ZEPPELIN ROCK: Crítica de la película "Agáchate, maldito" (Sergio Leone, 1971)

domingo, 23 de agosto de 2015

Crítica de la película "Agáchate, maldito" (Sergio Leone, 1971)


por Möbius el Crononauta


En 1968 el 'espagueti western' alcanzaba su apogeo. Ese año se estrenaban nada más y nada menos que 77 westerns italianos, una cifra más que suficiente para saturar un mercado que vivía de un éxito momentáneo y una moda pasajera que Sergio Leone había ayudado a poner en el mapa. Por supuesto, él había hecho más que eso. Había recordado a Hollywood la grandeza del western, y había revitalizado el género con un modo tan original como clásico. Sus westerns operísticos no sólo influyeron en Clint Eastwood. Otros directores se dejaron querer por aquel "nuevo" western, fuera por imposición de unos productores ávidos de obtener dinero del nuevo filón, o por propias inquietudes artísticas. Sin embargo, en su nuevo apartamento del Trastevere, Sergio Leone se replanteaba su futuro, cansado del Viejo Oeste.




No era el único. Como se vería con el tiempo, el western como género cinematográfico popular estaba condenado. Por ser breves, podríamos decir que la Guerra de Vietnam acabó con él. La política lo inundaba todo. Y convulsiones políticas no las había sólo en Estados Unidos. El mayo francés, Budapest, Praga... parecía que la revolución había vuelto a las calles. No es de extrañar pues que llegara también al cine, el western incluido. En Italia Damiano Damiani daba un primer paso con Yo soy la revolución, de 1966. El director negaba que su película fuera un western. Había caballos, pero ¿significaba eso que la película fuera un western?

Mientras, en Hollywood, aparte de la política, el revisionismo en el western (que quizás era, a la postre, también política) estaba en marcha. No sólo el historicismo académico se replanteaba el papel de los indios en el nacimiento y desarrollo de los Estados Unidos; no sólo se comenzaba a retratar a los nativos americanos como algo más que un tiro al blanco. En su irrefrenable expansión la gran potencia también había chocado con otro pueblo: los mejicanos.




Fue en el rodaje de Hasta que llegó su hora donde Leone leyó por primera vez el borrador que Sergio Donati había escrito a partir de un tratamiento llamado México ambientado en la Revolución Mejicana de principios del siglo XX. Aunque en un principio el director no quedó muy entusiasmado, finalmente el pesimismo que imbuía a la historia de Donati le acabó subyugando. Consiguió el apoyo de la United Artists, y comenzó a buscar a un director, pues su idea inicial era ejercer de productor. Peter Bogdanovich fue el primer elegido para dirigir la película, pero tras unos pocos meses quedó claro que Leone y él no se entendían, y tampoco parecía que a la United Artists le entusiasmara la idea, así que finalmente se cayó del proyecto.

Leone propuso tener a Jason Robards y Eli Wallach como protagonistas, pero la United quería nombres grandes. Se habló también de incluir a Malcom McDowell y Clint Eastwood en el proyecto. El director se reunió también con Sam Peckinpah. Según Leone y Donati, finalmente el norteamericano se echó atrás. Según Peckinpah, ni siquiera se planteó rodar el film. Con el tiempo pisándole los talones, finalmente el propio Leone se sentó tras las cámaras, lo cual no era de extrañar, pues al fin y al cabo había estado implicado en el desarrollo del guion y del proyecto desde el principio.



Para interpretar al ladrón mejicano Juan Miranda (papel que Leone había querido para Wallach) el estudio propuso a Rod Steiger, a quien Leone le dio el visto bueno. Difícilmente podía pasar por mejicano, pero desde era un buen actor. Para interpretar al ex-miembro del IRA Sean/John Mallory, Leone contactó una vez más con James Coburn, con quien había querido trabajar desde los días de Por un puñado de dólares. Coburn tuvo sus dudas, pero tras pedir consejo a Henry Fonda, acabó aceptando.

Agáchate, maldito se inicia muy al estilo Leone, con un primer plano de una meada sobre una colonia de hormigas. ¿Una metáfora de la opresión de los poderosos, o simplemente la forma ideal de presentar al sucio e inmoral Juan Miranda? La lucha de clases pronto quedará todavía más patente cuando Miranda se suba como pasajero a una diligencia de lujo. Descalzo, sucio y maloliente, Miranda contrasta claramente con el resto de pasajeros, un puñado representativo de las altas esferas: empresarios, políticos, la Iglesia. Los pasajeros debaten sobre la condición de los pobres y los desheredados. De planos medios pasamos a primeros planos de los rostros. La gente bien debate, opina, despreciando a las clases bajas. Un silencioso Juan se convierte en convidado de piedra a un diálogo de ricachones. Juan se convierte pronto en el bufón, en la prueba científica de los argumentos. No sabemos todavía si es un simple o se esconde tras la piel de cordero. Los planos cada vez son más cortos. La cámara se centra en las miradas, las bocas. Unas bocas que vomitan palabras vacías, reflexiones heredadas como si fueran latifundios, mientras engullen comida sin parar. Un empresario norteamericano clama contra los negros. Otro ricachón se burla de Juan. Su mujer se escandaliza pensando en cómo las familias pobres fornican en las noches con otros familiares y ovejas, en unas oscuras orgías incestuosas. El cura trata de mostrarse comprensivo, más por su condición que por su verdadera naturaleza. Tras sus palabras se esconde la vieja hipocresía eclesiástica.




La escena de la diligencia es sin duda de lo mejor del film, tanto técnicamente como en el modo fiero en que Leone retrata a las altas esferas. El director nos muestra a la clase alta como una caterva de sepulcros blanqueados, que esconden el miedo al populacho, la hipocresía religiosa y moral. La dama de alta sociedad critica aquello que en el fondo parece desear, y su marido pierde su altanería a la vista del primer cañón. Justo antes de que Leone nos presente al irlandés John, el director nos ha colocado directamente ante la lucha de clases, el germen de la revolución. El rebaño está dirigido por unas esferas corruptas y anquilosadas y adaptadas a un sistema injusto y atroz. En el fondo los ricos saben esta gran verdad, en el fondo de sus espíritus y sus carteras repletas. Por eso temen al pueblo, a la revolución, a Zapata y a Villa. Por eso se aferran al poder, y responden al levantamiento con brutalidad. En definitiva, el ocaso de la dictadura mejicana que muestra Leone tiene reminiscencias del ocaso de Mussolini.

Del mismo modo, la relación entre Juan y el dinamitero John es totalmente quijotesca. Tras un pequeño intercambio de balas y dinamita, los dos parten hacia Mesa Verde, el sueño dorado de Juan. Mesa Verde es el lugar donde hay un banco repleto de oro, un banco donde el padre de Juan fue apresado en un intento frustrado de atraco. Por eso Juan ve en John el vehículo perfecto para lograr su objetivo.




Su andadura tiene lugar en medio de la convulsión de la revolución, una revolución que importa poco a Juan, y que conmueve (aunque no lo parezca) a un John que ya vivió la suya en Irlanda. Pero al igual que el escudero Sancho, Juan se verá influenciado y subyugado por el ideario de John y por las circunstancias. Y donde digo circunstancias quiero decir represión brutal del Estado. Una represión que viene, de nuevo, de lo contemporáneo, de la propia vida de Leone; no es difícil, al ver ciertas escenas, cambiar Méjico por el gueto de Varsovia en el 44. La tropa de élite prusiana en el film no es casual.

De todos los films que rodara Leone desde su primer western, Agáchate, maldito es seguramente el más olvidado de todos. Cuando hablamos de Sergio Leone siempre acudimos a su "Trilogía del dólar", a Érase una vez en América o nos acercamos Hasta que llegó su hora. Quizás sea porque la película no era tan grandilocuente como sus films anteriores, o porque no era el western que el público pueda esperar, o tal vez porque falló en los Estados Unidos (como explicaría Coburn: "Así que hice el film y, ¿qué ocurrió? Se estrenó en Norteamérica como Duck, You Sucker, ¡y nadie fue a verlo!"). Pero Agáchate, maldito tiene, al fin y al cabo, el pulso de Leone: sus escenas de fuerte contenido visual y su humor escatológico, sus personajes de doble lectura y doble moral, flashbacks recurrentes (inspirados en esta ocasión en la obra de John Ford), la violencia y el sexo sucio y rápido, su pesimismo misántropo y los originales planos con curiosos movimientos de los actores y divertidas sorpresas (léase, la escena del vagón de tren). Todo lo que hizo grande a Leone y nos entusiasma a sus fans está ahí, pero quizás de modo más disperso, o tal vez de modo más indirecto. Agáchate, maldito no es una obra menor, pero sí una obra diferente, cuya historia de hombres poco heroicos (no solo en el sentido normal del término, sino también en el sentido del antihéroe del cine leoniano) tal vez no sea un directo en la cara como sus tres primeros westerns, o un potente y bello crochet en la mandíbula, o un ciclópeo bildungsroman mafioso. Pero es un estupendo film de un gran director, con todo lo que eso supone: hay que verla. Si eres fan de Sergio Leone y no la has visto, ¿a qué esperas?

Möbius el Crononauta

3 comentarios:

  1. Anoche la agarré en fox classics,no sabía que existía esta película.
    Me llamaron mucho la atencion los detalles anarquistas del film,el libro de Bakunin que lee el irlandés,la fé que deposita en la dinamita el mismo (me recordó a la que tenía Severino Di Giovanni por ella también)
    Muy interesante film,seguramente le habría quedado mejor a Eli Walach el papel de Juan,pero esto no le quita mérito a la obra.
    Saludos.

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  2. Recién la termine de ver. Gracias por la crítica.

    La parte de la meada es simbólica, verdad? Yo pensé en Dios meándose en la sociedad, así que me gustó leer tu interpretación sobre la meada.

    Así como bien decís, pienso también que no es un film menor, y me hiciste dar cuenta que la obra esta de acuerdo con el Quijote, cuanta verdad en eso.

    Que satisfacción cuando una obra esta de acuerdo con los Clásicos.

    En fin, agregada a la lista de aquellas películas para volver a mirar, y seguir sacando conclusiones.

    Muchas gracias.

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