ZEPPELIN ROCK: THUNDER - Laughing on Judgement Day (1992): Crítica review

sábado, 7 de marzo de 2020

THUNDER - Laughing on Judgement Day (1992): Crítica review


por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia



Para quienes no estén enterados, el grupo Thunder había debutado con exitazo a comienzas de la década tras años de dar botes por los garitos del Reino Unido. Llegaron a Donington como invitados y se lo comieron todo. Tras girar sin descanso, se metieron en el estudio con Andy Taylor (Duran Duran), quien había producido su debut, y tras varias semanas de duro trabajo eligieron catorce temas para conformar este artefacto de rock atemporal.




Las guitarras acústicas que abren el álbum en Does it feel like love? ya nos anticipan qué vamos a encontrar, esas influencias de las grandes bandas de los setenta, un tema ideal para comenzar con enormes guitarras a cargo de Luke Morley y Ben Mathews. El siguiente Everybody wants her tiene un aire más “americano” con ese cowbell, las guitarras cortadas y el estribillo melódico. Low life in high places se ancla en el blues-rock más sentido, una balada de peso con buena letra, estupendas acústicas y gran trabajo vocal de Danny Bowes.




Porque esto es Thunder en Laughning in Judegement Day, una mezcla de rock ochentero con una bestial base de blues y un conocimiento profundo de los clásicos del hard de décadas anteriores. Entre estos tres pivotes se mueven las canciones que estos cinco colegas se marcaron; además de Morley, Bowes y Mathews, tocaron en el álbum Harry James, batería, y Snake al bajo.

Los temas hard se llevan la palma. Laughing on Judgement Day, por ejemplo, combina un buen riff melódico con pasajes solistas interesantes, una buena batería y esa particular forma de Bowes para dejar su voz al borde de la rotura sin perder la melodía. Igual podríamos decir de Today the world stopped turning (algo más floja a pesar de un soberbio inicio y estribillo), Fire to ice (pedazo de riff) o Flawed to perfection (quizá la más americanizada de todas). Y enorme el cierre con Baby I’ll be gone, hard rock blues de guitarras interpretado con cojones.




En cuanto a las baladas, sin duda Empty city gana por su ambición, por su profundo sentimiento, por su ejecución. No se queda atrás A better man, quizá de mis favoritas, con una armónica muy bien metida y arreglos vocales de primera. Y qué decir de una canción con poso pop como Like a satellite, qué buena letra y qué bien interpretada, ruda y delicada a partes iguales.

En el álbum hay una inscripción que dice: para disfrutar este disco en auténtico estéreo nuestros ingenieros recomiendan que salgas y compres otra copia. Sin llegar a esta duplicidad, una gran colección de canciones que no puede faltar en ninguna estantería roquera.

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