ZEPPELIN ROCK: Las mejores películas de 1958 - Lo mejor del cine de ese año

domingo, 7 de octubre de 2018

Las mejores películas de 1958 - Lo mejor del cine de ese año

Vértigo (De entre los muertos)


por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC



Se nos está acabando del Cine Clásico (pongo el límite en 1959, considerando la década de los 60 como de transición hacia el cine moderno), y ya se empiezan a intuir nuevos movimientos que se desarrollarían en los siguientes años, así como variantes en los géneros clásicos (Cine Negro, western…). Lo que no cambia es la ingente cantidad de obras maestras y clásicos que seguían estrenándose. Me quedo perplejo con los títulos.

Sed de mal.


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Las mejores películas de 1958
(lo mejor del cine de tal año)



ASCENSOR PARA EL CADALSO, de Louis Malle. 

Uno de los mejores títulos de Malle, un magistral thriller con Jeanne Moreau como presencia estelar. Una película para grandes cinéfilos. No puede faltar en tu colección.


ASESINATO POR CONTRATO, de Irving Lerner. 

Un poco conocido Noir con asesino a sueldo como protagonista. Es una especie de antecedente de “El silencio de un hombre” (1967) de Melville.


BUENOS DÍAS, TRISTEZA, de Otto Preminger. 

Drama soleado y vacacional con un excelente reparto en el que Preminger reflexiona, adaptando la novela de Sagan, sobre algunas de sus obsesiones y la ambigüedad de las relaciones. Un buen título, aunque menos aplaudido que otros del maestro.




CENIZAS Y DIAMANTES, de Andrzej Wajda. 

Cierre a la llamada “trilogía de la guerra” de Wajda, y la mejor considerada de las tres. Lealtades volubles y veleidosas, ideales cambiantes que pierden sentido, la esencia en el individuo y sus sentimientos. Una obra muy interesante e intensa.


CHICAGO, AÑOS 30, de Nicholas Ray. 

Un gran mezcla de drama y Noir de Ray, que destaca además por su romanticismo. El género tenía una madurez extraordinaria en los 50, con esa capacidad para ir matizando propuestas desde los pilares clásicos.


COMO UN TORRENTE, de Vincente Minnelli. 

Uno de los grandes melodramas del director. Seres descorazonados y bellos, dignos y conmovedores. Es una gran maravilla con un trío protagonista (Sinatra, Martin y MacLaine) en estado de gracia.




CONTRABANDO, de Don Siegel. 

Robos, drogas, ladrones y policías, un buen trabajo de Siegel en este género que dominaba como pocos.


DEL INFIERNO A TEXAS, de Henry Hathaway. 

Hathaway era muy bueno, y cuando hacía westerns era casi mejor. Este, no muy conocido, es muy reivindicado por grandes cinéfilos. Eso sí, el director, como acostumbraba, hizo la vida imposible a los miembros del equipo.


DESPUÉS DE LA OSCURIDAD, de Mervyn LeRoy. 

¡Qué grande era LeRoy! Siempre atento a los dramas humanos y sociales, aquí se adentra en la reinserción de una mujer que sale de una clínica de trastornos mentales. Jean Simmons está esplendorosa.


DRÁCULA, de Terence Fisher. 

Uno de los grandes clásicos basados en la mítica figura del eterno vampiro que nos regalara Bram Stoker. La Hammer en todo su esplendor y un Christopher Lee que parecía nacido para el papel.





EL AMERICANO TRANQUILO, de J. L. Mankiewicz. 

Adaptando a Graham Greene, Mankiewicz realiza este drama con toques de thriller de elaborados personajes en contexto bélico. Un triángulo lleno de mentiras, deslealtades, ocultaciones e intereses que tejen una telaraña en la que el director se mueve como pez en el agua.


EL BAILE DE LOS MALDITOS, de Edward Dmytryk. 

Uno de los grandes títulos de Dmytryk. Un bélico que retrata el honor y la fidelidad a unos ideales con profundidad y mirada amplia siguiendo a dos personajes de bandos rivales en la 2ª Guerra Mundial. Marlon Brando y Montgomery Clift están espléndidos.


EL CEBO, de Ladislao Vajda. 

Obra maestra de nuestro cine. Todo es perfecto en la película, el ritmo, los personajes, el tacto y precisión de la dirección, el cuidado y respeto en la forma de enfocar el tema, Vajda no se permite ni un solo lujo efectista (salvo la música en algún momento). Aún provoca escalofríos esta historia sobre un asesino de niños.




EL COMISARIO MAIGRET, de Jean Delannoy. 

El famoso detective creado por George Simenon siguiendo los pasos de un asesino de mujeres. Su meticuloso estilo está bien mostrado en esta entretenida película que cumple con su propósito.


EL ESPÍA DE DOS CABEZAS, de André De Toth. 

Un buen thriller de espionaje de los que tanto proliferaron en las décadas de los 40 y 50 con la 2ª Guerra Mundial y los nazis como protagonistas y también telón de fondo.


EL HOMBRE DEL CARRITO, de Hiroshi Inagaki. 

Una bella y sencilla película que contiene muchísimas cosas desde una sutileza ejemplar. Desde el duro contexto social tenemos una delicada historia de sentimientos no desvelados, actos que contienen universos y relaciones sinceras y auténticas.




EL HOMBRE DEL OESTE, de Anthony Mann. 

Otra joya del oeste de Mann, en esta ocasión con Gary Cooper de protagonista. Otra lección del maestro en una narración pausada y reflexiva, que eleva su categoría a cotas magistrales, como de costumbre.


EL LARGO Y CÁLIDO VERANO, de Martin Ritt. 

Uno de esos clásicos dramas sureños, en esta ocasión adaptando a Faulkner, que tanto triunfaron en los 50. De nuevo con Paul Newman (junto a su mujer, Joanne Woodward, con la que se casó ese mismo año, y Orson Welles) al frente del reparto y el buen trabajo en la dirección de Martin Ritt. Un gran drama.


EL ROSTRO, de Ingmar Bergman. 

El universo de Bergman, con todas sus obsesiones, en un relato repleto de extrañezas, magias y misticismo, de un estética expresionista depurada y acertada que crea la perfecta atmósfera. Un gran trabajo del sueco.





EL SALÓN DE MÚSICA, de Satyajit Ray. 

Hay mucho más Ray tras la “Trilogía de Apu”. Buen ejemplo es esta cinta, un drama sensitivo y evocador, lleno de metáforas y simbolismos, donde se contrasta y testa el paso del tiempo y el declive.


EL ÚLTIMO HURRA, de John Ford. 

Obra maestra del genio Ford donde reflexiona, muestra y analiza los entresijos de la política local. Spencer Tracy está impecable. La profundidad y la poesía se dan la mano con una naturalidad que casi duele. Imprescindible.


EL VIEJO Y EL MAR, de John Sturges. 

Buena película de aventuras adaptando a Hemingway y con un Spencer Tracy que lo abarca todo. Un pequeño clásico.


EL ZURDO, de Arthur Penn. 

Paul Newman como Billy “El Niño” en un western curioso y con un punto de vista bastante fresco en el que era el debut de Penn en la dirección.





EN EL UMBRAL DE LA VIDA, de Ingmar Bergman. 

La maternidad y las mujeres ante ella en un denso tratado por parte de Bergman. Una de esas obras pequeñas que salpicaban la filmografía del sueco, pero siempre interesantes.


ESTACIÓN CENTRAL, de Youssef Chaine. 

Una película egipcia que bien podríamos englobar en la corriente neorrealista. La historia de un vendedor tullido de periódicos que se mueve por los vagones y andenes del tren, enamorado de una vendedora de refrescos…


FLORES DE EQUINOCCIO, de Yasujiro Ozu. 

Entre lo teórico y lo práctico, entre las distintas generaciones… en esos terrenos movedizos se mueve Ozu en esta magnífica obra, y siempre con su mesura, tranquilidad, sosiego y depuración. Siempre excelso el japonés.





FUGITIVOS, de Stanley Kramer. 

Un Kramer muy social que reflexiona sobre el racismo desde la idea de dos presos encadenados que deben escapar juntos. Una buena película con dos grandes estrellas: Tony Curtis y Sidney Poitier.


GIGI, de Vincente Minnelli. 

Exitoso y oscarizado musical (9 consiguió) de gran elegancia que se beneficia de las virtudes estilísticas de Minnelli. Un clásico.


HORIZONTES DE GRANDEZA, de William Wyler. 

Espectacular obra maestra de Wyler, que vuelve a deslumbrar con su precisión técnica y talento desmesurado. Choques amorosos y personajes francamente bien dibujados en conflicto en un antológico western, clásico entre clásicos. Inolvidable Gregory Peck y su tremenda pelea con Charlton Heston.





INDISCRETA, de Stanley Donen. 

Cary Grant e Ingrid Bergman, una pareja que no puede desprender más glamur, belleza y química, en una comedia de Stanley Donen. Es cierto que se podría esperar más de ella, pero sigue siendo un gran título.


IVAN EL TERRIBLE II (LA CONJURA DE LOS BOYARDOS), de Sergei M. Eisenstein. 

Segunda parte de la epopeya narrada por Eisenstein que tuvo su inicio en 1944. Otra ambiciosa propuesta del director ruso que se ha convertido en clásico.





LA BALADA DE NARAYAMA, de Keisuke Kinoshita. 

Aunque quizá el remake de 1983 sea más famoso, esta se hizo antes. Basada en las historias de Shichirô Fukazawa, esta triste y bella reflexión sobre la muerte y su inevitabilidad no deja indiferente.


LA FORTALEZA ESCONDIDA, de Akira Kurosawa. 

Kurosawa y Mifune, un dúo infalible, juntos en esta magna obra de aventuras y samuráis. Una joya brillante y reluciente, una obra soberbia de la que Lucas tomó buena nota para su Space Opera. Indispensable.


LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC, de Richard Brooks. 

Espectacular adaptación la realizada por Richard Brooks al texto de Tennessee Williams. Las actuaciones son sencillamente soberbias, empezando por Paul Newman, que pocas veces ha estado más guapo, y terminando por Elizabeth Taylor, que tres cuartos de lo mismo… Pero el trabajo que hace Brooks, especialmente con los espacios escénicos, es absolutamente magistral. Obra maestra.


LA MOSCA, de Kurt Neumann. 

Cinta de culto y referente indispensable de la Ciencia Ficción de los 50 y de todos los tiempos. Una perturbadora joya que es imposible que deje indiferente a pesar de su escasez de medios y el tiempo transcurrido. El final es tan desolador como terrorífico.





LA ÚLTIMA NOCHE DEL TITANIC, de Roy Ward Baker. 

Versión casi documental sobre la tragedia del Titanic. Aquí no hay tramas alternativas ni desarrolladas que distraigan de lo esencial, el hundimiento. Personajes apenas esbozados, pero un espectáculo espléndido describiendo la catástrofe.


LA VIDA POR DELANTE, de Fernando Fernán Gómez. 

Divertida comedia de Fernando Fernán Gómez, que también la protagoniza. Los avatares para conseguir una vivienda de una pareja recién casada. Una de las primeras películas de Fernán Gómez en la dirección.


LOS AMANTES, de Louis Malle. 

El año del debut en la dirección de Malle no pudo ser más esplendoroso. A la mencionada “Ascensor para el cadalso” sumaba este drama sobre el hastío vital de una mujer burguesa que parece tenerlo todo. Otro excelente film que es un clásico.


LOS AMANTES DE MONTPARNASSE, de Jacques Becker. 

La tortuosa lucha de Modigliani por hacerse un lugar en el mundo de la pintura en el bohemio Paris de los años 20 retratada por Becker, un autor por el que tengo devoción.





LOS HERMANOS KARAMAZOV, de Richard Brooks. 

Una gran recreación del clásico de Dostoievski, respetuosa y lujosa, con el gran Richard Brooks a los mandos. No se escatimaron gastos.


LOS VIKINGOS, de Richard Fleischer. 

Kirk Douglas y Tony Curtis viviendo intrépidas aventuras. No, no es “Espartaco”, es esta joya de Fleischer, un clásico que quizá no ha sido lo suficientemente reivindicado, pero que es extraordinario.


ME ENAMORÉ DE UNA BRUJA, de Richard Quine. 

Simpática comedia con James Stewart y Kim Novak, que tenían colaboración doble este año. Siempre me ha parecido que le falta algo de brío, pero también que es un agradable divertimento.


MESAS SEPARADAS, de Delbert Mann. 

Un reparto extraordinario para una película soberbia dirigida con pulso firme por Delbert Mann. Una cinta que me conmueve sinceramente, en especial su final con David Niven (ganó el Oscar). Denle una oportunidad si no la han visto, merece mucho la pena. Una auténtica joya.





MIRANDO HACIA ATRÁS CON IRA, de Tony Richardson. 

El cine realista británico, el Free Cinema que se desarrollaría en los 60, tiene aquí uno de sus más notables exponentes con este drama protagonizado por Richard Burton.


MI TÍO, de Jacques Tati. 

Otra de las obras maestras del gran Jacques Tati. Nunca será suficiente para reivindicar a este hombre que, por lo que sea, aparece en un segundo plano tras los grandes maestros del humor sin apenas palabras (Chaplin, Keaton…). No se la pierdan.





¡QUIERO VIVIR!, de Robert Wise. 

Antes de “Pena de Muerte” (Tim Robbins, 1995) y otras similares, Wise realizó este potente alegato contra la pena de muerte en la que reluce arrebatadora una Susan Hayward que consiguió el Oscar.


RUFUFÚ, de Mario Monicelli. 

Excepcional comedia que mezcla neorrealismo, comedia típicamente italiana, capacidad para parodiar películas y géneros de prestigio y el humor latino, para realizar una serie de reflexiones sobre la naturaleza humana y su capacidad de supervivencia francamente notables. Tan buena como lo es “Rififí” en el género negro.





SED DE MAL, de Orson Welles. 

Obra maestra absoluta del Cine Negro. Para mucho final del género en su estilo clásico y comienzo del mal llamado NeoNoir. Ya sólo por el legendario plano secuencia inicial vale la pena disfrutar de ella, pero es que todo es sublime, empezando por la dirección siempre barroca y fascinante de Welles, uno de los más grandes genios y directores de la historia de este arte, y terminando por las interpretaciones, ya sean de Charlton Heston, Janeth Leigh o Marlene Dietrich… pero, sobre todo, la del propio Welles.


TÍA Y MAMÁ, de Morton DaCosta. 

Divertida comedia ahora olvidada, pero que obtuvo un gran éxito en su momento. Es ideal para los que busquen títulos interesantes en este género tan difícil. Lo pasarán bien.


TIEMPO DE AMAR, TIEMPO DE MORIR, de Douglas Sirk. 

No suele mencionarse esta cinta cuando se habla del gran Douglas Sirk, de sus melodramas. Quizá por estar ambientada en la 2ª Guerra Mundial, con un soldado como protagonista, quizá… Si no la han visto, búsquenla, porque es una auténtica maravilla.


TORPEDO, de Robert Wise. 

Repite Wise, en esta ocasión con un bélico en la 2ª Guerra Mundial, submarinos y Clark Gable y Burt Lancaster en el reparto.


UNA INVENCIÓN DIABÓLICA, de Karel Zeman. 

Recomendable película checa de Ciencia Ficción que adapta un texto de Julio Verne mezclando animación, stop motion, imagen real… Por su curiosidad y exotismo es más que apetecible.





VERTIGO (DE ENTRE LOS MUERTOS), de Alfred Hitchcock. 

Obra maestra hitchcockiana, uno de sus grandes trabajos, que en ciertas listas ha alcanzado el puesto número 1 de las mejores películas de la historia. Ni siquiera es la que más me gusta del maestro, pero es sencillamente magistral. James Stewart, en un papel mucho más oscuro que de costumbre, vuelve a estar perfecto junto a una arrebatadora Kim Novak. La atmósfera onírica y enrarecida del conjunto es obra del genio.


YO, UN NEGRO, de Jean Rouch. 

Cine de denuncia que retrata la vida de la juventud en las ciudades africanas. Un documento necesario e interesante, que sigue manteniendo su fuerza a pesar de los años con ese aire documental.



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