ZEPPELIN ROCK: Kingdom come – Kingdom come (1988): Crítica del disco

viernes, 8 de junio de 2018

Kingdom come – Kingdom come (1988): Crítica del disco


by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)


Con título homónimo se presentó en el mercado la opera prima de los norteamericanos Kingdom Come, quizás uno de los grupos más controvertidos de la historia del hard rock de los 80. El grupo se formó en 1987 –el año del Appetite- cuando Stone Fury se disolvieron y su vocalista, el alemán Lenny Wolf reclutó a los guitarristas Danny Stag y Rick Steir, al batería James Kottak y al bajista y teclista Johnny B. Frank. En 1988 graban su primer elepé y durante las mezclas del mismo, el mítico John Kalodner tiene la genial idea de llevarse una cinta del tema Get it on y repartir copias por diversas emisoras de radio. Como resultado, la canción es la más solicitada durante semanas y convierte en disco de oro al álbum el mismo día en el que se sale a la venta. Sin embargo... no todo sería un camino de rosas.

Por aquel entonces sólo escuché de ellos ese primer single y me pareció una canción de Led Zeppelin remasterizado y con producción de los 80. Y no sólo me ocurrió a mi. Cuando Get it on corría de emisora en emisora antes de que Kingdom Come tuviesen en las tiendas el disco, muchos oyentes creyeron asistir a la reunión de Page, Plant y Jones. El debate sobre lo que eran influencias o una copia descarada fue tan desproporcionado que incluso algunos músicos se posicionaron sobre el tema, caso de Gary Moore, que –con Ozzy Osbourne a las voces- compuso el devastador Led clones para su After the war. Y ojo, que en él cargaba no sólo contra Kingdom Come y su Get it on sino contra algunos míticos vocalistas que habían regresado al olimpo del hard rock por la puerta grande. La letra no deja dudas sobre ello. 

Got to get it on, from the still of the night. But you're gettin' it wrong, you know it ain't right.

From the Still of the night, vaya, vaya... en fin amigos, aún recuerdo cuando en plena tormenta de críticas, Lenny Wolf salió en una foto del Hit Parader con la banda señalándole y un letrero que decía Nobody’s fault but mine, algo así como “Es culpa mía y de nadie más”. Lo que ocurre es que esa frase es el título de una canción de Led Zeppelin. Con un par de huevos. Así que con la intransigencia que va pareja a la juventud, me pasé al bando de los puristas, de aquellos que –de tener al grupo delante- hubiesen lapidado a esos proscritos del hard rock que no merecían la vida. Y cuando dejaron de salir en las revistas, me olvidé de ellos. 


Sin embargo, gracias a las nuevas tecnologías y el acceso casi ilimitado a través de estas a música que falta en mi colección le di una nueva oportunidad a estos tipos. Y vi que no eran nada malos y que obviando las claras e innegables influencias de las que bebían, podía odiarlos e ignorarlos pero también podía disfrutar de su música. Durante un tiempo estuve buscándolos en ferias de discos, pero ha sido gracias a @vinilorockodium que he acabado haciéndome con este álbum. No se trata del original, algo que siempre me echa atrás a la hora de decidirme por adquirir un vinilo. La verdad es que acostumbro a preferir uno de segunda mano en buen estado que una reedición. Sin embargo, siendo en color y en edición limitada me dije, ¡qué coño, a la saca! Y aquí está el vinilo y aquí estoy yo, disfrutando de él. 

Grabado –no sé si decir perpetrado- para Polydor en los Little Mountain studios y con portada de Hugh Syme, el track list que contiene Kingdom Come –el disco- es: 

A 
Living out of touch 
Pushin’ hard 
What love can be 
17 
The shuffle 

B 
Get it on 
Now forever after 
Hideaway 
Loving you 
Shout it out 


Living out of touch es muy bueno y Pushin’ hard es estupendo, aunque la voz de Wolf evoca irremediablemente a Plant. A partir de ahí, el álbum es una mezcla de canciones en las que las influencias de la banda de Page van de obvias a algo más disimuladas. Con el baladón What love can be, por ejemplo –un tema coescrito con Bruce Gowdy en Stone Fury- , Wolf sigue empeñado en copiar descaradamente a Plant. Y aquí me gustaría hacer un inciso para restarle al tipo un poco de culpa y dar su parte de responsabilidad a Bob Rock, años antes de creerse más miembro de Metallica que Ulrich, el productor que tiró por la senda del zeppelinismo sin parar los pies a Lenny, el mismo que llegó a encararse con todo un James Hetfield para ayudarle a variar su estilo y que aquí se convirtió en cómplice de uno de los plagios estilísticos más sonados de la historia del hard rock ochentero. En 17 seguimos encontrándonos con riffs Page style pasados por la máquina del tiempo y con melodías vocales más zeppelinianas que las de los discos en solitario del vocalista de Staffordshire. En fin, para qué extenderme con cada tema si todos siguen un patrón similar. Si acaso, destacar que las que más me gustan de las restantes son Hideaway y Shout it out, quizás esta última la menos zeppeliniana de todo el álbum. 

Como no podía ser de otra manera, aquí tenéis la prueba del delito. Espero que os guste. 







¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla

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