por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC
Uno de los mayores talentos cinematográficos actuales, Kenneth Branagh, pasa por una fase de mercenario artesano que esperemos desemboque en nuevos proyectos personales. Esta etapa ha dejado títulos apreciables en el mainstream, pero muy alejados de sus obras maestras en cuanto a calidad, demostrando que se adapta con insultante solvencia a los proyectos de encargo.
Leo lo menos posible acerca de las películas para tener un sentido crítico limpio y así hacer mis valoraciones desde la pureza de criterio, aunque no me influyen mucho, ciertamente. Con todo, observé que la crítica española destrozó la película, con lo que llegué a pensar en un desastre completo. Curiosamente la crítica internacional la juzgó de un modo completamente distinto, muy elogiosa con una versión clasicista pero madura, llena de encanto y acentuando las ideas clave de la misma, sin el más mínimo cinismo ni ironía, contradiciendo la moda actual, apostando por el clasicismo, que no academicismo, sin complejo alguno.
Vi la película antes de leer esas valoraciones internacionales y me sorprendió gratamente que coincidieran con todo lo que había anotado en mis apuntes para su posterior análisis. Una vez más me veo en las antípodas de la crítica de este país… Esto también me congratula.
La Cenicienta de Branagh no es ninguna obra maestra, pero sí pasa por ser la mejor versión del cuento popularizado por Perrault.
Siempre me ha parecido un cuento de tintes absurdos, con lagunas incoherentes difíciles de entender, pero estos defectos no son achacables a la película, vienen ya del texto popularizado por Perrault. De hecho, la película trata de depurar y cubrir muchos de estos defectos en la trama, aunque con otros sea imposible. Por ejemplo, ¿por qué cuando se pasa el hechizo todo vuelve a su anterior estado menos los zapatos? ¿Por qué diablos se necesita recorrer el reino probando un zapato para comprobar la identidad de la chica que cautivó al príncipe? ¿Es que el príncipe es ciego para no reconocer su rostro? ¿Es posible que un simple zapato sólo le quede bien a una persona en todo un reino? ¿Qué clase de pie tiene esa chica?
Por supuesto, el zapato tiene muchas lecturas y simbologías que resultan interesantes, pero que no trataré aquí para no pervertiros.
Así que se pretenden explicar algunas de las lagunas e incoherencias de la trama, dar un sentido más realista, y aunque no se renuncia a la magia, el relato no se basa tanto en ella, salvo por la aparición del hada madrina. Así, las conversaciones con animalillos de Cenicienta le sirven a Branagh para retratar su soledad, que no llega a locura, pero definen al personaje y su situación con mayor profundidad.
No hay una reinvención, pero sí una intención de explicar, definir, depurar y desarrollar mejor las situaciones, los personajes y las lagunas del relato que resultan inexplicables e ilógicas, una aspiración de perfeccionar la coherencia del relato, dentro de lo posible y sin renunciar a su carácter mágico.
Del mismo modo se indaga en el malvado personaje de la madrastra, magníficamente interpretado por Kate Blanchett, a la que se comprende en su sentimiento de aislamiento y su lucha por la supervivencia, pero jamás se la justifica. Tanto Cenicienta como su madrastra tienen aspectos contradictorios que las enriquecen.
“Cenicienta” habla de la bondad, la generosidad, el valor, el sentimiento de pérdida, el complejo que produce el mérito ajeno, el conflicto entre lo material y lo humano, la envidia, así como muchos pecados capitales personificados en esa madrastra y sus hijas especialmente… y lo hace sin cinismo ni ironía, lo que supone una transgresión y una rebelión desde el clasicismo a las tendencias actuales. También sobre la familia, de hecho es un tema clave en Branagh.
Branagh nos deleita con un estilo visual deslumbrante, repleto de recursos, con portentosas grúas, picados, contrapicados, muy en su estilo expresivo, así como encadenados desde el montaje, para potenciar un relato mágico. No escatima en guiños al relato Disney de animación ni a su esencia de cuento, por ejemplo con la voz over ajena al relato, la de Helena Bonham Carter… Una voz over quizá innecesaria, pero que pretende resaltar el carácter de cuento del relato, algo que quizá tampoco era necesario ya que se logra desde lo visual. Bonham Carter vuelve a coincidir con Kenneth Branagh en una cinta dirigida por éste, fueron pareja, tras “Frankenstein” (1994). También coincidieron en “Extraña petición” (Paul Greengrass, 1998).
Hay mucho de “Mucho ruido y pocas nueces” (1993) o “Trabajos de amor perdidos” (2000) en la imaginería lúdica, jovial y mágica de esta “Cenicienta”. También de su magistral “Hamlet” (1996), con las escenas en palacio, donde veremos al príncipe practicando esgrima, como en la adaptación shakespeariana. Además Derek Jacobi vuelve a hacer de rey, lo que es una noticia excelente.
La dirección de Branagh resulta muy reconocible, aunque le hayan acusado de impersonal. Sus angulaciones, sus grandes picados, contrapicados y grúas, sus travellings, su gusto por el círculo, ya sea en los movimientos de los personajes o con la cámara, para resaltar momentos singulares, enfatizar la expresividad y darle sentido y contenido (el primer encuentro de la pareja, el baile de los enamorados… que sellan un vínculo y los encierra en una intimidad amorosa ajena el resto del mundo), son detalles de un maestro del celuloide que se pasea por estos encargos con una suficiencia asombrosa. Sus discretos travellings de alejamiento, respetando la intimidad de sus personajes en los momentos más dramáticos, de esencia oriental, son otro rasgo más de un autor de excepcional talento y sensibilidad.
El equipo formado por Kenneth Branagh, Patrick Doyle, Sandy Powell en el vestuario y Dante Ferretti en los decorados, triunfa absolutamente. Hay planos de un pictoricismo extraordinario. El príncipe encarnado por Richard Madden es excelente y la Cenicienta que entrega Lily James ideal. Blanchett está espléndida, como el resto del reparto, algo que suele ser habitual en las cintas de Branagh.
Si esperas algo novedoso u original, una lectura distinta, no la veas, pero si te quieres sumergir en el encanto del cuento clásico y deleitarte con una narración llena de talento y placeres visuales, no lo dudes, saldrás encantado y comiendo perdices.
©Jorge García
La Cenicienta fue un estreno muy esperado, la última adaptación de un clásico Disney con actores de carne y hueso es una obra preciosista que merece que la veamos. Sólo por su dirección artística, sus decorados y su maravilloso vestuario creado por Sandy Powell ya vale la pena invertir en esta pequeña joya que, a pesar de ser bastante fiel a la versión animada de 1950, incluye varios giros para hacerla atractiva para el público del 2015, además, no me dejaran mentir; las más grandes volverán a sentir la magia que cuando pequeñas les hizo pasar esta clásica y maravillosa historia que todos conocemos.
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