Por Esteban Martínez (@EMartineC)
Sin ir muy lejos, desde el primer momento en que le das play al álbum sientes el estar frente a algo especial, lo cual no deja de ser curioso considerando lo denso y pesado que se percibe el andar del sonido, sin embargo, las abrasivas olas de guitarras que proponen los primeros cuatro minutos de 'Ropes into the eden' (que luego acaban construyendo un instrumental de doce) resultan imponentes al punto de mantenerte ahí, adicto a lo que estás escuchando. Desde entonces el álbum se pasea entre una serie de piezas que privilegian el armado de atmósferas, espesas siempre, por sobre la efectividad, en una lista de canciones extensas (son siete en total donde tres de ellas superan los diez minutos de duración) que se pasean por diferentes tópicos dentro del metal, todos fascinantes.
En materia de arreglos el álbum es exquisito, con canciones que se cuecen a fuego lento donde guitarras y baterías van construyendo los ambientes y acompañan el apartado vocal que Meilenwand propone, quien en 'Kromlec'h knell' opta por relatar únicamente en un registro limpio y grave (imposible no pensar en Type o negative por momentos) mientras que en la excelente 'The tundra shines' decide regalar unos guturales desaforados en el giro hacia el black que realiza en su recta final. En el nudo del álbum 'Mammothpolis' abordará un sonido mucho más tribal centrado en las percusiones, el cual dará paso a 'Anchoress in furs', una pieza maestra que por si sola es un viaje, en una buena muestra de hasta donde el compositor ha sido capaz de llevar la experiencia, dividiendo la canción en tres secciones, yendo desde la oscuridad y el peso (los primeros cinco minutos) hacia la rabia (la sección intermedia de dos minutos) y luego al desenlace cargado a la emotividad (los tres minutos finales).
Ciertamente, tras tan intensos cincuenta minutos de música uno podría sentir que ha sido suficiente, sin embargo, este alemán no está dispuesto a soltarnos por lo que en la recta final nos trae de regreso. Primero mediante 'Polar hiss hysteria', la canción más acelerada del álbum y la única donde percibimos dinámica constante, y luego en el cierre definitivo a cargo de los catorce minutos de 'Deserts to bind and defeat', otro ambicioso viaje que verdaderamente te somete a una montaña rusa de explosiones y emociones, con una cantidad de idas y vueltas que te dejan extenuado.
¿Que es demasiado? Sí, seguramente lo es. Es tanto lo que el compositor propone en estos setenta minutos que inevitablemente por momentos te pierdes (siendo este su único "defecto"), pues el disco exige estar completamente inmerso en la experiencia para valorar sus innumerables detalles. En tiempos donde muy pocos están dispuestos a regalar su tiempo a algo así de complejo y profundo, un disco como The thule grimoires funciona completamente a contra corriente, pero que quede claro: el problema es nuestro, no de este extraordinario artista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario