ZEPPELIN ROCK: Crítica de Inland Empire (David Lynch, 2006)

domingo, 25 de septiembre de 2016

Crítica de Inland Empire (David Lynch, 2006)


by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)


Vi en su día Inland Empire. Confieso que mi aproximación al autor es poco dedicada por mi parte, atrayéndome en realidad la parte visual y transgresora de la obra de David Lynch mucho más que lo que de manifiesto pueda tener. De hecho, me gustó mucho Terciopelo Azul e incluso Mulholland Drive –luché por entenderla y aún hoy dudo si lo conseguí- pero no he visto nada más de este realizador, ni tan sólo la archifamosa serie Twin Peaks. Sin embargo, nuevamente, al ver algunos fotogramas de Inland Empire decidí –sin hacer caso de las críticas que llevaba leídas- que tenía que verla. Hoy lo he hecho y la verdad amiguitos es que ante esta cinta uno no sabe si es que es idiota, si el idiota es Lynch, si lo que pasa es que estamos acostumbrados a una exposición lineal de las historias –prólogo, desarrollo con la incidencia de más o menos tramas ligadas entre sí y epílogo conclusivo- y Lynch nos demuestra que eso no tiene por qué ser de esa manera... o si todo no es más que una gran –enorme- tomadura de pelo.






Duro trago amiguitos: putos conejos con su secreto y las risas enlatadas, el resto de personajes entre frikis y misteriosos y sus diálogos surreales y aparentemente –le concedo el beneficio de la duda- sin sentido trufados de silencios, imágenes que parecen ser errores de montaje al estar insertadas sin solución de continuidad en la historia, algunas gotitas de sexo y finalmente una sucesión de escenas que ya se me han hecho inexplicables... ¡así tres horas menos diez de película piltrafillas! No obstante –dejando a un lado mis impresiones- no os puedo contar una sinopsis de la película porque no hay, o mejor dicho, no sabría ni como empezar. En realidad, no sabría identificar la historia principal para contaros el hilo argumental de Inland Empire. Al principio de la película no se entiende gran cosa, pero mientras nos acercamos a la media hora y nos enteramos de algunos detalles, vamos creyendo que Inland Empire tiene pies y cabeza. A ver, hay una actriz llamada Nikki a la que le ofrecen rodar una película que le hace mucha ilusión, su marido es un poderoso hombre de negocios de origen polaco y la relación entre ambos no es todo lo ideal que cabría esperar. La película –se titula Flotando en mañanas tristes- es en realidad un remake de otra anterior que no se acabó de rodar y la razón de ello es que asesinaron a sus protagonistas. Uno imagina un misterio que se nos irá desvelando, adivinando en el personaje del marido celoso la clave en una relación sentimental que sin duda mantendrán Nikki y el galán de la producción... pero poco a poco se va liando todo –jugando a confundirnos entre vida real y escenas del rodaje- y deja de tener sentido... y eso que aún quedan más de dos horas de cinta. Al final creo que una interpretación posible –del centenar que debe haber- es que la tal Nikki -¿o se llama Susan?- es una loca desquiciada con alucinaciones y que toda la cinta no es más que una mezcla de las visiones inconexas que tiene, un mosaico de escenas y situaciones, sólo eso. Es como si David Lynch nos hubiese contado una historia de esas que al final, cuando uno pregunta el sentido que tienen o la moraleja que se pude extraer, la única respuesta es “ni idea, yo sólo la he contado”. Pero, a saber lo que pasa por esa cabeza.





Inland Empire, sin embargo, es hasta cierto punto interesante. Hay escenas que son una gozada a nivel visual y estético, la música es impresionante e inquietante, tiene pequeños atisbos de humor –extraño, pero humor al fin y al cabo-, pero la sensación de que algunos pasajes se alargan más de lo necesario o sobran en el producto final está presente en buena parte del -¿excesivo?- metraje de la cinta. Aún así, y regresando a mis dudas de partida, ¿somos quienes para decirle a un artista como Lynch lo que sobra o no de su película? ¿podría alguno de nosotros discutir con Velázquez –por ejemplo- sobre la conveniencia de aplicar más o menos color rojo en un rincón de alguna de sus geniales obras?, ¿o por el contrario pecamos de gilipollas al partir de la premisa de que este pazguato demente es un artista? La verdad es que no tengo respuestas. Sin embargo admito que Inland Empire me ha hecho pensar, lo que ya es mucho tratándose de cine actual. Eso sí, la siguiente cinta que os comente será una de esas intrascendentes de tetas y culos.

En fin, amiguitos, que cada uno haga lo que quiera. Si os atrevéis a pasar un rato largo –casi 180 minutos, ya os digo- ante la pantalla para poder compraros luego una camiseta que diga “yo aguanté como un jabato Inland Empire”, adelante. Pero si tenéis familia y hace buen tiempo, salid a la calle a disfrutarlo en compañía. Para mi ya es tarde.

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