Por Esteban Martínez (@EMartineC)
Es un disco de historias el que Brandon nos presenta, de su historia en un pueblo donde "todos se conocen", y donde previo a cada canción se presenta un relato introductorio que corre por parte de algún habitante del pueblo. La portada misma habla ya de las tonalidades que el álbum abordará, oscuras y melancólicas, muy Bruce Springsteen por lo general, como ocurre primero en la soberbia 'West hills', donde el vocalista conecta de manera impecable entre una mandolina y guitarras eléctricas que van abriéndose camino en medida que el tema avanza, y luego en la sencilla pero efectiva 'Quiet town', que coordina guitarra acústica + harmónica.
Por supuesto que dado el carácter del álbum nadie debería ir a darle play buscando a los killers de siempre, sino a unos mucho más introspectivos y donde todo parece estar permitido, de ahí canciones absolutamente desnudas como 'Terrible thing' o 'Runaway horses', entre las cuales Brandon regalará los momentos más ricos en materia melódica del álbum: 'Cody' (maravilla de coro) + 'Sleepwalker'. Y así, durante su recorrido el disco continuará oscilando entre pasajes íntimos como 'Desperate things' , medios tiempos como 'In another life' y otros que se lanzan decididamente a la dinámica como 'In the car outside', la única del disco que conecta declaradamente con el sonido del antecesor Imploding the mirage.
Pressure machine podría perfectamente haber sido el tercer álbum en solitario de Brandon Flowers, pero él más que nadie sabe que este conjunto de buenas canciones llegarán a más gente bajo el nombre de The killers. Como sea, vale la pena el pasar por un trabajo como este, uno de los tantos que llegaron a existir solo gracias a la pandemia pero que lejos de sonar forzado entrega una facción diferente de la banda, reposada pero siempre interesante en materia de arreglos, fuera de confirmar a Brandon Flowers como el tremendo vocalista que es y un compositor que continúa creciendo.
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