Y eso no es todo, Frank se va a convertir en una especie de Charles Bronson latino capaz de desembarazarse a puñetazos de tipos armados. Y es que –nosotros lo sabemos- el jubilado alcoholizado y tullido es en realidad Machete disfrazado, porque si no es así no se explica. En resumen, que el veterano soldado se cabrea al ver que tras el asesinato de su mejor amigo –negro, por supuesto-, la policía da prioridad a otros casos. Así que se pone sus bermudas, su riñonera al cinto y su gorra y cual vengador Marvel en favor de la justicia, contra el crimen y –cómo no- la corrupción policial, se pone a investigar, que es otra habilidad que al parecer proporciona el haber estado de joven respirando napalm. A partir de ese momento, Machete se traga a Steven Seagal y la cinta –ya bastante inverosímil hasta el momento- se torna en un comic del todo irreal. Sin despeinarse ni acusar la edad –no olvidemos que está cobrando una pensión de incapacidad y que la guerra acabó en el 75- Frank Vega ayuda a las viejecitas, patea culos, echa puertas abajo, esquiva las balas... y enamora a jóvenes madres maltratadas. Entonces, piltrafillas, uno debe decidir si deja de ver Bad Ass o se sirve un ron y sigue disfrutando de un producto de serie Z –mirad si es malo, que en toda la cinta solo aparecen dos mujeres con el pecho al aire y se tapan las tetas con las manos para no mostrarlas a cámara- con el carismático Danny Trejo como protagonista sin tomarse en serio nada de lo que aparece en pantalla. Yo he escogido la segunda opción, pero me he tomado –no una, no- dos copas. Para muy muy muy muy fans de Trejo.
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