ZEPPELIN ROCK: MICHAEL JACKSON - Bad (1987): CRÍTICA Review

jueves, 12 de octubre de 2023

MICHAEL JACKSON - Bad (1987): CRÍTICA Review

 

por Dani Matute (@dmatuteb)




Me gustaría hablaros de este Bad de Michael Jackson, aunque poco puede contarse de un disco de este calibre: todo está dicho, todo analizado, todo estudiado, los protagonistas son grandes en esto de la música. Aún así, allá que voy.



Sicilia, 1947…Perdón, me he ido. Móstoles, septiembre de 1987. Un chaval con granos en la cara y pelillos incipientes sobre el labio superior lleva, como dicen los americanos, el bolsillo lleno de dinero, del que ha recibido en su catorce cumpleaños. Nervioso, se encamina al Simago para dilapidarlo. Una gran parte de esos nervios se corresponde con la idea de comprarse su primer disco. Ahora decimos vinilo o álbum para diferenciarlo, pero antes solo lo llamábamos disco o, como mucho, LP. Otra parte de los nervios tienen que ver con la alta posibilidad de que, en el trayecto desde su casa hasta el Simago, se cruce con el típico espécimen de kinki bronxtoleño y el dinero cambie de bolsillo tras solicitárselo amablemente: “te lo estoy pidiendo por las buenas”. Algunos sabéis que la densidad de pidepelas por kilómetro cuadrado era bastante alta en aquellos tiempos y en aquellos lares. Y los que no, pues ya os lo he contado. Así que ese chaval decide no tomar atajos y andar por las calles más grandes y concurridas desde su casa al “centro comercial”. A pesar del rodeo, llega rápido a su destino pues sus pasos son veloces por el ansia de adquirir ese disco que acaba de salir publicado y que las previsiones dicen que va a vender muchísimo. De modo que, cuanto antes vaya a comprarlo, menos posibilidades de quedarse sin él habrá. Es una elección bastante lógica para perder la virginidad en esto de adquirir música. El anterior trabajo del artista vendió millones de copias. Por ejemplo, en su casa hay una de ellas. Además, tanto las radios como las televisiones se han hartado de poner sus canciones. Es un fenómeno mundial. De esta manera, un adolescente normal que está influenciado por todo esto, ve una apuesta segura el hacerse con este LP. El primer sencillo con su correspondiente videoclip de quince minutos, en plan cortometraje con malotes incluidos, también ayuda a tomar la decisión.



Bien, retomamos a nuestro joven y, a la par, simpático protagonista justo cuando coge una de las tres copias que quedan en el estante. No se lo piensa más y va hacia la caja para llevárselo. Paga las 1200 pesetas que marca la etiqueta y por fin se siente propietario. Las ganas de quitarle el plástico protector, curiosearlo y pincharlo en el viejo tocadiscos familiar hace que se olvide de las precauciones del viaje de la ida y vuelve por el camino más corto. Una vez en casa, lo abre, aspira el olor a nuevo y lo primero que piensa es que la portada le recuerda a otra de un disco que hace menos de un año que se compró uno de sus hermanos, de un artista español bastante chuleta y que, con el tiempo, pasaría a ser el Innombrable para aquellos amantes del rock que, a pesar de cumplir años y acumular experiencia, siguen siendo demasiado influenciables por los medios. Busca el disco en cuestión y lo pone al lado: oye, pues sí se da un aire el Michael Jackson vestido de macarra, de medio lado y mirada desafiante al frente con el titulo del disco en plan graffitti, al Ramoncín este, también de medio “lao” (en este caso hacia el otro “lao”) pero también mirando al frente derrochando chulería. En este caso es el nombre del artista es que parece escrito como un graffitti, en el mismo color rojo. Tras esta primera inspección y pensar en lo curioso de la coincidencia, toca poner el disco en el tocata y sentarse a leer las letras mientras suena. Sí, esto es bastante normal en aquella época: disfrutar un disco completo con una portada enorme y las letras a un tamaño que te permiten seguirlas sin problemas y poder escudriñar toda la información técnica que la discográfica tiene a bien compartir con el comprador.



La cara A comienza con el “Bad” que ya conocía por ser el adelanto del LP. “The way you make me feel” suena muy bien y le conquista a la primera. “Speed Demon” le desencaja en esta primera escucha, pero al final será una de sus preferidas. “Liberian Girl” con su sonido étnico en un futuro formará parte de sus cintas de Baladas. “Just Good Friends” con el maravilloso Stevie Wonder, le deja un poco frio, no termina de cuajar. Se levanta del sillón y le da la vuelta al vinilo. Baja la aguja y sigue disfrutando como sólo se puede disfrutar en las primeras veces. “Another part of me” suena muy bien, con una línea de bajo poderosa. “Man in the mirror” empieza como balada, pero luego se acelera un poco más y termina con un coro gospel como una canción mayúscula. “I Just can’t stop loving you” es la romántica del disco, el baladón. Como buen adolescente ñoño, le gusta mucho. Y de repente suena el tema que se convierte en su preferido del álbum, “Dirty Diana” con esa afilada guitarra de Steve Stevens, el guitarrista de Billy Idol. Pero el final del LP con “Smooth criminal” no desmerece en nada. Final del disco. Final de esta historia. Inicio de un idilio con la música que aún continua.

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