Papel mojado
Las pastillas suelen tener un efecto casi inmediato, pero este efecto no dura más allá de cinco horas, así que, aunque me acuesto tarde, a eso de las seis de la mañana acostumbro a estar despierto. Mientras mi mujer duerme como un lirón a mi lado, mientras silba o respira sus sueños, yo velo, doy vueltas para uno y otro lado como veleta que mueve el viento o simplemente miro hacia la ventana esperando, quietecito, los primeros rayos del amanecer chocando contra ella e iluminando levemente el dormitorio. Esa hora u hora y media la suelo dedicar a pensar en mis proyectos. Pienso, por ejemplo, en aquello a lo que dedicaré el día más allá de mi trabajo: por ejemplo, en escribir algún microrrelato, cuya idea intento dejar más o menos esbozada en esos momentos. Planteo la trama, que puede partir de cualquier cosa trivial, de cualquier rutina o costumbre, de un hecho concreto, que no tiene por qué ser relevante y ni siquiera biográfico, de lo que sea. A veces,esos sí, me apoyo en mi propia experiencia -casi siempre muy casera, porque es muy casero uno-, y, a raíz de esta, tejo la breve urdimbre del argumento, una especie de telaraña apenas empezada. Con uno o dos personajes casi que me sobra para armar la narración, que en ocasiones no pasa de ingrávida, levemente sostenida por hilos muy finos, por unas primeras palabras que van dando forma a algo aún inconexo, borroso, pero que quisiera nacer para convertirse en. El ser original casi que ni se lo plantea uno, pero si al menos llega a redondear algo ocurrente se siente uno triunfador de sí mismo: como si de entre los escombros de su voluntad hubiese podido rescatar algo seminuevo o una muñeca desnuda y sin una pierna. Pero algo. Algo con apariencia de valioso, una pequeña llama nacida del rescoldo.
A eso de las siete o siete y media, me levanto, paso por el baño, me hago el desayudo, me ducho, me afeito, me visto, beso a mi esposa (que también se ha levantado llegada de no sé dónde cuando me mira como desde detrás de un visillo), cruzo unas palabras con los niños cuando levantan la vista del móvil y marcho al trabajo habiéndome olvidado por completo de ese maravilloso microrrelato... que les iba a contar ahora.
ÁCS
A mi me acostumbra a pasar algo parecido, pero es a las cinco cuando despierto y -en lugar de pensar en proyectos- me maldigo porque lo que quiero es seguir durmiendo. La misma angustia me lo impide y acabo levantándome y funcionando como un zombie hasta el momento de coger el coche para ir a trabajar, sin ganas, en pos de ese castigo bíblico llamado trabajo que me permite cobrar a final de mes y vivir en esta sociedad malsana en la que, como hámsters en la rueda, corremos para no quedar descabalgados sin remedio. Puto domingo gris.
ResponderEliminarPropongo el suicidio colectivo, y que la naturaleza comience de nuevo su proceso, jaja.
EliminarBueno... pero que sea por la tarde, que ahora toca comer y esta mañana me he levantado a las 8.30 para hacer un pollo con cigalas que me ha quedado -al menos en apariencia- muy aparente.
Eliminar¿Y para cuándo esa comida prometida? ¿O nunca ha llegado a prometer tal cosa? jaja (Es usted un amo de casa con todas las de la ley; por casa gachas: una delicia que en manos de mi venerada esposa se convierte en un caprice de dieux).
EliminarUn día me paso por tu pueblo y te hago algo a los fogones, venga. ¿Gachas dices?, eso tiene pinta de ser light, wellness... y de atracarse luego a Danacol para bajar niveles jajajaja
EliminarPor cierto, mi pollo con cigalas estaba de muerte.
Usted pone el bien hacer y yo el resto, incluso me presto a ser pinche de cocina. Las gachas, que deberías probar sí o también, son una delicia manchega elaborada a base de harina de almortas (guijas, titos), con su poco de pimentón y setas fritas.
Eliminar