ZEPPELIN ROCK: NEIL YOUNG - On the Beach (1974): CRÍTICA Review

sábado, 20 de noviembre de 2021

NEIL YOUNG - On the Beach (1974): CRÍTICA Review

 


por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia

Confieso que pocas obras de Neil Young disfruto tanto como On the beach. No digo que sea su mejor trabajo, que probablemente no lo es, ni que deba considerarse un imprescindible, que debe, sino que de toda la discografía de este tipo se ha convertido en una escucha recurrente a la que vuelvo con cierta frecuencia. Desconozco la razón, pero quizá sea porque condensa en menos de cuarenta minutos los atributos que le hicieron grande: composiciones sobresalientes, sensibilidad, depresión y mala leche a paladas, su particular mezcla de rock, folk, blues y country, un grupo de músicos haciendo bien su arte, letras sinceras y una producción básica que deja en el oído un poso de simplicidad genial. Hay una larga discografía parida por Neil Young, pero todo se resumen en On the beach



El período de opresión emocional que atravesaba se refleja en muchos aspectos del álbum. Las letras oscuras, la producción, la languidez de muchas melodías. No quiero verlo como un disco «triste», más bien desesperado, desesperanzado incluso, lleno de soledad e impotencia. Quizá las canciones que mejor representen estos sentimientos sean el tema que da título al disco y el corte final. On the beach representa quizá mejor que ninguna otra copla la sensación de desesperanza. Primero por el tono de la canción, melancólico, repetitivo, transmite soledad. Segundo por la propia interpretación de Young, arrastrada, lamentosa, un espectador del patético mundo. Tercero, el mensaje en sí: «All my pictures are fallin’/from the wall where/I placed them yesterday(…)I need a crowd of people/but I can’t face them/day to day». Graham Nash toca en este tema el piano. Los casi nueve minutos de Ambulance blues marcan un final apoteósico a este viaje emocional. Aunque la letra se dedica al final del «sueño hippy» y las esperanzas del verano del 69, la manera en que condensa la nostalgia y la pérdida al mismo tiempo es universal. Simple en su composición, con una guitarra acústica como guía, contiene una armónica llorosa que te parte el alma. 




Neil Young comienza el disco con dos cortes tranquilos de dulce envoltorio y venenoso mensaje. Walk on tiene un gran slide de Ben Keith (que toca de todo en el álbum) en la única composición ¿optimista? de la colección: «sooner or later it all gets real, walk on». La realidad acaba volviéndose real, avanza, sigue adelante. En cambio, la melodía de See the sky about to rain es suave, calmada, casi dulce, con un piano Wurlitzer memorable que da sentido al tema. Uno se imagina a Neil mirando al horizonte, viendo cómo el cielo se cierra y está apunto de llover mientras su rostro se arruga. Por cierto, oído atento a la batería (de Levon Helm, The Band) y a la armónica del final.




For the Trunstiles, es una sencilla canción de inspiración country, con dobro y banjo, donde se desenvuelve muy bien el maestro: «It will change you in the middle of the day/Though your confidence may be shattered». Como recordando que la felicidad es una gota o un pequeño instante que puede desaparecer con facilidad y ser traicionado. También con sencillez vuelve la acústica a Motion pictures (for Carrie), dedicada a su, por entonces, esposa, la actriz Carrie Snodgress. Una melodía más de excelente inspiración cantando a su mujer ausente, a quien parece ver en una película, lejos de casa, y promete hacer sonreír. Quedan otras dos de mis favoritas. En Revolution blues canta las «hazañas» de Charles Manson y sus locos drogados poco después de los fatídicos hechos. La canción se basa en un ritmo de guitarra repetitivo cortado por los solos bluseros de Crosby. Vampire blues, el tercer blues (de título al menos), ataca a la industria petrolífera: «I’m a vampire, babe,/suckin’ blood from the earth». Otro corte rítmico y arrastrado con la característica magia sencilla de Neil a la guitarra. 

No puede escucharse On the beach en un día soleado con amigos y unas cervezas. Necesita cielo gris, horizontes abiertos, soledad (¿qué tal la playa de la portada?) y beberse un par de copas con los oídos bien atentos.

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