ZEPPELIN ROCK: Las más altas cotas de la cultura universal - Contar una historia: cliffhanger

domingo, 3 de noviembre de 2013

Las más altas cotas de la cultura universal - Contar una historia: cliffhanger


by Don Críspulo

Al final, todo se resume en eso, en contar una historia. Pudo ser el frío de las cavernas durante el Neolítico o que ya en esa época existía el típico cachondo con ganas de hacer reír (o llorar o lo que sea que hiciesen los cavernarios esos). Con el invento del Bar, allá en la Mesopotamia en el año de Maricastaña, el contar historias llegó a unos niveles tan altos que los jodíos tuvieron que inventar la escritura para que no se les olvidaran los chistes y chascarrillos que se contaban y así comenzó la literatura. O el cine, las series y hasta la música, que en el fondo es todo lo mismo: contar una historia.


Y contar una historia es fácil; lo que tiene huevos es contarla bien. De “Matamos al Mamut” a “y enredándose con la trompa* en la raíz de un alcornoque, cayó de bruces haciendo un ruido terrible” hay pequeñas diferencias. Así nació la estética, la discusión entre la forma y el fondo, inventamos a Quevedo sólo para joder a Góngora y un millón de artificios para que nuestras historias fueran mejores que las de otros aunque contáramos lo mismo. Desde la pistolita de Chejov a dejar a la peña con ganas de matar a alguien parando la historia un segundo antes de que el bueno muera. Lo que los enteraíllos llaman de Cliffhanger y la gente normal “continuará”. 




Luego (o antes, que me lío) vino el sexo y la violencia y la violencia y el sexo, y el tratar al público como a un idiota, y todo se fue a tomar por culo. Pero llegaron los genios, y nos dijeron que no hacía falta mucho para poder contar una buena historia. Ni siquiera la emoción. Billy Wilder abre Sunset Boulevard con William Holden flotando en la piscina y a nadie le importa o, mejor dicho, ese flashforward (ahora soy yo el enteraíllo) básico como el mecanismo de una escoba, funciona a la perfección aunque la película es tan buena que muchos se olvidan de la escena y vuelven a sorprenderse al final. Que por cierto, maestros de esto del darle a rebobinar p'alante han sido los de Breaking Bad. Entre eso y no tratar al público como un idiota está el secreto del éxito de la serie. Todo lo contrario que aquella cosa llamada Lost, que fue en realidad un “Tratado de cómo usar todos los trucos posibles para poder contar una historia y terminar haciendo el ridículo”. No es el truco, es el talento. 



Hitchcock lo sabía muy bien, como los sabe GRR Martin, el autor de Crónicas de Hielo y Fuego aunque en su caso debería llamarse “Cómo tener una sobredosis de cliffhangers y sobrevivir en el intento”. Al muy cabrón le sale bien la jugada. Aunque él usa otro truco, que no es truco. El de crear personajes, que al final son los que mueven nuestro corazoncito de un lado para otro. Aunque sepamos (menos en el caso de Martin) que van a ganar los buenos, todavía nos ponemos nerviosos cuando el malo ataca. Y si vemos que no hay emoción, metemos un cliffhanger y punto. (Nota mental, dejar de decir Cliffhanger para que no se den cuenta de que soy un enterao).

Umberto Eco, en las apostillas de El Nombre de la Rosa dice cosas muy claras de cómo contar una historia, aunque luego todo se le olvida a la hora de escribir aquella cosa de El Cementerio de Praga. Sobre todo cuando dice, y lo dice al final de su PRIMERA NOVELA, “el autor debería morirse después de haber escrito su obra”. No está mal, nos hubiéramos librado de algunas cosas, pero también nos hubiéramos quedado sin Baudolino, donde vuelve a usar el viejo truco del almendruco del socorrido flashback. Me hubiera gustado una buena lucha en el barro entre Eco y Cela, sin flashbacks ni leches, a hostia limpia. Los trescientos personajes de La Colmena dándole pellizcos a Jorge de Burgos.


No soy yo, es Cela

Y he escrito todo esto sólo para hablarles de Charles Laughton, que tiene una filmografía perfecta como director (100% de efectividad), pero la sensibilidad ante el fracaso le hizo mandarlo todo a la mierda (qué pena que Paulo Coelho no tenga esa ética, aunque tampoco él sabe lo que es el fracaso). Quería haberles hablado de Laughton, sí, del que me enamoré para siempre cuando, siendo un tierno e inocente infante, vi esa maravilla llamada El Fantasma de Canterville en aquella escuela de buen gusto que era Primera Sesión los sábados por la tarde. Otra peli con flashback y algún truquito más. Pero ahora que llega el momento, estoy cansado, así que voy a dejarles con un cliff, que no es hanger, es Burton, como Tim (otro genio) y que no usaba trucos para contar sus historias.





* A estas alturas el autor de esta cosa ignora si los mamuts tenían trompa. Parecer ser, por una película animada que vio hace tiempo llamada La Edad de Hielo, que cree que sí la tienen, pero no se hace responsable si en ve de trompa es otra cosa.

©Don Críspulo

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