ZEPPELIN ROCK: El culo de la Gioconda - Cosas en los bolsillos (microrrelato nº 140)

domingo, 17 de julio de 2016

El culo de la Gioconda - Cosas en los bolsillos (microrrelato nº 140)



El culo de la Gioconda

CONSEGUIR fecundar a la reina no es tarea fácil. Pero uno no desiste. No debe. Y se pasa el día recorriendo el áulico dédalo de pasillos y corredores que es en gran medida el ajedrez de este castillo para obtener ese premio. Hay que añadir que no es excepcional que le sobrevenga la muerte antes de lograr tal objetivo para el que se ha nacido ("escrito esta en mis genes vuestro gesto"). La muerte está detrás de cualquier arbusto, al acecho, tras de una enfermedad, de la lanzada inesperada en una escaramuza, del rayo que te atraviesa la armadura en pleno campo, o de la vejez que le esperó a uno al final del camino con su insaciable y pícara sonrisa. 

La reina, mientras tanto, pasea ufana por los jardines de palacio, custodiada por sus mastines y esos 100 centinelas con sus cien alabardas, los guardas que no la desamparan ni de noche ni de día ("no me dejes sola, que me perdería"). Pese a todo, siempre hay un resquicio, unos segundos, al menos -dicen- en que la oportunidad se presenta límpida, singularmente bella, deliciosa, milagrosamente ante tus ojos, y entonces uno ha de actuar con premura: sacar el rabete y abalanzarte sin dilación sobre ella, que, en rigor, vencida, en jaque mate, se entrega a ti anuente con su cuerpo de diosa abierto como una amapola. Y en ella muere uno, con su cabeza cortada, no mucho más tarde de iniciar el acto, rodando por el salón dorado u olvidada para siempre junto a una fuente que continúa, cantarina e insensible, con su eterno y palatino murmullo.

Ángel Carrasco Sotos.

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2 comentarios:

  1. Mu bonico y veraniego. Me parece verme agazapado tras los setos en una zona umbría de versallescos jardines de a saber qué palacio, observando el libidinoso contoneo de la reina arropado por los cantarines trinos de alegres pajarillos.

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    1. Y entonces ver que la ocasión es propicia y ¡zas! aquí te pillo, aquí te mato, y la muerte que llega en pleno acto. Morir feliz es eso.

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