ZEPPELIN ROCK: Whitesnake - Saints & Sinners (1982): Crítica del disco (review)

sábado, 8 de septiembre de 2018

Whitesnake - Saints & Sinners (1982): Crítica del disco (review)



por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia




Situémonos. En octubre de 1982, justo unas semanas antes de la edición del álbum de Whitesnake que nos ocupa, David Coverdale escribió una carta dirigida a sus fans en la que narraba algunas de las peripecias sufridas el último año. Reconoce que la grabación y la publicación de Saints & Sinners estuvo llena de problemas con la banda, con su manager y consigo mismo. Cuando David juntó a sus músicos a finales de 1981 para grabar de nuevo el ambiente no era idóneo. La relación con Bernie Marsden y Neil Murray se había estropeado y las cosas no funcionaban.




Se movieron de estudio en estudio pero no había química. En mitad de todo esto, Coverdale comenzó una crisis personal por culpa de su primer divorcio y de una grave enfermedad de su hija. Durante meses dejó la música de lado para centrarse en reconducir su vida personal. Cuando por fin volvió, las cosas habían cambiado.

Desilusionado con su carrera musical y con su vida personal, a mitad de 1982 rompe con todo y decide recomenzar. Cambia de manager, cambia de compañía, cambia de músicos y cambia de productor (vuelve a Martin Birch). Mira hacia delante orgulloso como es. En cierto modo, Saint & Sinners es el final de una etapa y el comienza de otra, a la postre más exitosa.




Total, que David Coverdale metió las voces, Ian Pace las baterías, Jon Lord los teclados, Micky Moody y Bernie Marsden las guitarras y Neil Murray los bajos. Pero cuando el álbum llegó al público, la banda contaba con Mell Galley en vez de Bernie, Cozy Powell en lugar de Pace y Colin Hodgkinson como bajista.

Young blood abre el disco con un pelotazo de hard rock donde se luce Coverdale y la banda al completo nos rompe las pelotas con su ritmo y el fabuloso solo de Marsden. Las letras provocadoras que tanto bien le han hecho a las ventas de Whitesnake aparecen en Rough an’ ready (women better lift up your skirts and run ‘cos I aim to shoot my pistol). El tercer tema, un blues rock animado titulado Bloody luxury nos regala un extraordinario trabajo de Jon Lord y un solo doble de Marsden y Moody.




En Victim of love tenemos una canción típica Coverdale, con una estructura basada en el ritmo cortante y la línea de guitarra, buenos arreglos y una armonización pegajosa. El estribillo lo remata. Lo curioso es que tras tres canciones optimistas y llenas de “mala” intención, comienza a hablar de la pérdida y la culpa y el dolor del amor.

La temática continua con Crying in the rain, una de las más grandes de la banda, donde explica de manera muy obvia el dolor del divorcio y el alejamiento de su familia (nobody sees the tears when you’re crying in the rain). La canción se retomó con Sykes para el 1987; aquí tenemos una canción menos heavy, más dependiente del ritmo de bajo y batería, con un arreglo coral estupendo y un crescendo imprescindible




La tercera confesión se titula Here I go again. Escrita en la reflexión del que decide tirar para adelante y reconocer que tiene alma de vagabundo. También retomada para 1987, esta versión mantiene el tufo blues que su creador siempre adoró. Jon Lord lo borda, como Marsden en el solo. Buen final.

Después de tres canciones de fiesta y tres de reflexión emocional, Coverdale nos habla directamente en Love an’ affection de sexo oral (I can see the honey juice dripping off your lips) con mucho ritmo y uno de los mejores solos de Lord. Dame amor… Sin salirse del tema, las dos siguientes canciones hablan de algunas de las mujeres que se encuentran en la carretera del rock. En Rock’n’roll angels habla de las chicas que siguen a los grupos y se meten en sus camerinos, mientras que en Dancing girls se acuerda de lo contrario, aquellas mujeres que los músicos van a visitar a locales (don’t need a doctor, no need a priest, for my release). Ambas forman un fabuloso homenaje al rock and roll setentero.




Y se cierra el disco con Saints & sinners, una canción repleta de menciones bíblicas donde Coverdale se justifica y somete al juicio de todos su reputación como mujeriego. Una buena forma de decir, vale, yo lo he hecho, pero mostrarme a alguien que no caiga en la tentación. Por cierto, de lo mejor del álbum y un clásico olvidado del propio Coverdale.



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