Rutina, abnegación y cintas de vídeo
Él lee sentado en el sofá y con los pies abandonados sobre la mesa baja del comedor, mientras ella entra en ese momento en la habitación con la aspiradora a toda pastilla. Esto le molesta un poco, le desconcentra, y ella, al ver su cara enfurruñada, le pide perdón, cuando, encima, tiene que pedirle que levante más aún las piernas para que ella pueda pasar con el aparato y dejar limpia también esa zona del salón.
Mientras está planchando, en cambio, un poco más tarde, apenas le molesta, y puede avanzar en la novela –un bestseller de actualidad– de un modo más fluido y continuo, aunque a veces llega de la cocina el ligero pero fastidioso runrún de un anodino programa del corazón que ella tiene puesto muy bajito, como también el incómodo sonido de la lavadora allá a lo lejos. Después de una o dos horas, escucha cómo ella cierra la puerta del piso. Seguro que ha salido a comprar el pan. Él queda en la gloria entonces.
Cuando ella regresa, abre la puerta muy despacito y con pies de seda entra en el salón para dejarle la prensa deportiva sobre la mesa. Al momento, se encuentra haciendo la comida, después de preguntarle "qué te apetece, cariño". A la hora de comer, él se sienta en silencio a la mesa. Cambia el canal de la tele sin preguntar. Prueba la comida. Le resulta algo salada y la aparta con la mano soltando una palabrota. De inmediato se abre una lata de atún y una cerveza. Por la tarde, película. Posiblemente se ponga Cyborg 2, que le ha dicho un amigo de Twitter que está genial.
Mientras está planchando, en cambio, un poco más tarde, apenas le molesta, y puede avanzar en la novela –un bestseller de actualidad– de un modo más fluido y continuo, aunque a veces llega de la cocina el ligero pero fastidioso runrún de un anodino programa del corazón que ella tiene puesto muy bajito, como también el incómodo sonido de la lavadora allá a lo lejos. Después de una o dos horas, escucha cómo ella cierra la puerta del piso. Seguro que ha salido a comprar el pan. Él queda en la gloria entonces.
Cuando ella regresa, abre la puerta muy despacito y con pies de seda entra en el salón para dejarle la prensa deportiva sobre la mesa. Al momento, se encuentra haciendo la comida, después de preguntarle "qué te apetece, cariño". A la hora de comer, él se sienta en silencio a la mesa. Cambia el canal de la tele sin preguntar. Prueba la comida. Le resulta algo salada y la aparta con la mano soltando una palabrota. De inmediato se abre una lata de atún y una cerveza. Por la tarde, película. Posiblemente se ponga Cyborg 2, que le ha dicho un amigo de Twitter que está genial.
Ángel Carrasco Sotos
Joder, con lo fácil que es encontrar el punto de sal. En fin.
ResponderEliminarPor cierto, la peli no está mal, pero la primera parte es mucho mejor. Sin duda.
C... hasta decir basta. Así no vamos bien, así no. Ya me figuraba que había visto usted esa película. La cantidad de basura cinematográfica que habrá pasado por delante de esos ojos que oculta con esa cinta negra, que a mi entender debería tener al menos un par de milímetros más de anchura (jijiji).
EliminarHola, Ángel.
ResponderEliminarNo me gustan las rutinas, ni esa mujer tan abnegada y ni te cuento el tipejo ese que pincelas en el relato y que debería estar ya extinguido.
Con lo fácil que hubiera sido darle con la aspiradora en la cabeza...
Muy bueno, Ángel. Eres un "mostro" y Z también lo piensa.
Besazos.
Z es una buena persona seguramente, y ella será una mostra si salió a mí.
EliminarY nada, un relatillo sin más para pasar el rato.
Besazos, Tow.