ZEPPELIN ROCK: Creedence Clearwater Revival - A Travelin' Band: Lo que fue 1969 para la Creedence

jueves, 10 de enero de 2019

Creedence Clearwater Revival - A Travelin' Band: Lo que fue 1969 para la Creedence


por Alberto Iniesta (@Radiorock70)
del blog Discos




5 décadas de un año clave en la historia de CCR.

1969: el año de Woodstock con la consagración de Jimi Hendrix como si de La Primavera de Stravinsky se tratara, el principio del fin de Janis Joplin, ídem con unos Beatles que se metieron por última vez en un estudio de grabación para sacar un LP… y el año que vio cómo Creedence Clearwater Revival sacaban tres discos enormes. Con los tiempos que corren es prácticamente imposible imaginar a cualquier banda actual lanzando tres álbumes en un solo año, por lo que se aconseja al lector/a cambiar sus orejas y cerebro por otros de 1969 musicalmente hablando para entender un poco mejor de lo que va todo esto.



La Creedence fue un grupo de mucho éxito. Cualquier amante del rock que se precie de serlo te recitará aquello de Rollin’ on the river y el I wanna know, have you ever seen the rain sin que su melena se vea afectada. Pero precisamente por eso, y a diferencia de otros grupos de la época de John Fogerty y compañía, existe una peligrosa costumbre muy extendida de recordarles más por sus singles que por sus discos. Que las astronómicas cifras de ventas y singles en el número 1 no impidan ver el bosque de acordes que hay detrás de los fríos números. Abróchense los cinturones, la Travelin’ band despega.




Bayou Country se lanzó un 5 de enero (50 años en un par de días, sí) de 1969, y en poco más de media hora apuntaló todas las bases que ya evidenciaba aquel correcto debut homónimo que había salido el año anterior: un fuerte aroma a rock sucio huyendo de la complejidad musical que tanto caracterizó a otros como King Crimson, apostando por la voz de Fogerty como gran responsable de llevar al público a la catarsis musical. Pero ¿solo la voz de John? Escuchad el Keep On Chooglin’ y su brutal explosión en forma de huracán blues, o esa guitarra maravillosa en Penthouse Pauper, firmemente asentada en la difícil y delgada línea que separa en esta historia lo minimalista de lo sobreproducido. Por no hablar del tema que abre el disco, la maravillosa Born On The Bayou, o la versión más furiosa y salvaje que se recuerda del Good Golly Miss Molly. En definitiva, pinchad el disco entero, y ahora intentad contener la risa cada vez que escuchéis de Bayou Country aquello de “el disco de Proud Mary”.




El siguiente capítulo, Green River, vio la luz el 3 de agosto. Aquí la cosa se pone incluso más seria: pasamos de hablar de un gran disco a hacerlo de uno de los mejores del grupo. El favorito de un John Fogerty que se pone el disfraz de capitán general del barco y de todo lo que se le ponga por delante: además de sus habituales labores de composición y producción, aquí se encargará también de las teclas, piano, armónica… hasta de los arreglos. Visto el resultado, parece que la decisión fue correcta. Canciones como Lodi siguen presumiendo de la misma frescura cinco décadas después, y la homónima Green River es ese verano en el sitio perfecto vestido con los acordes precisos. Wrote A Song For Everyone probablemente sea la pieza más elaborada del disco, y los tres acordes de Bad Moon Rising vuelven a demostrar que no hace falta gran cosa para conquistar el mundo. La versión final de The Night Time Is The Right Time vuelve a desvelar las fuentes de las que bebía el grupo. Cuesta creerlo, pero lo mejor estaba todavía por llegar.




El 2 de noviembre, para cerrar un año inmejorable, llega Willy And The Poor Boys. Otro discarral que apuntaba al estrellato de un grupo cuyo techo musical parecía ser una incógnita. Con Cotton Fields, pero sobre todo con Midnight Special, demuestran que siguen siendo maestros absolutos de las versiones. John las canta con la naturalidad y el difícil savoir-faire del que las ha compuesto. Su voz suena más afilada que nunca para cantar contra los que nacen con la cuchara de plata bajo el brazo en Fortunate Son, mientras que el inicio con Down On The Corner esconde un riff pegadizo como el propio infierno. Pero es ese brillante final con Effigy lo que termina de aupar a este disco a la categoría de clásico. Así se cierra un disco, y así concluye un año 1969 que fue glorioso para la Creedence. Sigue siendo complicado de creer, pero lo mejor todavía no había llegado.

Good Golly, Miss Molly

Lodi

Effigy

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