentran su hueco al lucimiento. Cambios de ritmo, solos y un frenesí eléctrico como final maravilloso.
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