by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)
Amiguitos, el año en que yo nací, en Estados Unidos un profesor de historia californiano puso en marcha un experimento con sus alumnos instituyendo un régimen disciplinario en clase y restringiendo las libertades de los chicos. Al poco tiempo –ante su incredulidad- tuvo que finalizar el experimento al observar alarmado que los jóvenes no sólo estaban entusiasmados con el tema sino que comenzaron a espiar y acosar a los que no se unían a ellos. La ola esta basada en ese episodio, aunque lo traslada a un instituto alemán de la actualidad. Después de que uno de los alumnos de un profesor ex-okupa en Berlín y fan de los Ramones dijese en clase que en Alemania era imposible que hubiese nuevamente una dictadura, el experimento se pone en marcha mostrándonos lo fácil que es alienar y controlar a una sociedad.
Y lo cierto es que si denunciamos la competitividad exacerbada y promovemos el compañerismo y el sentimiento de grupo no decimos nada malo. Si decimos que debemos dirigirnos con respeto a nuestros líderes –sean profesores, padres...- no estamos expresando ninguna tontería ¿no? Y si se pide a un número determinado de personas –sean alumnos o cualquier otro tipo de grupo compacto- que vayan uniformadas ya que esa es una buena manera de ahorrar, tampoco se nos podrá tildar de locos, de hecho muchos colegios y sociedades diversas lo comparten. Así, vemos que con ideas –con la apariencia de legítimas y a priori sesudas- pueden pervertirse las actuaciones y voluntades de toda una sociedad. Sí, amiguitos. Respeto al líder, anulación de la individualidad y exaltación del sentimiento colectivo, uniformidad... dicho así ya no suena tan bien, ¿no?. Buscad entonces un enemigo común contra el que movilizar al grupo –inmigrantes que supuestamente nos quitan el trabajo o nuestros derechos sociales o aquellos que simplemente piensan diferente a nosotros- y ya tendremos el caldo de cultivo para una nueva oleada de intolerancia. Ah, y no creáis que la semilla del odio está sólo en Alemania. El peligro es real, y puede aparecer en cualquier momento –las épocas de crisis son especialmente propensas a ello- y en cualquier lugar. Os recomiendo esta película, amiguitos, sin duda.
Sin embargo, debo deciros que estoy de acuerdo con uno de los personajes cuando se queja de que a estas alturas aún deba sentirse mal por lo que hizo el III Reich y no pueda sentirse orgulloso de expresar su alegría por ser alemán sin que se le tache de nazi. Una compañera le replica que, como miembros del pueblo alemán, tienen un responsabilidad. Yo no estoy de acuerdo. La juventud alemana no debe sentir ya vergüenza por lo que hicieron sus abuelos.
Y bueno, piltrafillas, no tiene nada que ver con la historia, pero en una escena una de las alumnas protagonistas expresa su deseo de irse a vivir al barrio de Gracia en Barcelona, ciudad –según ella- de artistas a la orilla del mar. Y aunque no estoy de acuerdo con la afirmación de la joven en cuanto a que se trata del barrio más atractivo de Barcelona –era el de mi madre y el del padre de mi mujer, sé de qué hablo-, me gusta oír hablar bien de mi ciudad en el cine.
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