ZEPPELIN ROCK: MONSTER MAGNET - Dopes to Infinity (1995): CRÍTICA Review

martes, 18 de enero de 2022

MONSTER MAGNET - Dopes to Infinity (1995): CRÍTICA Review

 

The Hunter


Tengo que decir que este disco de los Monster Magnet titulado Dopes to infinity irrumpió en mi vida como si de un tsunami se tratara, arrasando y llevándose todo por delante. De hecho, hubo un período de mi existencia totalmente en el que estaba obsesionado con esta obra de Dave Wyndorf, casi de una forma enfermiza. Cada nota, melodía y canción estaban taladradas en mi cerebro. ¿Drogas?...chorradas!! Este disco era la mejor droga posible en aquellos años, la banda sonora perfecta para evadirte de la realidad cotidiana y sumergirte en un mundo paralelo lleno de malas, muy malas influencias.

En aquellos años, siempre se colaba un disco que te impactaba sobremanera. El Ten de Pearl Jam, Blood sugar sex magik de los Peppers o aquel descomunal Badmotofinger de Soundgarden, pero este Dopes se lleva la palma.



Lo tengo en CD, pero recuerdo escuchar este disco sin parar y hasta quemarlo en un viejo walkman Aiwa en una cinta desgastadísima. Uno, literalmente, flotaba en vez de pisar las baldosas de las aceras. Un disco que era y sigue siendo un acompañante perfecto para olvidarte del mundanal ruido en el que vivimos. Una obra conceptual y que no concibo escuchar a cachos o retales, hay que metérselo enterito. Dopes to infinity es un viaje lleno de guitarras sucias al más puro estilo Stooges, ritmos infernales que denotaban caos o confusión y riffs made in Black Sabbath que se te clavaban en los sesos, todo ello adornado con largos desarrollos musicales y efectos de producción de pura ciencia ficción. Monster Magnet volvían a reactivar el denominado Space-rock que bandas como Hawkwind habían hecho en la década de los 70’s. Los textos galácticos, cósmicos y llenos también de alusiones a la drogas no tienen desperdicio. Todo encaja a la perfección, incluso el diseño de la portada con esas referencias a los sixties, la psicodelia y la ciencia ficción de serie B es una auténtica delicia. Sigue sin perder su frescura y sigue sonando tan poderoso como el primer día. Un trabajo que supuso el cierre de la primera trilogía de la banda y una continuación perfecta a su antecesor Superjudge, otro disco igual de adictivo y antológico. Uno de los discos de mi vida sin lugar a dudas e ideal para torturar a cualquier indie o modernete y mostrarle que el rock’n’roll seguía (y sigue) todavía vivo.

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