by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)
Después de haberme dado un atracón de cine profundo con la última cinta de David Lynch, quise disfrutar de una sesión típicamente palomitera para la que no necesitase ejercitar las neuronas. La película escogida en primer lugar fue Motel Hell, un subproducto de serie B entre terrorífico y gore que cuenta la historia de Vincent y su hermana, dueños de un motel perdido en el bosque de algún pueblucho de la América profunda en el que se dedican a secuestrar turistas y utilizarles como materia prima para el negocio de alimentación que regentan, las reputadas y sabrosas Carnes ahumadas del granjero Vincent.
Una de las aportaciones de la cinta –la única diría yo- es que a sus víctimas no las asesinan sin más. Antes las entierran en un huerto como si fuesen nabos y –tras cortarles las cuerdas vocales para que no griten- las van alimentando hasta que consideran que están preparadas para el sacrificio. Así es, amiguitos, Vincent y su hermana son unos gourmets de horror, los putos Adriá y Ruscalleda de los slasher de paletos.
En fin, lo dicho, cine palomitero al 100% con protagonista inocente y candorosa que le da la réplica al par de degenerados, un policía palurdo y enamorado, víctimas estereotipadas –desde jóvenes que viajan en su furgoneta a parejas en escapada sexual-, ciertas dosis de humor gore –con homenaje al Leatherface de La matanza de Texas incluido- y alguna escena pretendidamente picante. Para amantes del terror clásico eighties sin demasiada sangre, violencia ni mensaje.
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