Periquito
LAS manos del niño no lo acarician: lo oprimen, lo atenazan. La jaula o la habitación misma lo aprisionan. Se hace necesaria la libertad del periquito. La prensa se alinea en su favor y acosa incansable. El padre mira de soslayo, receloso. La primavera nace y nace tras los cristales y ofrece con urgencia su gozo infinito. El azul del pájaro es invisible para la vida. Llegan los bomberos. Un manantial de luz acude en su ayuda. Las hachas abren un camino. La casa por fin está vacía. La puerta abierta por descuido. Mira a ambos lados. Las alarmas. La mano invisible que lo acuna. La voz sedosa que lo anima y le susurra “¡huuuye!”. Vuela el periquito hacia lo incógnito. El gato.
©Ángel Carrasco Sotos
Ohhhhhhhhhh! Pobre periquito; bueno, ¿qué le vamos a hacer? Él solito eligió lo que quería.
ResponderEliminarUn abrazo.