Calzoncillos de amor
SEGÚN el profesor les recordó, Alberti había dicho que existían palabras incompatibles con la poesía, y una de ellas era camiseta. Inspirado en esta idea, había retado a sus alumnos a que escribiesen un poema que incluyera los vocablos amor y calzoncillos.
Alberto (que no Alberti), uno de los pupilos más aventajados, pensó durante toda la tarde en la cuestión. Hizo bajar a su hermana el volumen del televisor pues no se concentraba, y, al final, terminó encerrado en el servicio, sentado en la taza del váter. El chispazo surgió entonces. Como si de un raro haiku mal medido se tratase, escribió: “Y después de sus palabras, / el amor / se bajó los calzoncillos”.
©Ángel Carrasco Sotos
Poesía eres tú, Alberto, digo Ángel.
ResponderEliminarJajajaja, menudo poema tan bonito.
Me imagino que no les habrás dicho a tus alumnos que hicieran algo semejante, ¿o sí?
Un abrazo.
Están las cosas como para experimentos de estos, jaja. No, no, ni por pienso (que diría el clásico). Abrazos.
EliminarPrimero fue la palabra de verificación, que me da una rabia que me muero. Ahora dices que el comentario está pendiente de aprobación (¡censor!). ¿Qué será lo próximo, Ángel?, te veo instalando una webcam con reconocimiento de iris...
ResponderEliminarJajaja! Comentarios maldicientes llegados de no sé dónde (jeje) me han hecho adoptar esta postura tan contraria a mis convicciones espirituales y éticas (pero no puedo permitirlo). Sorry, milady ;)
Eliminar