ÁCS
Da miedo. Cada vez que me enfrento a esta lista con lo mejor del año, me da miedo. No por los discos que uno ha seleccionado y que ello mismo provoque sonrojo o una sonrisa en el "entendido", ya sea por falta de un criterio claro o porque algunos piensen que he tenido que escuchar poco para seleccionar, al final, quizá, lo obvio. No, no, esto no me da miedo; me causa, más bien, indiferencia. Vamos, que me da igual. Lo que me da miedo de verdad es que el tiempo pase tan deprisa, porque el hecho de que para uno pase tan tan deprisa no significa otra cosa sino que el cerebro de uno es distinto al que era antes. Sí, me refiero a aquel tiempo en que los años eran eternos. Un año, con el tiempo, termina siendo nada. Un año es un concepto sobrevalorado. Porque un año acaba convirtiéndose en el aleteo de un pájaro, el viaje de una gota que cae del grifo del lavabo o el lapso que uno tarda en ponerse las zapatillas cuando se levanta por la mañana después de haber sonado el despertador. Y es que uno echa la mira atrás y ¿qué ve? ¿Qué ve sino la nada absoluta? Ve una lista de discos, por ejemplo, que le parece haberla hecho hace una semana. Y eso es grave. O, simplemente, es la vida, la vida que va cavando nuestro agujero a golpes de azada, o a golpes de listas anuales, que viene a ser casi lo mismo.