ZEPPELIN ROCK: SPIRITUAL BEGGARS - Earth Blues (2013): CRÍTICA Review

martes, 2 de noviembre de 2021

SPIRITUAL BEGGARS - Earth Blues (2013): CRÍTICA Review

 


 por JLBM



En el año de 1993 el guitarrista Michael Amott dejaba Carcass y formaba Spiritual Beggars. Aquel proyecto de Amott se convertiría en un sólido intento de recuperar el glorioso sonido de los primeros 70, cuando el rock duro y el metal daban sus primeros pasos. Un retorno a unos sonidos que parecen estar ahora de moda, pero que Spiritual Beggars llevan atrapando ya durante veinte años.



Hace tres años Spiritual Beggars publicaba Return To Zero, un fantástico álbum que parecía atisbar un cambio de dirección que hoy, tras el lanzamiento de Earth Blues, se consolida de manera asombrosa.

Earth Blues es un disco excelente, en el que la composición y la interpretación rayan a gran altura y en el que la producción se muestra robusta y moderna, cimentando de manera sólida el tipo de música que la banda interpreta en el álbum. Un sonido crudo y pesado con el que Spiritual Beggars vuelven a transmitir las mismas gozosas sensaciones que en Return To Zero, superándolas incluso.

Menos stoner y menos psicodélico que sus predecesores, se puede afirmar que Earth Blues muestra de manera concisa la nueva dirección que ha tomado la banda, por supuesto sin renunciar a esos riffs abrasadores y ese Hammond diabólico que les confiere esa sobredosis de poder y energía marca de la casa.

Amott ha mantenido la misma formación del Return To Zero, y eso es un logro que evidentemente favorece el resultado final de Earth Blues. El guitarrista de Arch Enemy sigue siendo el alma de la banda. Sus pegajosos riffs y poderosos solos se bastan por si mismos para elevar la música de Spiritual Beggars a cotas muy elevadas. Michael Amott sabe sacar lo mejor de su instrumento, teniendo en cuenta además el posible handicap de ser el único guitarrista de la banda, algo que se compensa con creces gracias al mágico aporte del teclista Per Wiberg, miembro también de Opeth. Sus teclados retro son una garantía incluso antes de escuchar el disco, y son capaces a través del magisterio de Wiberg de mantener el ya de por si difícil equilibrio entre lo heavy y lo sinfónico.

La batería de Ludwig Witt continúa en esa línea de solidez perenne tan complicada de mantener, algo que tal vez le debería hacer gozar de un mayor predicamento, mientras que el bajo de Sharlee D'Angelo, compañero de Amott en Arch Enemy, refuerza sus pesadas líneas de bajo adaptándose de modo casi perfecto al estilo musical de Spiritual Beggars.

Mención aparte merece Apollo Papathanasio, el tipo que desde el Return To Zero da voz al proyecto de Amott. Seguramente hay gente que añora a Janne "JB" Christoffersson, pero la habilidad de Papathanasio para adaptarse a un estilo diferente al de Firewind, su banda, es digna de elogio. Si el griego dejó alguna mínima sombra de duda en Return To Zero, en Earth Blues las disipa por completo. Menos oscuro que Christoffersson pero capaz de subir y bajar con facilidad en unos rangos vocales que van desde Robert Plant hasta Joe Lynn Turner pasando por un temprano Coverdale o incluso hasta Chris Cornell. Sobresaliente.

Cinco músicos que individualmente tienen sus momentos de protagonismo en el álbum gracias a una producción que hace especial hincapié en ese aspecto. Cinco tipos que podrían ser la base de un super grupo aunque realmente no lo son, dando un giro radical de 180 grados con respecto a la música que elaboran en sus bandas de procedencia, concentrándose en profundizar en los largo tiempo olvidados, y ahora en auge, sonidos de los 70.



Earth Blues es un fabuloso ejemplo de rock de la vieja escuela en el que por supuesto, las influencias son notorias y evidentes. Sin embargo Spiritual Beggars no hace copia y pega de esas fuentes, dotándolas de un estilo único y personal y convirtiéndose por derecho propio en uno mismo de aquellos grupos a los que idolatraron. Más que emular a sus héroes, Spiritual Beggars se transforman en nuevos héroes del rock.

Un trabajo que se basa fundamentalmente en la cohesión total de los doce cortes que en el protagonismo individual de cada uno de ellos, aunque por separado la inmensa mayoría de pistas de Earth Blues brillan con luz propia. 

Cada tema está bien escrito y mejor interpretado, moviéndose con igual facilidad por los trallazos dominados por los riffs abrasadores de Amott como por los más melódicos en los que el teclado de Wiberg marca la pauta. Temas que son prácticamente un repaso a la inmensa mayoría de las influencias que han hecho grande a Spiritual Beggars. 

El álbum abre con "Wise As A Serpent", perfecta para mostrar por donde van a ir los tiros. Tema duro y contagioso en el que la intro a lo "Space Truckin'" y el tufillo a Coverdale iniciático no dejan lugar a la duda. Inmensa. No hay descanso y el demoledor riff de apertura a lo Black Sabbath de "Turn The Tide" transporta a un pedazo de tema plagado de rock de alto octanaje. 

"Sweet Magic Pain" se llena de armonías dulces como el infierno mientras que el comienzo a lo Thin Lizzy de "Hello Sorrow" cimenta un riff apocalíptico, teclados salvajes y toneladas de distorsión. 

Fabulosa es también la intro de teclado de "One Man's Curse", de base funky blues, así como emotiva es la pseudo balada "Dreamer", pequeña y bonita, elevando un tema normal a niveles superiores.

El ritmo funky de bongos hipnóticos de "Too Old To Die Young" podría transportar a algo así como Budgie, mientras "Kingmaker" es más de estilo "Stormbringer", con una fabulosa interacción entre los riffs de Amott y el Hammond de Wiberg.

"Road To Madness" es un alocado viaje, una especie de fusión grunge y hard rock que quita el hipo, y nos lleva a dos de los mejores momentos del álbum, un brutal "Dead End Town" y un inmenso "Freedom Song", frenéticos, llenos de ritmo y haciendo gala de las mejores virtudes de la banda.

"Legends Collapse" da carpetazo al álbum combinando todos esos elementos que han destacado en la totalidad del álbum.

Sin temor a equivocaciones Earth Blues será uno de los mejores trabajos del año 2013. Un álbum que suena a aquello que nos gusta tamizado por la batidora personal y única de Amott y Wiberg, unos tipos de los que puede que dentro de treinta años se hable con el respeto que se debe tener a aquellos que contribuyeron a hacer grande el rock.

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