ZEPPELIN ROCK: BLUE ÖYSTER CULT - The Rovölution by Night (1983): CRÍTICA Review

sábado, 17 de diciembre de 2022

BLUE ÖYSTER CULT - The Rovölution by Night (1983): CRÍTICA Review


por Rockología (@Rockologia_)
del blog Rockologia


He aquí, amigos, uno de esos discos denostado y devastado por la crítica de la época y por las orejas más afiladas y las más finas de la crítica rocanrolera, dura y blanda; y no puedo estar más en desacuerdo. Me atrevo a afirmar que este noveno disco de estudio de la banda neoyorquina Blue Öyster Cult, abunda en calidad y se puede encuadrar entre lo más destacado de su prolífica discografía. Si no conocéis al grupo, cualquier disco es de escucha más que recomendada.



La banda sobrevivió en sus primeros años a base de canciones robustas y gruesas que les granjearon fama sin fortuna. Tras tres discos de estudio y un fantástico directo, decidieron girar el volante para buscar ese impulso comercial. Grabaron su inmortal single (Don’t fear) the reaper para el álbum Agents of fortune (1976), siguieron vendiendo bien con Godzilla (Spectres, 1977). Situados en primera línea, con un disco de platino y otro de oro en el mercado yanqui, intentan engancharse a las modas sonoras de finales de década. Fichan a Tom Werman (Cheap Treak, Ted Nudgent, posteriormente Mötley Crüe y otras estrellas de los ochenta) para Mirror (1979) con poco éxito. Cambian de palo hacia un sonido más rudo con la producción del por entonces gurú Martin Birch (Cultösaurus Erectus, 1980, y Fire of unknown origin, 1981). Las ventas se habían estancado, aunque los conciertos no faltaban. Tras un tercer directo, saltan al ruedo de nuevo con este The revölution by night. Deciden apostar por un productor joven que está teniendo éxito en Canadá y Estados Unidos con Loverboy (Get lucky consiguió despachar 4 millones de copias desde su salida en 1981). Ese tipo se llamaba Bruce Fairbairn. Y es curioso, porque Jon Bon Jovi afirma que al escuchar este álbum disfrutó tanto con el sonido que quería a Bruce para su banda; se unieron pocos años después y grabaron Slippery when whet (1986), convirtiendo a Fairbairn en el chico de moda: Aerosmith, AC/DC, Scorpions, Poison. El rey Midas de finales de década.



De manera intencional, los cerebros compositivos de Blue Öyster Cult querían dar a sus canciones un sonido más amable para las radios de la época, donde el rock de REO Speedwagon, Journey, Y&T y demás estrellas del AOR triunfaba. Y, en ese sentido, acertaron de lleno. Las canciones suenan amables, sin perder el trasfondo hard rock, con protagonismo de las melodías, los arreglos sencillos insuflados de pop y sintetizadores (bienvenido a los ochenta) y buenos estribillos. Pero también tiene excelentes solos de guitarra y algunos cambios rítmicos y partes vocales más turbias. Y, sobre todo, fantásticas canciones.  

La banda entró en el estudio sin uno de sus fundadores, el cantante-batería-compositor Albert Bouchard. Su puesto con las baquetas lo ocupó Rick Downey. El resto de la banda seguían siendo Eric Bloom (guitarra y voz), Joe Bouchard (bajo, guitarras, vocoder y voz), Allen Lanier (sintes y pianos) y Donald Roeser (guitarrista principal, teclas varias y voz). Para la composición se ayudaron de unos amiguetes: Aldo Nova, Ian Hunter, Patty Smith, Greg Winter y un largo etcétera.



Abre la cara A el riff magnífico de Take me away: «I lift my eyes and say/come on, take me away». Juegan con sus historias de ciencia ficción y mundos mágicos y la pérdida de esperanza: venid a por mí. Buen estribillo, con un arreglo espacial antes del solo de Roeser y Aldo Nova, asalvajado. Sigue Eyes on fire, con un comienzo de piano nos adentramos en ese sonido más amable y popero del álbum, en una canción típica del rock de radiofórmula de aquellos años (incluso me suenan más a Survivor); parece de banda sonora. Me gusta cómo cambian de tono tras el segundo estribillo para dar paso a una parte instrumental melódica breve y volver al estribillo. Un single que no funcionó. Shooting shark, la canción más larga, compuesta con Patti Smith, extiende ese sonido dando algo de protagonismo a la pareja rítmica abrazando una estructura progresiva, pero sin salirse de los estándares melódicos, consiguiendo un aire Phil Collins/Genesis al conjunto. Una canción de amor desesperado: «sick of hauling your love around/want to run the train alone/but the engine tracks straight throug your heart/and weighs me like a stone». Buen adorno del saxo de Marc Baum y ojito a la guitarra. Cierra esta cara A un corte algo más complejo y rápido, Veins, con buenos guitarrazos mezclados con el sinte, muy al estilo Gamma, por ejemplo, para darnos un estribillo pegadizo (aunque falto de fuerza, unos buenos coros ahí lo hubieran petado) y épico final. 



Girando el disco suena otra de mis favoritas, Shadow of California, con cambios de ritmo, adornos vocales y guitarreros por doquier, anunciando la revolución que con la oscuridad vendrá a nuestra ciudad: «revolution by night/in this future/kings of the shadow/on the highway of night». Roeser se curra otro buen trabajo. Con misterio empieza Feel the thunder: voces lejanas, susurros, para crecer con fiereza y dramatismo contando la historia de tres moteros que se estrellaron «en su carretera favorita» hinchados de alcohol y cocaína, su «último viaje», del que vuelven una vez al año: «now you can hear them every Hallows Eve/forever doomed to ride». Gloriosa. Simple y directa, contrasta Let go, compuesta con Ian Hunter, roquera, bacilona, con un piano muy sixties y un rollo fiestero, incluyendo su simple estribillo para gritar con unas cervezas de más en honor a la banda («you can be whatever you want to be/you got the power, we got the key/yeah, B.O.C.»). Tras la fiesta, sigue el acelerón de Dragon Lady y su emocionante estructura en la que se intercalan pasajes guitarreros con la historia de amor a esa dama misteriosa que nos arrebata el corazón (quizá, según se entienda la letra, literalmente). La única canción que canta Bouchard, Light years of love, es otra historia de amor, esta más clásica, en formato balada, algo pegajosa, bien arreglada, con unas acústicas acompañando pianos y sintes (el propio Bouchard se marca un pequeño solo de guitarra española). Un cierre melancólico.

El workart corresponde a John Berg con ilustraciones de Greg Scott. Si bien la portada, inspirada por Feel the thunder, resulta algo extraña, la contraportada me flipa. El símbolo de «los Cult» mezclado con el rollo egipcio da de pleno en mi clavo.

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