ZEPPELIN ROCK: Crítica de "El hombre que mató a Liberty Valance" (John Ford, 1962): Film review

sábado, 5 de noviembre de 2016

Crítica de "El hombre que mató a Liberty Valance" (John Ford, 1962): Film review



por Möbius el Crononauta

Ved lo que pasó. Un pavoroso incendio había destruido muchas de las lujosas casas en Bel Air. No había demasiado tiempo que perder, y había que intentar salvar algo de la cama. Mary le preguntó a su marido si debía poner a salvo sus Oscar y otros premios conseguidos a lo largo de su carrera. El director de películas contestó: "No, quédate oólo con las fotos de mis padres". Finalmente el hogar de los Ford no se vio afectado por el fuego. Al día siguiente John Ford finalizaba el rodaje de una de sus películas más emblemáticas.




Sin embargo, El hombre que mató a Liberty Valance no fue vista así en los días en que fue estrenada. Para la mayoría de la crítica el film era mala copia de su obra anterior, un vehículo para el lucimiento de su amigo John Wayne y de un James Stewart cercano a la sesentena. Lo que el director norteamericano estaba ofreciendo era un legado, un compendio de su carrera y un homenaje al origen del western en la industria de Hollywood. Ford aún tendría tiempo de rodar cuatro películas más, aunque tuvo que abandonar el rodaje de Young Cassidy (1965) debido a una enfermedad. El hombre que mató a Liberty Valance fue su último gran film.




Tom Doniphon (John Wayne) ha fallecido tras una apacible vejez. A su funeral acude un importante senador, Ransom Stoddard (James Stewart), y su mujer, Hallie (Vera Miles), de quien Doniphon estuvo una vez (y tal vez el resto de sus días) enamorado. Hace muchos años Stoddard había llegado al Oeste tras haberse licenciado como abogado. Lleno de ilusiones y ansioso por labrarse un porvenir y servir a la justicia, se encontrará con la realidad de un territorio sin ley y con el látigo de un sádico criminal, Liberty Valance (Lee Marvin). La lucha entre los ideales de Stoddard en un medio hostil y la interacción de los personajes entorno al enfrentamiento entre la civilización (Stoddard) y el salvaje Oeste (Valance) servirá de telón de fondo para el legado de uno los director más grandes de todos los tiempos, el supremo creador del mito del western y del nacimiento de una nación, John Ford, director entre directores.




Así como probablemente no habría habido un Leone sin un Ford, El hombre que mató a Liberty Valance es la fuente de la que han manado títulos como Hasta que llegó su hora. Aunque si esta es la visión de un europeo amante del western hollywoodiense, aquella es el epílogo de un hombre que ayudó a hacer del western lo que es hoy en día, y en que en los últimos años de su vida y en el final de su carrera parecía no creer ya en la leyenda de los pioneros y del Oeste como heroica cuna de una nación. El hombre que mató a Liberty Valance es oscura, sin grandes escenarios, con un villano no sólo cruel, sino espantosamente realista. la magnífica interpretación de Lee Marvin sugiere un monstruo moderno, perfilando a un villano hijo de su época, más cerca del Norman Bates que de los pistoleros de Pasión de los fuertes.




La historia es un canto de cisne para el mundo sin reglas de los pistoleros; con un Valance bajo tierra y un Doniphon que ha sobrevivido como ha podido, es la política y el mundo moderno el que ha prevalecido. Así pues, no es de extrañar que un idealista Stoddard que había llegado en diligencia vuelva años después como senador viajando en el ferrocarril. El viejo Oeste, el mundo de Ford, parecían ya un lejano recuerdo.




Basada en un relato corto de Dorothy M. Johnson (autora también de otros western llevados al cine como The hanging tree o A man called horse), la historia había sido comprada por Ford y desarrollada para el guion por James Warner Bellah y Willis Goldbeck. Se añadieron a la historia detalles como la confesión de Stoddard o un Liberty Valance más politizado como pistolero al servicio de los grandes ganaderos que se oponen a la política de Washington. Con un James Stewart como el héroe idealista y un malvado Marvin, el director tuvo que convencer a Wayne de que participara en la película. Más tarde el fornido actor consideraría que lo único que había hecho en la película era "pasearse".




El reparto estaba completado por la ya citada Vera Miles como la enérgica Hallie. El lado cómico del film estaba en manos del shakespeariano Edmund O'Brien como el borrachín y heroico periodista Peabody (impresionante escena la de su paliza), y sobre todo en la oronda figura de Andy Devine como el inútil marshall del pueblo. Woody Strode interpretaba al siervo y compañero de Doniphon, el negro Pompey. Uno de los sicarios de Valance es Lee Van Cleef, mientras que el carismático político que pronuncia un discurso en la parte final del film es John Carradine.




El rodaje fue muy difícil para John Wayne, quién tuvo que soportar burlas y desprecios constantes por parte de Ford. El director se reía de sus sugerencias y en una ocasión le recordó que Strode había participado en la Segunda Guerra Mundial y él no, lo que enfureció a Wayne. El escritor Joseph McBride especula con que el director, inmerso en un imparable declive de su carrera, viera con malos ojos el estatus de superestrella de Wayne, quién al fin y al cabo había crecido como actor bajo la tutela de Ford. Actor y director trabajarían juntos una vez más, pero a pesar de ello su distanciamiento fue en progresión en años posteriores.




Aunque se ha rumoreado que Ford rodó en blanco y negro por falta de presupuesto, lo cierto es que lo planeó así desde un principio. Si tenemos en cuenta que rodó prácticamente en estudio y no había grandes paisajes, el director parecía querer distanciarse de Monument Valley y su marca de fábrica en los grandes terrenos abiertos, y volver a presupuestos más sencillos, donde la historia contara más que los lugares o los mitos. Sacrificó cualquier viso de realismo (resulta difícil pensar que un James Stewart de 54 años fuera un recién licenciado) en favor de su visión del mito del Oeste, trabajando con sus habituales pero dándoles un giro de 180°. Colocó a Wayne, su héroe arquetípico, inmerso en una extraña decadencia, y puso al frente de la justicia a un Stewart cuyo personaje ni siquiera sabe disparar. Parecía que John Ford admitía la derrota de los viejos ideales ante el auge de las máquinas y el cemento.




Como film crepuscular El hombre que mató a Liberty Valance es un buen reflejo del Ford de los últimos años; de sus opiniones, su visión del western y, más importante aún, de lo mucho que aún podía ofrecer, y de su perspicacia al saber ver hacia dónde se dirigía el género que le había dado la fama.


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