Por Esteban Martínez (@EMartineC)
del blog Benditos Discos
Teniendo en cuenta el delicado momento de salud por el que Ozzy Osbourne está pasando, era de esperar que la edición de su último disco, Ordinary man, viniese acompañada de una carga emocional importante. Así lo ha entendido el vocalista y los cercanos que lo asesoran, por lo que han armado entre muchos un disco que pretende definir el momento actual del Príncipe de las Tinieblas, un álbum que incluso huele a despedida en algunos de sus pasajes (basta leer los títulos: ‘Goodbye’, ‘Today is the end’...) e intenta en sus casi cincuenta minutos de duración abordar varias de las facetas musicales de la carrera del vocalista. Sin embargo, han fallado. La jugada les ha quedado tan obvia e impostada (la imagen de la portada ya anticipa), carente de magia y naturalidad, que funciona efectivamente en muy pocos momentos.
Los adelantos nos hablaban ya de un álbum caricaturesco. Primero fue un vídeo para la predecible y genérica ‘Straight to hell’ donde pudimos ver a un Ozzy intentando hacer de sí mismo y luego ‘Ordinary man’, una balada simplona que pese a sus evidentes intenciones no logra emocionar y donde ni siquiera la presencia en una estrofa del gran Elton John logra levantar el nivel de un tema que comienza y termina sin pena ni gloria. Y si los adelantos no funcionaban, el resto del trabajo tampoco mejora el nivel.
Partiendo de la base de que jamás se logra la oscuridad pretendida, ahí bastante de la culpa recae en la producción de Andrew Watt (Justin Bieber, Post Malone, Selena Gómez, Blink 182), quien ha hiperfiltrado voz de Ozzy y dado muy poco peso a las guitarras + batería en la mezcla mera, pero también en la evidente falta de inspiración que se desprende en el canción a canción. El caso es que el disco se debate entre temas de rock poco afilado y baladas que no impactan, donde una canción como ‘All my life’ se percibe pesada y carente de magia, ‘Goodbye’ o ‘Today is the end’ tienen toda la vibra oscura que en 13 de Black Sabbath tan bien funcionó (y que a la postre servirá como el verdadero epitafio en la carrera de Ozzy) pero que esta vez simplemente no anda y suena forzada (¡a la guitarra le faltan toneladas de peso!), ‘Eat me’ o ‘Scary little green men’ suenan derechamente predecibles y ‘Holy for tonight’ peca de lo mismo que ‘Ordinary man’, el manual para baladas melosas se huele a kilómetros de distancia.
Por si todo esto no fuese suficiente problema, el disco cierra con dos colaboraciones entre Ozzy y Post Malone, ambas sin ninguna coherencia tanto entre si como con el resto del disco. De todas maneras, es justo mencionar que los aires punkoides de ‘It’s a raid’ sorprenden y logran aportar frescura pero tan rápido esta acaba aparece ‘Take what you want’, de la cual solo diré que es un tema Post Malone feat. Ozzy Osbourne, es decir, no pega absolutamente nada acá.
En definitiva, independiente del cariño y respeto que uno pueda tener frente a la figura de Ozzy Osbourne, negar que Ordinary man es un “quiero pero no puedo” en toda regla resulta un absurdo. Un popurrí de colaboraciones que dejan a entrever de manera evidente la cantidad de manos que estuvieron aquí involucradas y que lejos de impactar positivamente no han sino acabado por entregar un disco poco claro en materia de intenciones pero por sobretodo: demasiado forzado. Un álbum que no fluye ni conquista.
le has dado en la critica,ademas es un peñazo de disco,y es de esos de oir una vez y que no te apetece escucharlo nunca mas
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