Plaza e iglesia del Socorro.
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Después de la visita mañanera al Caminito del Rey, dirigimos nuestros pasos (subidos en coche, claro) hacia la localidad, también malagueña, de Ronda (¡patrimonio de la humanidad, ya!). Era, por supuesto, visita prioritaria. Nos alojamos en un apartamento barato que resultó estar de lujo (Casino, calle Molino): limpio, cómodo y céntrico, con una casera muy atenta que nos dirigió en el recorrido por la ciudad, lo lugares que visitar y dónde comer o tapear.
Decidimos, antes de nada (pues era hora), ir a comer. Y pues estábamos cerca, nos encomendamos al Lechuguita, una tasca con las mejores opiniones en Internet. El sitio es pequeño, pero pudimos hacernos un hueco y consumir unas cañas a 0'90€ y unas deliciosas tapas a 0'80€ (callos, serranitos, chorizos... todo estupendo y abundante). Vamos, que por cuatro perras salimos de allí comidos y no dudamos en volver para cenar. Desde allí nos dirigimos (helado en mano) hacia unos bellos jardines que dan a un mirador o balcón (llamado "del Coño") que está junto a un kiosko. Las vistas son preciosas y había un ambiente muy animado. Pasamos junto a la vieja plaza de toros de Ronda (con interior columnado) y el parador nacional.
Plaza de Ronda.
Balcón del coño.
Pero mi pensamiento estaba puesto en el Puente Nuevo, el puente del Tajo, cuya imagen tenía grabada desde la infancia. Era uno de esos sitios que impresionan solo con verlo en foto. Y mereció la pena. La imagen del puente dieciochesco es una de las que me traigo de este viaje. No conforme con verlo desde arriba, me obstiné en bajar (yo solo, claro) hasta su misma base, haciendo distintas paradas para contemplarlo plenamente y hacer fotos para el álbum personal. Algunas de ellas las comparto aquí con vosotros.
Otra cosa fue ya subir. Es de esas cuestas de un paso p'alante y dos p'atrás. Llegué hecho una braga, tengo que reconocerlo. Me senté, al llegar arriba, durante 10 minutos y reanudamos la marcha por Ronda. Nos habían recomendado la bajada a la mina y los baños árabes y hacia allí nos dirigimos. Yo iba ya para el arrastre: el día había sido duro y las patejas las llevaba con el tembleque padre.
Y si alguno os preguntáis por qué Ronda está hermanada con Cuenca,
por aquí tenéis una respuesta.
En directo, apabulla. No es una postal cualquiera; en LA POSTAL.
Pequeña cascada del río Gadalevín tras pasar bajo el puente Nuevo por el desfiladero del Tajo.
Me llamaron la atención (peor no pregunté qué significaba: había decenas de estos pingonotes, amigos)
Los jardines de Cuenca, hermanos.
Al bajar los más de 200 escalones de doble altura de la mina (que luego hubo que subir),
nos encontramos al pie del río Guadalevín, que ofrecía este bello espectáculo. Las patejas ya parecían de otro, como podréis suponer, cuando hubo que escalar de nuevo hasta la superficie. Esa noche dormí bien (y me levanté con agujetas en espinillas y tobillos).
Los baños árabes son de visita obligada.
La preciosidad de los baños árabes incluía una proyección sobre su historia.
Al fondo, la espadaña de la iglesia de Padre Jesús.
Esta es la monumental fuente de los Ocho Caños, del siglo XVIII.
Murallas de ronda y al fondo la iglesia del Espíritu Santo.
Estas dos de arriba me encandilaron especialmente. Se trata de la estatua dedicada a Ana Amaya Molina "Aniya la Gitana", cantaora y guitarrista rondeña.
En la entrada al Lechuguita, donde comimos (y cenamos).
Toda Ronda es preciosa con sus casas blancas y enrejadas.
©Ángel Carrasco Sotos
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