por Möbius el Crononauta
del blog La cinta de Moebius
Dicen que los gatos, una vez atrapan a su presa, no acaban con ella en seguida. La mantienen viva entre sus garras, jugueteando con ella, como regodeándose en su victoria. Como si la presa sirviera no sólo para sobrevivir, sino también para entretenerse. Tal vez en cierto momento de El fuera de la ley Josey Wales se transforme en gato, o tal vez todo obedezca a un ritual más profundo, a una necesidad psicológica de recrear y avivar un dolor latente, para no sólo combatir la sangre con sangre, sino para mediante su propia tortura, purgar sus pecados. Pues Josey Wales era un hombre honrado transformado en pecador, en un héroe con manos manchadas de sangre. Josey era, además, el protagonista de uno de los mejores westerns de todos los tiempos: El fuera de la ley.
El fuera de la ley nació de una pequeña novela del Oeste, que alguien (probablemente alguien de la propia editorial) envió de forma anónima a la compañía de Eastwood, la Malpaso. Aquella novela, seguramente editada de una forma barata por una pequeña editorial, no debía parecer, al primer vistazo, diferente de las miles de novelillas del Oeste que se habían escrito desde los tiempos de Buffalo Bill. Eastwood confesaría años después que tras ver la horrible portada del libro simplemente la ignoró. El azar quiso que alguien de la Malpaso le echara un vistazo, y llamó la atención de Eastwood al respecto. El actor y director decidió leerla, y quedó encantado. Se hizo con los derechos de la obra y en cuanto pudo la llevó a producción.
Eastwood había quedado fascinado por el lenguaje de la obra, por su tono sombrío e irónico, y por la forma en que se trataba la Guerra de Secesión. Eastwood vio en el espíritu de aquella novela (Gone To Texas) un reflejo del dolor y la división social que la Guerra de Vietnam había traído a América. En parte, El fuera de la ley sería la 'película de Vietnam' de Eastwood.
Junto a Eastwood aparecerían intérpretes con los que, como era habitual, Eastwood se sentía cómodo, ya fuera por haber trabajado con ellos o porque le hubieran llamado la atención en alguna película. Entre los primeros estaban la veterana Paula Trueman, Bill McKinney, estupendo como el psicópata Terrill, o John Vernon, también excelente como el sombrío Fletcher. Entre los segundos se encontraban Geraldine Keams, que debutaba en el divertido papel de la india Moonlight, Sam Bottoms y, especialmente el Jefe Dan George, un indio metido a actor sin ser actor, que es de lo mejor de la película junto al propio Eastwood. De hecho no le roba escenas de milagro. Gran parte de los toques de humor que hay a lo largo del todo film los protagoniza el gran Jefe Dan George, en lo que fue sin duda el papel de su carrera. El octogenario indio no siempre recordaba las frases, y a veces el propio Eastwood echaba a perder tomas mascullando sin querer los diálogos, pero poco importaba; la película no habría sido la misma sin él. También tuvo un papel destacado en el film Sondra Locke, una rubia de tipín que Eastwood había conocido poco tiempo atrás, y que había dado que hablar con su debut en The Heart Is A Lonely Hunter, que le mereció una nominación al Oscar. Sin embargo su carrera no acabó de despegar hasta que formó pareja (tanto artística como sentimental) con Clint. La actriz encajó muy bien como la hija "rarita" de puritanos, pero por desgracia tuvimos que tragárnosla en varios films de Eastwood en los que pintaba poco. También tiene un papel importante Will Sampson, el inolvidable "Jefe" de Alguién voló sobre el nido del cuco.
El fuera de la ley era un western en el que además Eastwood nos daba su primera visión de la Guerra de Secesión, y por ende, de las guerras en general, posicionándose en el lado antibelicista y centrándose en el modo en que el conflicto afecta a vidas particulares, algo no muy distinto de lo que haría en sus posteriores films bélicos, especialmente los dedicados a la batalla de Iwo Jima.
El fuera de la ley es un western de trasfondo realista (más de lo que pudieran serlo Infierno de cobardes o sus trabajos con Leone), pero que nos acerca a una leyenda que Eastwood recoge de la imaginería de todos los westerns rodados anteriormente, pero adaptándola a su idiosincrasia y a su interés por tratar de dar siempre una vuelta de tuerca al género. Josey Wales es el héroe solitario, inmiscuido en una guerra por venganza y que sigue sus propios códigos de honor, hijos de su tiempo, y, sin embargo, más nobles que los de su época, una era salvaje donde no sólo la frontera es territorio sin ley, sino que el mismo país civilizado se torna inhumano debido a la guerra.
Con todo, Josey, la eterna imagen del pistolero que decide luchar solo, devendrá, de la mano de Eastwood, y muy a su pesar, pero quizás no tan a disgusto como sus escupitajos quieren hacernos creer, en el líder de una extraña caterva de pioneros y exiliados (esos misfits perdedores que tanto gustan a Clint) que en medio del horror lucharán unidos para salir adelante y labrarse un futuro lleno de bienestar; ese pequeño futuro que juntado con otros pequeños futuros crean naciones.
Es en ese aspecto, y en algunos otros, en los que El fuera de la ley se convierte en un western atípico que en las manos de Eastwood se funde con la leyenda y la tradición del género para convertirse en algo nuevo. En El fuera de la ley aparecen indios que no son realmente el enemigo (nunca lo son en realidad; los pistoleros de Eastwood nunca dispararon a un piel roja). Su revisión en este aspecto no es muy diferente a la visión que Hollywood venía dando desde los 60 de los nativos norteamericanos, pero Clint una vez más da un paso más allá y su retrato de los indios es mucho más humanizado que el la mayoría de westerns anteriores o posteriores. Sus indios no son seres hieráticos y espirituales como monjes budistas; son seres humanos como cualquier otro, capaces de bromear y disfrutar de la buena vida, y de ponerse serios cuando toca. Sí, el jefe Lone Watie le relata a Josey la historia de sus desgracias causadas por el hombre blanco, pero también es un anciano al que le fallan las facultades de guerrero indio, y que no por ser mayor desdeñará los encantos de Moonlight, otra víctima, pero no sólo de los blancos, sino también (y esto es casi un hito hollywoodiense) de los propios indios.
En El fuera de la ley vemos que confluyen no sólo las enseñanzas que Eastwood obtuviera de Leone y Siegel, y muchos otros pequeños directores, sino que en la estupenda fotografía otoñal de Bruce Surtees (habitual de Eastwood hasta mediados los 80), la estación favorita de Clint para rodar westerns, comienza a quedar cada vez más patente que el refinamiento de Eastwood al rodar películas del Salvaje Oeste va de la mano con una presencia cada vez mayor del espíritu de John Ford, el maestro definitivo del género. Con todo, aunque en lo formal vaya cobrando peso la influencia del yanqui irlandés, Eastwood se dedicará a deconstruir todo lo que Ford había levantado anteriormente con su filmografía. En El fuera de la ley esa inquietante atmósfera de lo sobrenatural que rodea a sus héroes del western sigue presente, y de nuevo veremos en alguna escena suelta aparecer a Josey fuera de cámara, sin ruido alguno, como una aparición del más allá.
El fuera de la ley también se diferencia de otros westerns en su posicionamiento respecto a la Guerra de Secesión. Sin ser un posicionamiento político, Eastwood, en su querencia por los personajes perdedores, se decanta por el Sur sólo por su condición de perdedor. En esta ocasión serán las tropas de la Unión las que cometan tropelías e injusticias, sobretodo a través de las guerrillas de los "Botas Rojas", un grupo paramilitar de Missouri que existió realmente, y que libraron su propia guerra de pillaje y destrucción. Ellos serán la causa de que Josey abrace el otro bando en la guerra, pero formando a su vez parte de una guerrilla de sureños. En este aspecto Josey se verá arrastrado al mismo pecado que sus enemigos, y por ello es conveniente que el espectador observe atentamente las imágenes bélicas que aparecen durante los créditos, en los que vemos a Josey quemando graneros y devolviendo el ojo por el ojo y el diente por el diente.
Personalmente, todo lo que pueda decir de El fuera de la ley sería poco. Es de los films preferidos del propio Eastwood, y no es de extrañar, porque la película es una maravilla de principio a fin. Tiene frases antológicas, personajes antológicos, momentos antológicos, y describir la gloria divina es más de lo que pueda hacer alguien como yo. El fuera de la ley es una obra inmensa, que inculcó muchos malos hábitos en jóvenes impresionables, a los que transformó en escupidores compulsivos. No queráis que os cuente ahora lo que significa El fuera de la ley para mí. Si queréis que lo haga, en todo caso buscadme frente a una cerveza fría o quizás más apropiadamente, un whisky.
Porque, en definitiva, y tal como dice el propio Josey, "todos morimos un poco en aquella guerra".
Möbius el Crononauta
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