Los jefes del cotarro, Paul Stanley y Gene Simmons, decidieron escoger a Ron Nevison como productor para el que sería su decimotercer álbum de estudio. Supongo que buscaban un mediador en las tensiones del dúo y, a la vez, alguien que aportara un sonido distinto; no en vano, Nevison había trabajado con UFO, MSG, Survivor y Led Zeppelin, además de haber conseguido éxitos el año anterior con Ozzy Osbourne y Heart. Al final, no quedaron muy contentos, pero se tuvieron que tragar la producción: Stanley y Simmons siempre se han quejado del exceso de teclados, las guitarras sintetizadas y los arreglos de estudio que contiene el disco y de la mezcla final, falta de fuerza (según ellos). De entre las casi cincuenta canciones que presentaron a Ron al final entraron once, cuatro cantadas por Gene y siete por Paul.
En mi opinión este fue el álbum más Kulick (Bruce, guitarrista) de todos. Compone cuatro cortes en los que la guitarra (de época, cual guitar hero melenudo) es la protagonista. Especial mención a su trabajo en No, no, no y Hell or high water, con estupenda intro y uno de sus mejores solos. Eric Carr (batería), en cambio, pasa más desapercibido, salvo en un par de cortes. A veces, parece que suene la máquina.
A pesar de las malas críticas que recibió y recibe este disco, hay buenas canciones. Para mi gusto, la propia Crazy, crazy nights, Hell or high water, Turn on the night, Bang bang you o Thief in the night merecen la pena. Le tengo un poco de asquito a la mega balada Reason to live (me encanta el vídeo, donde, por cierto, Paul se enamoró de la modelo y casi le arruina la vida). Se me atraganta My way (a pesar de la melodía) y le tengo un poco de gato a When hour walls come down.
En cualquier caso, hay que celebrar este monumento a la comercialidad roquera de finales de los ochenta que se levantó más de un millón de copias en Yanquilandia y dejó una larga gira de la que poseo por ahí algún pirata (perdón, bootleg). Eran los años en los que la pista de "El Canci" (la discoteca heavy más de moda en Madrid) se llenaba de peludos al ritmo de Livin' on a prayer, The final countdown o la propia Crazy, crazy nights. Bueno, hasta que comenzaron a sonar en los programas y las radios poperas y entonces eras un blando y un no-heavy si te gustaban estos temas. Pero esa es otra historia viejuna.
La copia en vinilo es la original hispana de la época, sin letras ni créditos ni nada. Además, tengo por aquí el cedé (reedición) y la casé. Para friqui, el menda.
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