On the Beach
EL padre hizo un gran hoyo en la arena de la playa, a poca distancia del mar. El niño, con su cubito rojo, empezó a traer agua para vaciarla en el agujero, que para él debía de ser gigante. El padre lo miraba tumbado plácidamente en la hamaca: Robertito llenaba su cubo hasta arriba de agua de mar y luego lo traía con gran esfuerzo hasta el hoyo. Una sonrisa involuntaria se dibujó en el rostro del padre que, poco a poco, fue quedándose dormido. Eran las cinco en punto de la tarde.
Cuando despertó de su sueño, el padre miró el reloj. ¡Las agujas marcaban las siete menos diez! Había un gran jaleo. Algunos bañistas vecinos empezaban a protestar. Una estudiante en topless que leía a Sartre a su lado fruncía el ceño descaradamente y lo miraba con un asco desmedido. Un hombre gordo con gafas de sol había salido incluso desde debajo de su sombrilla y se había puesto a hacer gestos imprecatorios dirigidos a él. El padre miró entonces hacia el mar. A lo lejos, muy lejos, vio cómo Robertito, más pequeño en la distancia, parecía acercarse hasta donde él estaba con un nuevo cubo de agua.
©Ángel Carrasco Sotos
Bueno, no me lo creo, ayer dejé escritas unas perlas sobre este cuento y no se han publicado. Ya estoy harta de blogger y de sus recortes...
ResponderEliminarTe decía algo estupendo (siguiendo mi línea) y era algo como que a los niños no se les debe perder de vista NUNCA. Es el primer mandamiento para ser un buen padre.
Además veo que, al igual que Tarantino, sales en tu propio micro, jajaja.
Bueno, que me gustó mucho el cuento de hoy y que eres un crack y un tío mú salao.
O como Hitchcock, porque seguro que me identificas con el gordo, jaja. Por cierto, y hablando de todo un poco, tú sí que eres salá.
Eliminar¡¡¡Dios, la verificación de comentarios, otra vez!!!
ResponderEliminarPues sí, y muy a mi pesar, pero es que se me cuelan todos los días unos 10 anónimos en inglés para dar publicidad a sus páginas y eso. ¡Y estoy harta de tanto borrarrr!
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