by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)
Hoy toca (re)hablaros de Fascination –una peli que en nuestro país tomó el título más descriptivo de El castillo de las vampiras- del realizador Jean Rollin. En esta película se trata el tema del vampirismo, algo que obsesionaba al director si atendemos a la larga lista de títulos que dedicó a ello. He leído algunas reseñas dedicadas a este hombre y hay quien le alaba destacando su amor por el expresionismo alemán y el surrealismo. De hecho, parece que Rollin era un incondicional de la obra de Buñuel. Sin embargo –sin restarle su mérito-, a mi sus películas me parecen una mezcla de típico producto de serie B de la Hammer y erotismo subido de tono. A mi modo de ver, obras equiparables en parte a lo que nuestro Tío Jess hacía en nuestro país.
Y si nuestro Jesús Franco –centrándome en ese cierto paralelismo que advierto entre los dos- ha tenido en la figura de Lina Romay a su eterna musa y compañera, durante una época Rollin también tuvo en la figura de Brigitte Lahaie –renombrada actriz del cine pornográfico francés de la época que también protagoniza la película que ahora os comento- a su particular musa. No sé si Jean Rollin conocía o respetaba a Franco, pero lo que sí parece probado es que el Tío Jess le ha odiado desde que el francés incluyó imágenes suyas y varió el montaje de la coproducción franco-italiana Los sueños eróticos de Christina que el español dirigió en 1971.
Sin embargo, dejemos eso, ahora es el momento de que os cuente mis impresiones de Fascinación. Comienza la cinta con la visita de unas señoritas y una dama a un matadero. Al parecer beben sangre de buey para curar la anemia. El médico que las acompaña avala su teoría haciéndoles ver el estado físico del matarife, un tipo rollizo. Por otro lado tenemos a unos ladronzuelos discutiendo. Al parecer le han robado unas monedas de oro a un recaudador y uno de ellos –el más elegante- pretende llevárselas a Londres para venderlas y poder repartir el dinero. Pero los demás no confían en él y quieren quedarse con las monedas. El primero logra zafarse del grupo y huir con el botín, pero la chica que utiliza como rehén consigue escaparse por lo que decide ocultarse por un tiempo. Así, para esconderse de sus perseguidores buscará refugio en un castillo en el que viven dos mujeres. Al poco descubrirá que –lejos de tenerlas retenidas-, son precisamente ellas las que podrán decidir sobre su vida o su muerte.
Y bueno, ¿qué queréis que os diga, piltrafillas? Diálogos poco elaborados, personajes planos, actuaciones de aficionados, efectos especiales de risa y un poco de erotismo. De sangre poca y de miedo, menos todavía. Si lo que queréis ver es una cinta de vampiras a las que se les ven las tetas, buscadla. Si pretendéis asistir a una obra interesante de un estudioso del expresionismo alemán, olvidadla y –aún diría más- apuntaos a un club de detractores de Jean Rollin. Director de culto en el país vecino, si me fío de esta cinta, lo que hacía este tipo no le llegaba ni a la suela del zapato a Jesús Franco. Es cierto, a veces el Tío Jess también creaba obras casposas e infumables, pero lo hacía con humor y de manera que incluso en ocasiones parecía reírse de sí mismo. Una completa decepción.
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