por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC
La mejor película de cuantas están nominadas este año a los Oscar, un año flojito, la única que me ha entusiasmado de verdad y con contundencia, esencial para todo melómano y absolutamente imprescindible para todos los seguidores de esta web de referencia musical.
Como en Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2104), otra de las nominadas de este año, tendremos a la percusión como pieza clave de la banda sonora, y es que Whiplash nos cuenta la historia de un talentoso músico y su exigente profesor, en un duelo actoral y de personajes de altura, con la búsqueda del talento y la máxima ambición como núcleo principal de la trama.
Damien Chazelle alarga la historia de su corto de mismo título y que también protagonizó J. K. Simmons.
No hay concesiones, ni siquiera con el humor, la ironía del personaje de Simmons, su crueldad incluso, así lo muestra, con una estructura que va de lo entrañable a lo doloroso. Un profesor decidido a llevar al límite, sin escrúpulos, a exprimir el verdadero talento. Un alumno que está dispuesto a sangrar para demostrar que es el mejor. Un duelo donde los que parecen rivales o enemigos en realidad buscan lo mismo. Dos personajes más parecidos de lo que parece, que en realidad se admiran y respetan. Un filosofía del mérito mal vista en la actualidad, pero que lleva al progreso, a lo mejor. La mirada final entre ambos es la rúbrica a una película conceptualmente tan brillante como valiente, que parece ir contracorriente del buenismo fláccido que nos rodea.
El montaje de la película es sublime, es Jazz en imágenes, montajes que recrean toda la rutina musical, los preparativos, los instrumentos, sus piezas, su colocación… Y unas actuaciones rodadas de forma portentosa donde de nuevo el montaje es pieza clave, sincopado siguiendo el ritmo, fluido cuando es menester con la melodía del tema…
Es curioso que siendo una película musical, sobre la música, tenga tanto protagonismo otro sentido, la mirada, a la que se vincula el descubrimiento y con la que se omite la verbalización. Es fascinante cómo llegan a “escuchar música” sin oírla, sólo leyéndola, en un nuevo juego musical con la mirada.
Hay escenas de una intensidad dramática excepcional y que atrapan la atención del espectador de una manera tan absorbente como hipnótica, y eso que están centradas en ensayos y en un solo decorado en muchas ocasiones. Ejemplos: la del músico que desafina, la del duelo de baterías o el maravilloso diálogo contenedor de toda la filosofía de la película en el club de Jazz entre Andrew y Fletcher… Aparte tenemos una de las más bella escenas románticas de los últimos años, absolutamente encantadora y deliciosa, la de la pizzería entre Andrew (Miles Teller) y Nicole (Melissa Benoist).
En cualquier caso, si tuviera que quedarme con una secuencia, esa sería la del clímax final, una orgía musical, puro sexo instrumental e intensidad dramática. Si no te levantas y emocionas con ese solo final dudo que hayas tenido sensibilidad musical alguna vez.
Una película que habla de la necesidad de la exigencia, de la necesidad de la ambición, de la necesidad de la competencia para progresar, para mejorar, para llegar a lo máximo, para que el verdadero talento diferencial estalle, para que todo sea mejor… Una crítica al conformismo y una oda al trabajo y la meritocracia, temas que casi desconciertan en la actualidad, que son vistos como crueles o desagradables por el sacrificio que necesitan, pero que son el fundamento de toda sociedad e individuo sano, con talento y aspiraciones. Una propuesta francamente valiente a nivel conceptual.
Las reflexiones sobre el éxito, que vemos en la escena de la comida familiar, son también brillantes, un éxito que cada uno considera de una manera distinta.
Fletcher (J. K. Simmons), que siempre viste de negro, machacará a conciencia a Andrew, pero éste no se amilanará. Un duelo mental y psicológico que casi se entronca con el thriller. Andrew jamás se quejará ni pondrá ninguna excusa a lo que le sucede, un personaje con una determinación absoluta, como Fletcher.
La dirección de Chazelle es brillante, no ya por ese montaje y concepción jazzística a nivel visual que tiene la película, sino por la magnífica fotografía, la sensacional dirección de actores y el talento para el encuadre en sentido sensitivo, con los instrumentos, especialmente la batería de Andrew, siempre en plano, inundándolo, como una presencia esencial, una escisión del personaje.
Tendremos muchas referencias musicales, Buddy Rich, Charlie Parker, Joe Jones… incluso cinéfilas, “Rififí” (Jules Dassin, 1955)…
Lo de J. K. Simmons en esta película no tiene nombre, sencillamente excelso, y le acompaña un Miles Teller primoroso como el talentoso alumno. Sería una gozada que Simmons lograra el Oscar como actor secundario, aunque la película, con 5 nominaciones, tiene pocas opciones. El montaje, una virguería, sería la otra categoría con ciertas posibilidades, si bien yo se lo daría a la mejor película del año.
Es la película más pequeña y menos taquillera de las nominadas a los Oscar, pero la mejor. Una auténtica joya.
©Jorge García
La música Jazz brilla aquí en su máxima expresión, es cierto. Deseo que se lleve algún premio, al menos. Yo no albergo muchas esperanzas: Hollywood siempre recompensa pufos.
ResponderEliminarWOW!!! este texto me ha creado una curiosidad inaguantable por verla!!!, había oído su título y no le había dado nada de importancia más allá de recordarme el "Wiplash" de Metallica pero veo que me equivoco de todas, todas.
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