por Möbius el Crononauta
del blog La cinta de Moebius
Creo que no está de más recordar que el reestreno de King Kong en 1952, en mitad de la vorágine de películas de ciencia ficción, no sólo demostró que el gran gorila todavía tenía gancho comercial, sino que dio a las productoras ávidas de nuevas historias fantásticas con las que sacar su tajada de la taquilla un nuevo concepto de trama de ciencia ficción: el bicho gigante. El éxito de ese reestreno le vino de perilla a Ray Harryhausen, quien ya había demostrado su dominio de la técnica del 'stop motion' (animar figuras y maquetas fotograma a fotograma), amén de perfeccionarla permitiendo insertar las figuras en escenarios reales. El gran recibimiento de El monstruo de tiempos remotos, película de cuyos efectos especiales se encargó Harryhausen, le convirtieron en el hombre con quien había que hablar si se quería un bicho gigante que diera el pego en la gran pantalla.
Por lo general, lo que importa de las películas de Harryhausen son sus efectos artesanos, más que la historia en sí. De hecho en cuanto se ganó el respeto de la industria quedó claro en que cualquier proyecto de Harryhausen el verdadero artífice del film era él, más que el propio director, y por tanto todas sus películas, sea quien sea el director, tienen un mismo espíritu. Harryhausen prácticamente tenía la última palabra durante la preproducción, y por supuesto en las escenas animadas él era el director, el iluminador y todo lo demás, supervisando, por último, el rodaje de las escenas en plató en las que posteriormente insertaba sus criaturas.
Por tanto en 20 Million Miles to Earth (en España, El monstruo de otro planeta) poco importa si el bicho sale de una expedición a Venus o del fondo del Antártico; lo importante es disfrutar con la artesanía de Harryhausen y sus animaciones, que en esta ocasión se fundían con esplendorosos fondos de Roma, donde se situaba la parte final de la película. Fue Harryhausen quien decidió que la trama se situara en Italia, porque era un lugar que quería visitar pero no tenía bastante dinero para ello. Eso brindó a sus fans espectaculares escenas del monstruo en el Coliseo, que en este caso sustituía al Empire State.
No hay mucho que añadir. 20 Million Miles to Earth ofrece al espectador la vieja magia de Harryhausen. Los habrá que crean que en plena era de la infografía, el 3D y demás ver películas de figurillas animadas no tiene sentido alguno, pero yo cada vez se lo veo más.
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