ZEPPELIN ROCK: Crítica de LOS CUATRO MOSQUETEROS (Richard Lester, 1974): Reseña

martes, 24 de marzo de 2020

Crítica de LOS CUATRO MOSQUETEROS (Richard Lester, 1974): Reseña



por Möbius el Crononauta



Esta película titulada Los cuatro mosqueteros forma parte de la trilogía que Richard Lester dedicó a D'Artagnan y la obra de Dumas, y al igual que su predecesora fue una película bastante fiel a la novela original, entretenida, de humor bonachón y sin grandes alardes, buscando el simple y puro entretenimiento. El problema radicó en que los actores demandaron a Lester por esta segunda, y sorpresiva, parte. Fuera intencionadamente, o no, lo cierto es que el director, tras rodar Los tres mosqueteros, se quedó con tanto metraje en sus manos que llegó a la conclusión de que bien podía estrenar dos películas partiendo del argumento del primer libro del escritor francés. Los actores interpusieron una demanda y ganaron, dando lugar a una nueva cláusula tipo en los gremios de actores y demás.



Fuera o no una treta, lo importante de Los cuatro mosqueteros radica en su sencillez y poca ambición, sin alterar en demasía el texto original en cuanto a la trama se refiere, cuidando tan solo una estupenda ambientación (que nuestros paisajes y monumentos patrios ayudaron a crear) y un guión cargado de humor simplón y de aventuras, pero al mismo tiempo, que no engaña a nadie, ni trata de disfrazar a la película con tramas que no vienen al caso.

Junto con la versión de los años 40 de George Sidney, dudo que se puedan encontrar mejores versiones de la obra de Dumas. Por otro lado, los mosqueteros de Lester eran más sucios y realistas, dentro de sus novelescos arquetipos, y al director no le dolieron prendas en llevar la trama de Constance, la novia de D'Artagnan, hasta el final, tal y como se describe en la novela del señor Dumas.




Y es que esta segunda entrega giraba alrededor de la costurera de la reina y de la pérfida Milady, mientras entre medio se cruzan los habituales tejemanejes del cardenal Richelieu y los amoríos de la reina francesa con el guapetón Duque de Buckhingham.

De nuevo, como en toda la trilogía, la otra gran baza de Los cuatro mosqueteros, junto a su cuidada ambientación y su refrescante y bonachona simpleza, es el gran y acertado reparto que logró reunir el director para la ocasión. Michael York no es Gene Kelly, pero es un buen D'Artagnan, mientras que el aristocrático Richard Chamberlain encaja como guante de seda en el papel del religioso Aramis. El forajido Oliver Reed es el mejor Atos de la historia, y el tipo que hace de Portos se convierte, como en toda la trilogía, en el bufón oficial junto al buen Planchet. Sin olvidar al gran Vincent Price, el carismático Charlton Heston es, si no el mejor, sí el más mimético Richelieu de la historia del cine, mientras que otro grande, Christopher Lee, logra hacer de su Rochefort una mezcla de temible y cómico espadachín. Faye Danaway está increíble como la pérfida Milady, y Rachel Welch pocas veces ha dado mejores interpretaciones que haciendo de Constance. Por decirlo dentro del espíritu de la película, ciertamente su Constance da el do de pecho.




En fin, a Los cuatro mosqueteros no la nominaron a decenas de Globos de Oro ni Oscars, ni se habló de que hubiera cambiado la historia del cine, pero no le faltaba ni le sobraba nada. Ahí teníamos las peleas de espada llenas de patadas y golpes bajos, las maquinaciones de Richelieu, al rey de tensión baja y a la reina de enaguas sueltas; a los mosqueteros fieles, leales, pendencieros y borrachuzos; a Rochefort, sicario del cardenal y dogo de Milady, a la propia Milady que con sus encantos y su pintalabios habría derribado las murallas de Jericó; el escote de Constance, más poderoso que la armada inglesa...

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