ZEPPELIN ROCK: Poesía erótica española - La fábula del cangrejo de Diego Hurtado de Mendoza

sábado, 9 de noviembre de 2013

Poesía erótica española - La fábula del cangrejo de Diego Hurtado de Mendoza



Más allá de ponernos a discutir de si el poeta, militar, noble y diplomático español Diego Hurtado de Mendoza (m. 1575) fue el autor del Lazarillo de Tormes, asunto en boga en toda época, nos interesa pergeñar algunos retazos sobre su obra literaria como vate puntero en la España renacentista. Como Boscán y Garcilaso habían hecho previamente, coqueteó este militar y poeta (sí, como Manrique o Garcilaso) con los metros de la poesía italiana. Pero tampoco son de nuestro interés estos emboscados asuntos, al menos en esta circunstancia. Conviene decir, ahora sí, que Hurtado de Mendoza es un adalid de la poesía satírica de aquel tiempo, y más aún revelan sus buenas trazas las incursiones contadas en la poesía erótica. Quizá "La fábula del cangrejo" (en octavas reales, por cierto, en endecasílabos) sea la más conocida; fábula de moral enseñanza algo escasa, pero sí de un didactismo erótico evidente. Sacados los excursos mitológicos, que al caso vienen (todo hay que decirlo) si bien empañan un poco la composición retardando el remate de la trama, la historia es de una brutal y sutil causticidad, pero además nos enseña (pragmáticamente) el método para sacar cangrejos curiosos ocultos en vaginales órganos y esto es de una evidente utilidad. Todo es probar si llega el caso. Es extensa, pero vale la pena llegar hasta el final.


Fábula del cangrejo


En las secretas ondas de Neptuno
sus miembros recreaba Glauca un día,
por huir del calor grave, importuno,
que en el ferviente Julio el cielo envía;
mas porque pocas veces goza alguno
enteramente el bien de su alegría,
los hados su placer contraminaron
y un grave sinsabor le acarrearon.

Acá y allá un cangrejo discurría,
buscando alguna presa que robase;
tal la halló cual yo hallar querría
cada y cuando que alguna yo buscase;
fuertemente de Glauca el malo asía
tal que no hubo poder que lo arrancase
de aquella honda sima, á quien debemos
los hombres esta vida que tenemos.

Asióla del lugar más ascondido
que á la mujer le dio naturaleza,
del lugar que concede a su marido
la virgen cuando pierde su limpieza;
como el que á Eneas dio la reina Dido
cuando con él usó de más largueza,
en quien la mujer hace resistencia
y del varón por él se diferencia.

Como le vio pasmose, y afligida
a su madre llamó la socorriese;
su madre allí acudió despavorida,
pensando que algún mal muy grave fuese,
y vio como en la torre defendida
entraba, sin que cosa le impidiese,
un cangrejuelo, y que por la espesura
andaba por dar fin a su ventura.

Ellas a lo sacar, él a meterse;
ellas a desasille, y él a asirse;
ellas no saben orden que tenerse
para de tanto mal descabullirse;
él antes permitiera deshacerse
que de tan buena presa despedirse,
la madre clama y la mozuela llora
y el cangrejuelo siempre se mejora.

No de otra suerte el perro ardiente y ñero
que presa de algún toro tiene hecha;
ni puede desasille el carnicero,
ni el toro con sus cuernos le desecha;
antes la vida dejará primero
que deje aquella presa y lid estrecha;
el toro brama, el amo tira en vano,
y no por eso afloja el fiero alano.

En esta priesa estando y agonía,
un mancebo parece en la ribera;
llámanle y llega a ver lo que sería;
ruéganle que le saque aquella fiera;
hace mil pruebas y ninguna vía
halla, para podelle echar afuera,
y viendo el poco fruto, determina
de usar de una muy buena medicina.

La tienta asió en la mano prestamente
el fuerte, sobrediestro cirujano,
y metióla suave y dulcemente
por aquel hondo y montuoso llano,
y va tras el cangrejo diligente
por darle batibarba y sacomano,
y como es viva y fuerte aquella tienta,
sale muy bien con todo cuanto intenta.

La tienta asió que Apolo asió primero
cuando tras de su Dafne se ha emboscado;
la que de un ciervo hace un león fiero,
de un Galalon un Héctor denodado;
la que mete Vulcano, el gran herrero,
en la fragua de Venus ; la que ha dado
a Júpiter mil formas, pues fue toro,
hombre, cisne, pavón, sátiro y oro.

La que sube y abaja cada punto;
la que saca su vida de su muerte;
la que ahora tiene talle de difunto
y a poco rato está muy viva y fuerte;
la que aprovecha y daña todo junto;
la que no hace golpe que no acierte;
la que del rico alcázar se apodera
y estando dentro del se sale fuera.

Finge Homero, de musas gran goloso,
que en mil formas Proteo se mudaba:
agora en león fiero, agora en oso,
en sierpe, en fuego, en agua se tornaba,
a veces como toro en ancho coso
con sus cuernos los aires azotaba;
mas la tienta que digo es el Proteo,
que todo lo demás es devaneo.

Diose tal maña al fin, que el monstruo saca
con su priapo de la gruta oscura,
y a la señora todo el mal la aplaca
con esta tan suave y nueva cura;
ella estuviera como perro a estaca
en aquel acto lleno de dulzura,
y así, cuando del todo fue guarida,
no quisiera la pobre ser nacida.

No por no se curar, que eso buscaba,
sino porque dejaba de curarse;
y no porque la paga se acercaba,
que holgara otras mil veces adeudarse;
ni porque un caso tal la avergonzaba,
que quisiera otra vez avergonzarse;
mas porque al buen mancebo despedía,
maestro de tan buena cirugía.

Mas al cabo esforzó su voz cansada
y á la madre habló desta manera:
«No me dejes morir de mal curada,
madre, pues no se excusa que yo muera,
que no está del todo en mí agotada
la casta que me dejó aquella fiera,
que otros mil cangrejuelos parió dentro
que es menester sacallos de su centro».

La madre, como fuese algo taimada
y en aquel menester muy entendida.
entendiole la treta delicada,
y el fin a que también fue dirigida;
dale al mozo su hija bien dotada
para de todo punto ser guarida.
Y con su esposa el nuevo desposado
Para sacar cangrejos se ha quedado.


ÁCS

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