Invitamos en una entrada anterior al poeta don Luis de Góngora para que inaugurase esta nueva sección dominical del blog que titulábamos "Poesía erótica española", sección que iremos surtiendo con nuevos y atractivos productos las más de las veces desconocidos para los lectores, pues suelen ser éstos poemas que no pasan a las antologías por tratarse, como podréis suponer, de escritos muy subidos de tono, si bien -como ya indiqué en la entrada de marras- hoy en día simplemente nos hagan esbozar sonrisas y, sobre todo, tomar conciencia de que incluso las más altas plumas de nuestra historia literaria son humanas (demasiado humanas), y no se corresponden con nombres de extraterrestres que un día bajaron a dejarnos sus tesoros a los que somos más de andar por casa, como para el gasto. Bueno, para el gasto podrán servir también estas nada sutiles trovas de la gaya ciencia.
Casi todos dejaron su erótica impronta (por no llamarla directamente pornográfica) en sus escritos. Pocos se libraron, y por no hacerlo no ocurrió ni con los románticos (no tenía por qué). Así que Zorrilla, Bécquer o Espronceda a veces se apartaron del redil y sucumbieron a estos asuntos terrenales y a dejar volar su imaginación por terrenos escabrosos, a enarbolar sus afiladas plumas para hurgar en lo más oscuro del alma guiados por la musa de sus deseos más sucios. Precisamente un soneto de este último es lo que quiero dejaros hoy por aquí. Sí, amigos, a veces don José apartaba a un lado canciones del pirata, cantos a Teresa o estudiantes de Salamanca y se dejaba tentar por asuntos truculentos y morbosos. El pacense era humano. ¡Qué carajo, Dios del cielo! ¡Ni el mismísimo cipote de Archidona! Y es que es tanta su "ansia coñicida". Sé que la lectura no admite el imperativo (eso me lo enseñó Daniel Pennac), pero leed, hermanos.
[Aviso: si alguno se escandaliza por estos versos, pero en su lectura llega hasta el final, tranquilo, no nos chivaremos a su mamá].
Un carajo impertérrito, que al cielo
su espumante cabeza levantaba
y coños y más coños desgarraba,
de blanca leche encaneciendo el suelo,
en su lascivo ardor, cual Monjibelo,
nunca su seno túrgido saciaba
y con violento empuje penetraba
hórridos bosques de erizado pelo.
Venció a la humanidad; quedó rendida
la fuerza mujeril; mas él, sediento
siempre y siempre con ansia coñicida,
leche despide y mancha el firmamento,
dejando allí su cólera esculpida (1) (1) La vía láctea
del carajo en eterno monumento.
José de Espronceda
[Extraído del Cancionero de obras alegres (1875); reeditato por Alta Fulla en 2000].
ÁCS
Ansia coñicida, jajajaja... pués no iba salio el colega..jajaja...gráfico a rabiar. :D
ResponderEliminarAwesomeness over 9000
ResponderEliminarEs uno de los mejores poetas que ha parido la península. Este poema es precioso.
ResponderEliminarSí señor, sin sutilezas y sin tapujos. Exquisito
ResponderEliminarNo se puede colocar otro poema erótico debido a la misoginia que desprenden.
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