ZEPPELIN ROCK: El Torcal, la Peña de los Enamorados y visita general por Antequera (junio, 2018): Imágenes y comentarios

miércoles, 27 de junio de 2018

El Torcal, la Peña de los Enamorados y visita general por Antequera (junio, 2018): Imágenes y comentarios

Alcazaba de Antequera (al fondo, la Peña de los Enamorados).


Una vez visitamos Acinipo y Setenil de las Bodegas, llegamos hasta el hotel (Los Dólmenes, ya fuera de la ciudad) y en él nos instalamos. La habitación nos gustó pues teníamos frente a nuestra ventana la Peña de los Enamorados, que posee un magnetismo inusual. Como sabéis, desde la perspectiva antequerana al menos, asemeja la cara de un señor tumbado. Detrás de esta peña existe una leyenda. He aquí la versión que nos dejan en la página de turismo Antequera:

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La Peña de los Enamorados toma su nombre de una leyenda que, inspirada en la Edad Media, se dio a conocer especialmente por las historias del Siglo de Oro. Cuenta la leyenda que un cristiano que estaba cautivo en Granada, Tello, se enamoró de una mora bellísima de Archidona, Tagzona, llegando a tal punto su amor que decidieron escapar hacia las tierras cristianas de Antequera. En su huida, fueron descubiertos por el padre de la joven quien mandó a sus saeteros para que los detuviesen. Treparon los amantes por la Peña que hay a medio camino entre Archidona y Antequera y, viendo que iban a ser atrapados, decidieron que preferían morir unidos a vivir separados, y abrazándose, se lanzaron al vacío desde lo alto de aquella peña, que, desde entonces, recibió ese nombre. “De la tajada peña se arrojaron y en el aire las almas dejaron” (Carvajal y Robles).


La peña de los Enamorados desde nuestro hotel (a tiro de piedra).




El Torcal

El Torcal de Antequera es una visita obligada para todo aquel que recale en esta ciudad malagueña. Este paraje natural único propició que Antequera fuera considerada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. En fin, el caso es que nos acercamos pues, además, está muy cerca de la ciudad y todo el camino está asfaltado hasta llegar allí.

Aunque algo monótono, El Torcal presenta una hermosa singularidad. Existen rutas de pago que hay que contratar, como esa de los amonites, con la que nos quedamos un poco con las ganas, pero hay que emplear un tiempo extenso que no teníamos programado. No obstante, la visita por determinados recorridos más o menos largos es gratuita y uno disfrutará ese caminar placentero entre peñas extrañas, con escenarios de película que os colmará de entusiasmo el ánima. Para más información, aquí.

He aquí algunas instantáneas de las decenas que se escaparon casi sin querer de mi Nikon.



























El tornillo.


Mirador de Diego Monea.




Visita a Antequera (1ª jornada: paseo general)

Como la visita a los dólmenes (por estar cerrados por la tarde), la dejamos para el día siguiente, tras visitar el Torcal, decidimos visitar el casco histórico en un paseíto que comenzamos desde la zona alta: fue una visita exterior para localizar algunos puntos de interés a los que acercarnos al día siguiente, como así hicimos. Nuestra atención se centraba fundamentalmente en esos dólmenes milenarios y en Torcal, que han hecho de Antequera patrimonio de la humanidad, pero esta ciudad es más que eso (que no es poco, sino un mucho inmenso). Las vistas desde lo más alto son preciosas.

Os dejaré algunas de las fotografías que fui tomando al paso por distintos puntos por los que transcurrió ese paseo vespertino.

Al fondo la Peña de los Enamorados (con estos dos enamorados a los que pillamos in fraganti).











La Peña de los Enamorados (siempre de fondo) desde el mirador de Michael Hoskin (cuyo busto podéis también observar).


Restos arqueológico frente a la colegiata y alcazaba.


Estatua de Pedro de Espinosa frente a la colegiata de Santa María la Mayor.




Vista general de Antequera desde la Alcazaba, con la peña de los Enamorados al fondo.


Ruinas romanas al pie de la alcazaba.


Torre la iglesia de San Sebastián.


Santísimo Cristo del mayor dolor (iglesia de San Sebastián).

Santa María Magdalena.


El escritor Antonio Muñoz Rujas y el pintor José Mª Fernández.


Estatua ecuestre del infante don Fernando, conquistador de la ciudad en 1410.


Patio del real convento de san Zoilo.





©Ángel Carrasco Sotos

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