ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Traidor en el infierno" (Billy Wilder, 1953)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Crítica de "Traidor en el infierno" (Billy Wilder, 1953)


por Möbius el Crononauta



If I ever run into any of you bums on a street corner, just let's pretend we've never met before.

Fue uno de los grandes éxitos comerciales de Billy Wilder con uno de sus actores preferidos, William Holden, aunque hoy en día es una película que ha quedado relegado con el título de "menor" en la filmografía del austríaco. Adaptada de un éxito de Broadway, conforme el guión se fue perfilando Wilder fue creando el personaje del cínico sargento Sefton para William Holden, a quién no le gustaba el papel pero fue obligado a aceptarlo por el estudio.




Traidor en el infierno transcurre en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y cuenta el día a día de unos prisioneros norteamericanos en el recinto. Cómo tratan de divertirse, de evadirse de su triste condición y, por supuesto, de evadirse del campo. Aunque cuando una fuga se frustra y todo parece irles mal comienzan a sospechar que hay un traidor entre ellos. Sefton, un prisionero dedicado al mercachifle que comercia con los alemanes, y a quién casi todos odian, pronto es señalado como el culpable. A partir de ahí asistimos a una lucha de Sefton contra sus compañeros mientras el supuesto traidor aguanta el ostracismo y los golpes mientras trata de descubrir al verdadero culpable.




Aunque la historia era básicamente la misma que en la obra teatral, Wilder y el guionista Edwin Blum reescribieron los diálogos, con lo que nos encontramos con una cinta donde el espíritu del director se puede encontrar en cada escena. A pesar del escenario y la época Wilder se las arregla para arrancarnos una sonrisa de vez en cuando con varios secundarios de corte humorístico y con el ingenio de los prisioneros para llevar una vida más o menos alegre. También podemos encontrar ese "toque Lubitsch" que el austríaco siempre buscó en sus películas, desde la escena del comandante Scherbach que camina descalzo por el despacho y se calza sólo para hablar por teléfono con su superior y dar taconazos, hasta esa entrañable carta que recibe un soldado dónde su mujer le cuenta que ha decidido "adoptar" a un niño que casualmente se parece a ella. "¿Es posible?", se pregunta el soldado. "Sí, es posible", se autoconvence el no muy espabilado prisionero. Pero si en algo se caracterizaban Lubitsch y Wilder es que si tenían una broma buena podían llevarla más allá y convertirla en un chiste genial. Así que estén atentos a la segunda aparición del bigotudo prisionero.




En realidad Traidor en el infierno es una cinta de misterio y evasiones complementada con geniales momentos de comedia sin que ninguno de los tonos llegue a sobresalir demasiado o molestar a la trama, y eso, amigos, está al alcance de sólo unos pocos. Pero por eso Billy Wilder está entre los grandes y yo estoy aquí escribiendo sobre él.

Estupenda coreografía cinematográfica la que lleva al momento en que Sefton comienza a sospechar cómo el espía se comunica con los alemanes: comenzamos con unos momentos alegres y bailes de los prisioneros en las vísperas de Navidad, mientras descubrimos quién el espía ante las mismas narices de Sefton, que descansa de una paliza. Es entonces cuando la cámara enfoca a una pared y unas sombras "encienden" una bombilla sobre la cabeza del sargento.




La magnífica interpretación que ofreció William Holden (un tipo que se merece mucho más crérito del que se le atribuye) le valió un premio de la Academia, y en el lado alemán destaca todo un Otto Preminger como el marcial comandante del campo. Entre los secundarios tenemos al orondo y simpático alemán Sig Ruman como el sargento Schultz (creo recordar que ese mismo nombre lo gritaba sin parar en Ser o no ser) y al elegante Peter Graves (que quizás algunos recuerden como el comandante Cambion de Aterriza como puedas).

Billy Wilder quería en su película a prisioneros sucios y un campamento sucio. Lo llenó todo de barro, como se puede apreciar en la película. El primer día de rodaje Wilder se presentó con su mejor vestido y sus mejores zapatos y se metió en el lodo. Era su forma de convencer a los actores para aceptaran ensuciarse durante el resto del rodaje.




Cuentan también que un directivo de la Paramount se entrevistó con el austríaco y le hizo saber la preocupación de los jefazos respecto a las recaudaciones en la Alemania Federal. Le pidió que cambiara a los guardias alemanes por polacos. Wilder, que había perdido a varios familiares en los campos de concentración, se enfureció y se negó rotundamente. Por este y otros motivos poco después abandonaría la Paramount.




En el libro Conversaciones con Billy Wilder el director apunta que la frase que el personaje de Holden (que encabeza esta entrada), convertido ya en héroe, dirige a sus compañeros, era el mejor "te quiero" que podía tener entre hombres. Lamentablemente aquí se tradujo por algo así como "si os vuelvo a ver os retaré a un combate de boxeo" y todo el posible romanticismo de la escena se perdió. Cosas del doblaje.

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