ZEPPELIN ROCK: Crítica de CARRIE (Brian De Palma, 1976): Review

martes, 14 de enero de 2020

Crítica de CARRIE (Brian De Palma, 1976): Review


por Möbius el Crononauta



Si soy sincero, creo que los padres no deberían ver las películas de terror como algo negativo, o al menos deberían despreciar el buen terror como un medio educativo. Con buenas cintas de terror aprendemos a no confiar en extraños, a no entrar en sótanos oscuros, a no preguntar quién anda ahí, o, por ejemplo, a no meternos con el ser débil y asocial. Sobre todo si este ser posee terribles poderes telekinéticos.



Si uno quiere un buen chuletón nada mejor que la carne argentina, sino quiere una pizza excelente se va a Nápoles, y como se solía decir, nada mejor que tener un mecánico fiable y un cura comprensivo. Y para el mejor terror contemporáneo, ¿quién mejor que Stephen King? Carrie fue la primera novela que le publicaran al legendario exterior, y en cuanto cayó en las manos de Brian De Palma hizo saber a todo aquél que pudiera hacerse con los derechos el interés que tenía en rodar esa historia.




Aunque no he visto toda su primera filmografía como director (la cual se remonta a principios de los 60), desde luego si tuviera que elegir una película de De Palma de los 60 o los 70 sin duda esa sería Carrie. Muchas son las razones, por ejemplo lo mucho que me impresionaron esas terribles secuencias en el baile, y que todavía hoy provocan que un hilo de electricidad me recorra la espalda. ¿Qué se puede decir de Carrie que no se haya dicho ya? Es sencillamente una de las mejores películas de terror de toda esa estupenda ola de filmes del género que siguieron al enorme éxito de El exorcista.




En mi opinión gran parte del éxito del film radica no sólo en la estupenda dirección de De Palma, quien dejó fluir libremente sus influencias del cine de Hitchcock, recurriendo incluso a los violines de Psicosis (tras no poder contar con el compositor Bernard Herrman, quien falleció poco antes), sino a un estupendo y muy acertado reparto cuays audiciones se hicieron a mano a mano con las de Star Wars, en una de esas historias hollywoodienses que ya son pura mitología. Y por suerte para todos nosotros, no fueron Carrie Fisher, Melanie Griffith o Farrah Fawcet-Majors quienes se hicieron con el papel de Carrie White; cada una debía permanecer en otros sitios, porque ese papel había sido diseñado a la medida de Sissy Spacek.




Todavía me sigue impresionando la increíble transformación que nos muestra Spacek ante las cámaras, cuando estalla en la ya mítica escena del prom. Su delicada constitución y esos extraños ojos la hacían ideal para el papel, como demostró durante los castings, a los que se presentó animada por su marido. Cuando De Palma la vio supo que ya tenía a su Carrie. Y lo cierto es que el compromiso de la actriz con la película fue total, no sólo por sus íntimos desnudos, sino también por el hecho de dormir con su vestido gala puesto para mantener los visos de realidad, insistiendo en que fuera su mano la que protagonizara esa psicótica escena final, con lo que ello suponía, o, en definitiva, metiéndose en el proyecto y en su papel hasta el cuello. La Spacek ha rodado muchos otros films más íntimos y seguramente interesantes, y es al fin y al cabo una gran actriz, pero para muchos de nosotros Sissy Spacek es Carrie White, y nada podrá cambiar eso.




Y el resto del reparto acompañaba perfectamente, repleto de futuras promesas y de una increíble actriz como era Piper Laurie, que ya demostró de lo que era capaz en El buscavidas. Si hay una madre de todas las guerras, Laurie interpretó a la madre de las madres locas. Sobre el guión su papel estaba, nunca mejor dicho, tan salido de madre, que la actriz al principio creyó que aquello debía ser una especie de extraña comedia. Pero evidentemente no lo era, y su papel de Margaret White ha pasado a los anales de la historia cinematográfica como una de las más locas madres que se haya visto en el cine, solo superada, por supuesto, por la Faye Dunaway de Mommy Dearest.




Y si Piper Laurie está genial como madre enajenada, la futura compañera del más famoso policía cibernético, Nancy Allen, se convierte antes las cámaras en the ultimate bitch, haciéndole la vida imposible a la pobre Carrie. Y junto a ella un joven Travolta hace como sólo él podía hacer del típico macarra sin mucho cerebro. Por otra parte una deliciosamente joven Amy Irving debutaba en la gran pantalla conjuntando belleza y buen hacer, mientras que el entrañable William Katt, futuro gran héroe americano, que no fue escogido para interpretar a Luke Skywalker, se convirtió aquí en el guaperas del instituto de bucles rubios Tommy Ross, alzado sobre sus patitas traseras como un pequeño Robert Plant. Y por último Betty Buckley le hace uno pensar en lo dichoso que habría sido haciendo gimnasia con ella en plan Mrs Robinson, pero eso ya es harina de otro costal.

Carrie, magnifíca, tenebrosa, con aires de Hitchcock, y esa sutil capacidad que mostraba De Palma para combinar escenas líricas con el horror más impúdico y sucio, que sin embargo ofrecía siempre de la forma más elegante. Y todas esas escenas inolvidables: la ducha, los arranques telekinéticos, la increíble maravilla cinematográfica que es ese baile de graduación, y una escena final angustiosa y genial. Carrie, los ojos de Sissy Spacek, esa inquietante figurilla de San Sebastián... todo un clásico del terror, amiguetes.

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