by Don Críspulo
-¡Ahora con internet ya no tendremos que comprar discos!
-¡Pero me gusta comprar discos!
Recuerdo perfectamente esta conversación. Recuerdo perfectamente cual fue el primer disco que vi cómo se bajaba de la Red. No fui yo quien lo bajó, sino el señor que dijo la primera frase y fue el Something Wicked... de Iced Earth. Pueden hacerse una idea de cuándo les hablo. Se bajó con aquel programa que Metallica, ¡ay, los pobres Metallica!, hicieron famoso. Hablo de Napster. Reconozco que aquello me impresionó. En un día, aquello era lento, muy lento; en aquella época, mi amigo escuchaba a todo trapo aquel disco. Pocos meses después tenía yo un aparato de estos en casa, con internet y con un programa llamado Audiogalaxy (los más viejos quizá lo recuerden). Era como un segundo trabajo, buscaba en mi memoria discos que bajar, los bajaba, buscaba la portada y la contraportada, las imprimía, las recortaba, grababa el disco en un cd virgen y lo llevaba a la estantería donde pasaría el resto de sus días. Llegué a almacenar, de esta manera, unos quinientos discos. Muchos de ellos de grupos que nunca me interesaron lo más mínimo. La cosa me duró poco tiempo, y aquellos discos, impolutos, acabaron a la vera de un contendedor de basura. Espero que alguien los encontrara y le diera mejor uso que yo.
-¿Has estado comprando discos?
-¿Cómo lo sabes?
-Porque tienes los dedos sucios.
Aquellos que compran discos saben a lo que me refiero. No es sólo el disco, es el acto en sí. El ritual, la ceremonia. -¡Pero si luego no los oyes! -¿Y quién dice que lo compré para oírlo?, lo compré para tenerlo, lo compré para poderlo comprar. Yo fui un piojo de tienda. Incluso tuve una tienda donde yo era mi mejor cliente. Dejarte los dedos negros en las cubetas de pasar discos –plaf, plaf, plaf, plaf...- La memoria con miles de portadas almacenadas en la cabeza, pasando discos -plaf, plaf, plaf...- pararte en uno, mirar la contraportada, los créditos, dejarlo en su sitio y seguir –plaf, plaf, plaf...- Cuando chico iba siempre al cajón del “Heavy”, luego los miraba todos, quién sabe lo que hay en esta...pensaba con ilusión. Ibas dejando fuera los que te interesaban y cuando parabas había una veintena de discos que no podías comprar. Ir a Madrid sólo a comprar discos, Metralleta, Madrid Rock, Escridisco, Hard Vinyl y tantas otras que ahora ni recuerdo el nombre, en Barcelona ir a la calle Tallers antes que a la Sagrada Familia. Cada viaje, cada vacaciones había que volver con algún disco. Tengo miles de anécdotas, no de todos los discos que compré, que fueron centenas, miles, pero sí de muchos. Recuerdo mi primer disco, Piece Of Mind, que lo compré por la portada en Galerías Preciados. Recuerdo mi primer Back In Black (llegué a tener seis), recuerdo las horas que pasé sentando en la cama leyendo las letras, los créditos y los agradecimientos que los músicos ponían en la funda interior.
Un día los vendí todos. No fue por que quise, pero tuve que hacerlo. Volví a comprar, pero no fue lo mismo y desde entonces no compro más. Tampoco tengo donde hacerlo si no es por internet que, aunque también tiene su gracia, no permite ensuciarte los dedos en las cubetas.
©Don Críspulo
Zeppelin Rock Sabbath
"Recuerdo las horas que pasé sentando en la cama leyendo las letras, los créditos y los agradecimientos que los músicos ponían en la funda interior."
ResponderEliminarLe comprendo tantísimo.
¡Qué gran artículo, master!
ResponderEliminarGRANDE!!...se puede decir más alto pero no más claro..BRAVO!!..ahhh..hoy dia puedes ensuciarte los dedos aún..internet es una via más de compra..en Barcelona siguen habiendo muchas tiendas que venden vinilos como hace 30 años.. :))..por mucho internet que haya el VINILO no morirá jamás, es un soporte demasiado entrañable..Master Críspulo de lo mejor que he leído en mucho tiempo, he sentido cada palabra. Un abrazo!!
ResponderEliminarSuscribo cada palabra: yo aún sigo juntando la torre de veintitreinta vinilos cuando voy a una tienda y luego miro mi presupuesto y digo, venga, los tres del medio... ¡larga vida al vinilo!
ResponderEliminarMagnífico artículo... Yo durante mi época universitaria me dedicaba a bajar miles de discos que nunca he llegado a escuchar, no tiene sentido. El hecho de comprarlo no es sólo por escucharlo es prácticamente fetichismo. Yo intento ir a todas las ferias de discos que hay en Murcia y por suerte sigue habiendo un par de tiendas donde ensuciarse los dedos
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