Ahora quietos, ahora no
LLEVÁBAMOS parados ya algunos días y, de pronto, Rosa se acercó al quiosco de la plazuela y le compró un helado a Luisito. Al rato sonó la sirena y aceleramos el paso para refugiarnos de los posibles bombas (nunca caían al final). Fue en aquel recinto subterráneo con un ligero olor a orina donde supimos lo de Marisa, la pobre. En fin, ella se lo había buscado si se piensa bien. Luego, sin aviso, regresamos a la habitual quietud (hasta que el lector volviese a pasar sus ojos sobre nosotros).
Ángel Carrasco Sotos
No sé si merecerá estar en esa bodega tan bien nutrida de añejos. Gracias, chavalote.
ResponderEliminarAbrazos.
Pues aquí un lector ha vuelto a releer para captar esa quietud. Salud.
ResponderEliminarHay que darles vida a los pobres de vez en cuando para que no se aburran de hacer siempre lo mismo.
EliminarSAludos.
Te prometo que nunca mas voy a dejar de leer durante tanto tiempo, y voy a pasar mas a menudo mis ojos, sobre aquellas fantásticas aventuras, de los libro que me regalaste,saludos,adéu
ResponderEliminarUn placer. Para este verano a lo mejor tenemos otro hijo (otro libro, entiéndeme).
EliminarSaludos.
¿Personajes de un libro?, no me atrevo a aventurar nada más desde mi sonada zanahoriada.
ResponderEliminarMuy plástico lo del olor a orina...
Unos abrazos.
Evidente menete, Tow. ¿Te gustó esa pincelada orínica?
EliminarA brazos.
¿Puedo votar en la encuesta de Iron Maiden?, ya sabes que este tema lo controlo muy bien... ¿Hay algún premio?
ResponderEliminarPuedes, puedes, y deberías hacerlo: los votos que llegan de los expertos son los más valiosos. ¿Premio? Me pongo en contacto con Bruce Dickinson de inmediato. No lo había pensado.
ResponderEliminar