The Doors se metían en los estudios Sunset Sun Records del 24 al 31 de agosto de 1966 para dejar listo su álbum debut, a la postre uno de los mejores debut de la historia del rock, publicado finalmente en enero de 1967.
Realmente The Doors aparecía como un álbum absolutamente novedoso, algo que hasta la fecha de su publicación nunca nadie había escuchado, un sonido alternativo sobre todo teniendo en cuenta la música que se desarrollaba en ese momento en el que aun no se había fusionado rock con poesía y blues para crear paisajes sonoros tan llenos de energía e intensidad.
Aquella sorprendente combinación de rock y poesía coloco a los Doors como algo original, ingenioso y único conseguido en base a un brillante trabajo instrumental combinado con preciosos sonidos melódicos, proféticas visiones y algo de psicodelia.
El órgano de Ray Manzarek, la simplista guitarra de Robby Krieger, la improvisativa batería de John Densmore y la voz única de Jim Morrison convierten el debut de los Doors en una obra maestra, un trabajo de sonido único merced a los encantadores teclados de Manzarek, el punto focal del álbum que transporta a otros mundos por encima de los delicados y fluidos acordes de la guitarra de Krieger.
Por supuesto, la producción de Paul A. Rothchild es superior, teniendo en cuenta además la fecha del álbum. Un sonido limpio y pulido en el que brilla cada instrumento, incluyendo la personalísima voz de Morrison y en la que destaca un excepcional uso del eco.
En los tiempos de la paz y del amor los Doors aparecieron con su mística oscura y profunda, hablando del sexo, de la muerte, de lo desconocido y de las drogas, y lo hicieron mezclando pop adictivo, rock de conducción organística, baladas atmosféricas, épica e incluso blues, así que la recepción y el shock fueron enormes, en una época de máxima creatividad para la banda que proporcionó al debut unas letras crípticas, metafóricas, alegóricas y absolutamente emocionales.
Un Morrison salvaje, rebelde, espontáneo y poético, lleno de carisma y de mística se eleva propulsado por los atmosféricos teclados de Manzarek al tiempo que el inventivo pero simple estilo bluesy de Krieger teje delicadas líneas que conduce la batería de influencia jazz de un John Densmore que siempre mantiene el ritmo adecuado. ¿Y el bajo? La presencia de Manzarek lo hace prescindible en la mayoría de ocasiones, y en The Doors se cuenta con un Larry Knechtel sin acreditar, y su trabajo en The Doors es realmente magnífico.
"Break On Through (To The Other Side)" abre The Doors de manera rápida, oscura, sorprendente y poderosa, estableciendo la fórmula del sonido Doors. La imaginería sobre lo desconocido se transporta de manera enérgica, con una pegadiza melodía y una muy distintiva parte principal de órgano.
Después "Soul Kitchen", con gran órgano y guitarra y con la excusa de un restaurante que frecuentaba Morrison para comentar ciertas diatribas sexuales antes de la majestuosa y poderosa balada que es "The Crystal Ship", un tema que muestra la cara más emocional de Morrison en base a inmensas letras, maravillosas guitarras y fabulosa ruptura de piano. Soñadora y épica de sonido calmado y relajado.
Una mujer caliente presenta el lado más pop del álbum con "Twentieth Century Fox" hasta que "Alabama Song (Whisky Bar)", tomada de una ópera alemana de los años 20, suena moderna e impresionante gracias a los teclados de Manzarek. Absolutamente adictiva y pegajosa.
Los dinámicos solos de Robby Krieger y Ray Manzarek presiden "Light My Fire", un tema de brutal intro de teclado y fascinante ruptura instrumental con tremendo solo de órgano. Un himno para el verano del amor, del sexo y de las drogas que sería el primer tema que Krieger escribiera para la banda.
El "Back Door Man" de Willie Dixon trae el blues a The Doors. Los gruñidos y quejidos característicos de Morrison añaden intensidad a un tema en el que las letras de Dixon se acoplaron perfectamente a la temática del álbum. La voz de Morrison es perfecta para esas oscuras letras mientras cabalga sobre el riff de órgano y el bluesy riff de guitarra.
El sonido a la Invasión Británica de "I Looked At You", la misteriosa, oscura, escalofriante e hipnótica "End Of The Night", y "Take It As It Comes", un temazo, de los pocos felices escritos por Jim Morrison, de fabuloso órgano, ceden el protagonismo al último y conmovedor tema del álbum.
Cuando el "California Dreams" se convirtió en pesadilla surgió "The End", la particular versión de Edipo desde el alucinante punto de vista de Jim Morrison, quien convirtió en oda a la muerte un tema que originalmente era una composición sobre amor maldito. Líricamente es una obra maestra, un oscuro poema que explora la mente de un hombre torturado. Etérea, hipnótica, a medio camino entre el jazz y la improvisación. Simplemente colosal, un cierre inmejorable.
Así conocía el mundo a los Doors. Pocos álbumes debut en la historia del rock han sobrecojido tanto como el primero de estudio de la banda de Morrison, Manzarek, Krieger y Densmore, y pocos lo han hecho con tanto mérito como este. Vendrían más antes de la desaparición de Morrison, otros que no hacían más que corroborar la grandeza de los Doors.
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