Cuando un grupo con carrera y cierto renombre edita una portada negra (o blanca) y llama a su nueva criatura como la banda, como un álbum primerizo, es que algo está cambiando (o va a cambiar). Y eso sucede con este. Para mí, cierra su trilogía mejor: Insomnio en 1998, El inferno en 2000 y este Hamlet en 2002, todos a las órdenes de Colin Richardson (Carcass, Slipknot, Kreator, Sepultura). Mantienen aquí su apuesta por el trabajo rítmico y refuerzan el groove de los temas, pero comienzan a elaborar algo más las melodías vocales, sin perder su rudeza, creando auténticas burradas como Limítate (que fue sencillo y se llevó vídeo), Acuérdate de mí ("no voy a echar atrás, no voy a permitir/ni una injustica más, ningún esclavo más"), Queda mucho por hacer, con excelentes guitarras, o Esperaré en el infierno ("somos los hijos del asesinato/de los fanatismos, de los maltratados").
Siempre reivindicando, Molly escribe las letras y canta, Luis Tárraga se encarga de las guitarras y de componer la música de todos los temas con la colaboración de Augusto Hernández, bajista. La batería corrió a cargo de Paco Sánchez y la segunda guitarra la puso Pedro Sánchez. Lo que viene a ser el line up clásico, vaya.
El vinilo es muy sencillo (con el cambio de siglo me reconcilié con el heavy y con los sonidos más brutos), el primero editado por Locomotive Music. Incluye el encarte con los créditos y las letras y unas fotillos. Una gozada siempre ver girar el círculo negro mientras te atruenan los oídos.





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