por Rockología (@RockologiaTwit)
No sé si estáis conmigo, pero en mi opinión cuando a uno le marca un álbum, una canción, le deja una huella para siempre. Cuando uno descubre que ese disco adorado también forma parte de la banda sonora de otros, comienza a espabilarse el ánimo. Pero cuando uno disfruta en compañía de cientos de personas la catarsis de un concierto en directo escuchando esas canciones se forma una verdadera comunión con la música. Y eso, más o menos, es lo que me ha pasado estas últimas semanas con Quireboys y A bit of what you fancy.
La banda llevaba dando vueltas por Londres cuatro o cinco años cuando publicaron el single 7 o’clock. La mismísima Sharon Osbourne se fijó en ellos y se encargó de que ficharan por EMI y fueran a grabar a los estudios Cherokee en Los Ángeles con George Tutko y Jim Cregan como productores y el mismísimo Ron Nevison como productor ejecutivo y mago de las mezclas.
La banda la capitaneaban Spike a la voz y Guy Bailey a la guitarra, principales compositores, junto al increíble Chris Johnstone a las teclas, Guy Griffin como segundo guitarrista y Nigel Mogg al bajo. Para la ocasión, contrataron a Ian Wallace (King Crimson, Bob Dylan) a la batería.
Este equipo consiguió algunos temas memorables en un álbum que se salía de la tónica sonora de 1990, donde los estertores del hard rock glam, los imitadores de Guns n’Roses y la generación del thrash aún copaban las listas de ventas del mainstreem roquero. Quireboys sonaban a güisqui añejo, a cigarro, a noche de sudor, a fiesta oscura en un garito de madera.
Whippin’ boy tiene una cadencia de viejo blues, con la guitarra acústica y el piano marcando el paso y Spike rompiendo con su miel áspera los altavoces. Una construcción similar, en clave roquera, la encontramos en There she goes again, perfecto para el directo.
Sex party nos enseña desde el primer acorde de guitarra todo lo que necesitamos saber: una increíble canción de fiesta, para gritar y dar botes; excelente solo de Bailey. El otro single estrella fue Hey you, donde se reúne lo mejor de los anteriores: un ritmo bailable, un riff adictivo, el piano dando forma a un fondo sonoro simple pero efectivo y una letra sencilla: todo un single rock.
También hay hueco para baladas y canciones de amor. I don’t love you anymore puede presentarse como un ejemplo perfecto de canción de desamor y corazones rotos. Melodía, arreglos de cuerda, buena letra y un crescendo adictivo. Excelente tema. Como no lo es menos Roses&rings: engaña el inicio tan suave y melódico, con el piano de fondo, para luego aumentar el ritmo, llenarla de adornos y crear otro adorable lovesong. Y en este grupo, una de mis favoritas, Sweet Mary Ann, por el piano de Chris y la perfecta construcción: simple pero efectiva.
Y si no has tenido bastante, pincha Man on the loose o Misled y termina de alucinar con un perfecto disco de rock’n’roll a la antigua usanza. No en vano, aún hoy sigo defendiendo que Rod Stewart es un buen imitador de Spike.
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