por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC
Buen título de cine negro con muchas reminiscencias de los hermanos Coen que deja un buen regusto cinéfilo.
El primer título americano del belga Michael R. Roskam es un thriller de atmósfera muy cuidada y estilo seguro y bastante clásico, donde en el primer plano de la película ya deja claras sus intenciones de manera brillante, con ese distorsionado reflejo del puente de Brooklyn en un charco por la noche. Un Brooklyn corrupto, underground. Así se marca el tono de todo lo que veremos, siguiendo con más planos que nos sitúan en el mundo del hampa, de lo soterrado, de lo oculto, con pies, entregas secretas, bares tapadera, mafia…
Lo más destacable, sin lugar a dudas, es la descripción, desarrollo y encarnación del personaje protagonista, un hombre de aparente inocencia despiadada, bondadoso, comprensivo, tranquilo, pero drástico con la injusticia, con una pulsión violenta en su interior, latente, que casi sorprende en él. Un hombre sentimental magníficamente interpretado por el camaleónico Tom Hardy, que lo dota de un aspecto disperso, distraído, ingenuo, casi autista, que en cierta medida nos recuerda a la detective protagonista de “Fargo” (1996), en esa evidente influencia que hay de los Coen en esta película.
El retrato de su soledad, de su vínculo con la chica que interpreta Noomi Rapace, siempre ligado a un perro, sus creencias y religiosidad, su lenguaje corporal, donde en su aparente parsimonia y tranquilidad siempre parece inquieto por algo, como si pensara constantemente que va a llegar tarde a algún sitio, sus andares etc., hacen de Bob (Tom Hardy) un personaje muy bien dibujado y conseguido.
Todos los encuentros entre Rapace y Hardy tendrán a un perro como nexo y vínculo, un elemento inocente y simbólico de esa relación, la única auténtica y correspondida de la cinta.
En contraste tendremos al jefe de Hardy, interpretado también magníficamente por James Gandolfini, en lo que fue, desgraciadamente, su última encarnación. Él parece todo lo contrario que su empleado y amigo, menos sentimental, más frío y calculador, aunque descubriremos sus motivaciones durante la narración que nos ayudarán a comprenderlo mejor, graves problemas personales y familiares que lo redimen en parte. Un hombre que hace cosas malas pero no por simple ambición.
Dentro de ese mundo clandestino de mafias y delincuentes de poca monta, hay un buen retrato realista de lo cotidiano, que además se descubre motivador de las acciones de los personajes en muchos casos. Ejemplo de esto lo tenemos con toda la trama del perro que recoge Bob, elementos anecdóticos que se convierten en esenciales para hacer avanzar la acción, para generarla, de hecho.
El estilo de Roskam es muy sobrio, con un lenguaje clásico, planos y contraplanos en las conversaciones bastante estricto, con planos más cortos para momentos más intensos. También recurre a las angulaciones en algunas conversaciones para remarcar la tensión del momento, la desconfianza o el desafío. Hay ciertos recursos más peculiares, como los desenfocados para elementos amenazantes, como en las apariciones de los miembros de la banda de matones… Lo más conseguido de todo es la modulación de la tensión, un suspense alargado, atmosférico, siempre a punto de estallar, contenido, que sólo se aliviará en la parte final. Esto lo logra Roskam con un magnífico uso de los silencios, alargados, y de ciertos comportamientos extraños, inquietantes, que logran esa atmósfera amenazante siempre a punto de estallar, inflando un globo que sólo explotará al final. Tensando la cuerda hasta el límite de forma inteligente. Una violencia soterrada que sólo estalla ocasionalmente.
Con todo, la película presenta ciertos problemas de ritmo y los momentos digresivos, que también son influencia de los Coen o incluso Tarantino, no ayudan a aliviar este defecto.
También existe cierta dispersión narrativa con ciertos impulsos que se dan a la trama, pero no incomodan.
Uno de los aspectos más importantes de la película, uno de los temas imprescindibles en la obra de Lehane, es la influencia de la religión. Varios personajes son religiosos, incluido nuestro protagonista, que es una especie de ángel vengador, un contraste interior que aparece retratado en el hecho de que aunque acude puntualmente a la iglesia, nunca comulga, sabedor de un pecado que lleva a sus espaldas, una huella que guarda en su sótano, como Dorian Gray, y que le atenaza como “El corazón delator” de Poe.
“La entrega” está basada en una novela de Dennis Lehane, que escribe también el guión, autor de obras como “Mystic River” o “Shutter Island” entre otras.
Como curiosidad añadir que la pareja formada por Tom Hardy y Noomi Rapace vuelve a coincidir en una película, la recién estrenada “El niño 44” (Daniel Espinosa, 2015), basada en la extraordinaria novela de Tom Rob Smith.
“La entrega” es un buen título que aunque con sus debilidades, resulta satisfactorio.
©Jorge García
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