
Y ya está, amiguitos, poco más hay que decir de Olympus has fallen, que en sus dos horas –excesivas- de metraje palomitero cumple el cometido de hacernos pasar una amena tarde de verano sin pensar demasiado en sesudos giros de guion o dobles lecturas. Todo lo contrario. Y es que, tras un trepidante primer tercio de película, Banning se convierte en un mezcla de John Rambo y Casey Ryback e incluso John McClane, aunque cambiando el Nakatomi Plaza por la Casa Blanca. Eso sí, es igual de inverosímil que cualquiera de las cintas de Stallone, Seagal o Willis. Total, que la peli es distraída aunque quizás hubiese ganado con algo menos de metraje en la segunda parte de la acción, que se convierte en la típica sucesión de muertes violentas a manos de un supersoldado en su camino hacia el cabecilla del comando a través de los devastados pasillos del –en teoría- edificio más protegido del mundo. Lo dicho, más que indicada para una sesión estival de cine comercial al abrigo del aire acondicionado, justo antes de unas cervecitas, unos nachos y un perrito caliente. That’s America, boys! God bless you all.
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