ZEPPELIN ROCK: ONSLAUGHT y su legado en el METAL EXTREMO: Biografía y discografía comentadas

jueves, 5 de junio de 2025

ONSLAUGHT y su legado en el METAL EXTREMO: Biografía y discografía comentadas

 


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Thrash sin concesiones: el legado cultural de Onslaught en el metal extremo

Introducción.

En la historia del metal británico de los 80, pocos nombres resuenan con la intensidad de Onslaught. Esta banda de Bristol se ganó a pulso un lugar privilegiado: es considerada por muchos la poseedora de la “corona” del thrash metal en el Reino Unido y una pionera indiscutible del metal extremo a nivel global. Formada en 1982 de las entrañas del underground por el guitarrista Nige Rockett (principal compositor) junto al bajista Paul Hill, Onslaught emergió con una propuesta feroz, oscura y sin concesiones. A lo largo de más de cuatro décadas –con un hiato en los 90–, la banda ha forjado una trayectoria notable que abarca desde sus inicios influenciados por el punk hasta su reciente etapa de renacimiento, dejando una profunda huella tanto en la escena británica como en el panorama internacional.

Onslaught fue parte esencial de la primera generación de grupos thrash británicos. De hecho, el propio Nige Rockett reconoce que “probablemente fuimos la primera banda de thrash metal en el Reino Unido… siempre se nos señala como los primeros en la escena del thrash en este país”. En aquellos primeros años 80, cuando el género aún estaba tomando forma, Onslaught empezó a gestar un sonido crudo y velocísimo, alimentado tanto por la agresión del hardcore punk como por la influencia de la NWOBHM (nueva ola del heavy metal británico). Bandas punk como Discharge o The Exploited inspiraron su actitud inicial, mientras que grupos metal emergentes como Slayer o Metallica aportaron la dirección hacia el speed/thrash. Esta fusión de raíces dio origen a un estilo propio: una mezcla de la urgencia punk con la ferocidad oscura del metal más acelerado, que pronto distinguiría a Onslaught dentro de la escena local.

Orígenes punk y agresión temprana (1982–1985)

Onslaught se formó oficialmente en 1982 en Bristol. Nige Rockett (guitarra) y Steve Grice (batería) unieron fuerzas con la ambición de crear un sonido de speed metal ultra-agresivo, siguiendo los pasos de lo que bandas como Slayer y Metallica estaban gestando por entonces. En sus inicios, Onslaught era prácticamente una banda de hardcore punk de “segunda ola” en la vena de Discharge o The Exploited. No obstante, muy pronto comenzaron a “endurecer” su propuesta: según recogen las crónicas, Rockett y Grice decidieron orientar la música hacia terrenos más metálicos, incorporando riffs inspirados en la emergente escena thrash sin abandonar la crudeza punk original. Con la incorporación en 1984-85 del bajista Jase Stallard y el vocalista Paul Mahoney, el joven cuarteto compuso suficiente material para un álbum debut en tiempo récord.

Ese primer disco, Power from Hell (publicado a comienzos de 1985 por el sello independiente británico Children of the Revolution Records), es hoy considerado un hito subterráneo. Grabado en pocas sesiones y con presupuesto exiguo, Power from Hell destila una visceralidad y furia inusual incluso para los estándares del thrash naciente. Su sonido es áspero y directo, de producción rudimentaria pero efectista, lo que paradójicamente se convirtió en parte de su encanto. La prensa retrospectivamente lo ha descrito como “un trabajo contundente y de sonido crudo”; de hecho, AllMusic llegó a equipararlo en calidad a obras contemporáneas como Hell Awaits de Slayer, destacando que 1985 entregó pocos álbumes de speed metal tan potentes como estos.

Más allá de su recepción inicial modesta, Power from Hell fue ganando estatus de culto con los años. Su importancia radica en haber sido una de las aportaciones tempranas a la primera ola del black metal: su atmósfera maligna y estética profana la emparentaban con discos como To Mega Therion de Celtic Frost o In the Sign of Evil de Sodom. En temas como “Death Metal” (sí, Onslaught tituló así una de sus canciones fundacionales) o “Thermonuclear Devastation”, la banda desplegó letras y ambientación satánicas que, junto a su velocidad implacable, los alineaban con aquel primigenio extremismo metálico de mitad de los 80. No es casual que Power from Hell suela citarse junto a los debuts de Venom, Bathory o Hellhammer como referencia de esa transición entre el thrash más violento y el embrión del black metal. La revista Metal Hammer subraya que este álbum “fue una de las aportaciones más tempranas y tangibles a la primera ola del black metal, con una atmósfera y estética profana” equiparable a las de los pioneros continentales.

Musicalmente, Onslaught en 1985 era pura agresión descarnada. Riffs sencillos pero efectivos, baterías aceleradas en d-beat heredado del punk, bajos distorsionados y al frente la voz de Paul Mahoney escupiendo cada frase con rabia casi hardcore. Aun así, entre la crudeza se podían entrever las influencias metálicas: los críticos han señalado que en aquellas composiciones iniciales la huella de Venom, Motörhead e, sobre todo, Slayer, era más que evidente. Canciones como “Onslaught (Power from Hell)” o “Angels of Death” combinaban la velocidad y actitud antisistema del punk británico con el tono sombrío y blasfemo que bandas como Venom habían popularizado pocos años antes. El resultado fue un álbum debut sin concesiones, cuyo mérito reside en canalizar la energía caótica del underground británico en un formato embrionario de thrash extremo.

Aunque Power from Hell no gozó de gran promoción en su momento, sí logró atraer la atención en circuitos especializados más allá del Reino Unido. Sorprendentemente, uno de los primeros lugares donde Onslaught cosechó fanáticos fue Sudamérica: el disco tuvo edición oficial en Brasil y fue recibido con entusiasmo allí, en una escena hambrienta de sonidos extremos. Esta temprana repercusión internacional –inusual para una banda británica underground de la época– auguraba que Onslaught podría trascender las islas si mantenía el rumbo.

La consagración con The Force (1986)

Impulsados por el impacto subterráneo de su debut, Onslaught dio un salto cualitativo al año siguiente. 1986 sería el año del thrash metal por excelencia a nivel mundial –con lanzamientos icónicos de Metallica, Megadeth, Slayer o Anthrax– y Onslaught estaba decidido a que el Reino Unido tuviera voz propia en ese fenómeno. Para su segundo álbum, The Force (publicado en la primavera de 1986 bajo el sello Under One Flag, filial de Music for Nations), la banda sufrió cambios importantes en su formación que resultarían decisivos. Paul Mahoney, hasta entonces vocalista, dejó el micrófono para ocuparse del bajo, y en su lugar entró Sy Keeler como nuevo cantanteffvinilo.blogspot.com. A su vez, Jase Stallard pasó del bajo a la guitarra rítmica, convirtiéndose Onslaught en quinteto con dos guitarras. Esta reestructuración interna dotó al grupo de mayor potencia y técnica: Keeler aportó un registro vocal más versátil y agresivo a la vez, con agudos desgarrados que recordaban por momentos al timbre de Tom Araya (Slayer) mezclado con la ferocidad de Cronos (Venom)ffvinilo.blogspot.com.

Con The Force, Onslaught alcanzó su madurez artística temprana. El álbum presentaba una producción mucho más pulida y potente que la del debut, sin perder por ello un ápice de brutalidad. Los críticos coinciden en que fue “un esfuerzo incluso más logrado” que Power from Hell, con mejor sonido y ejecución técnica, pero conservando la esencia despiadada del thrash estilo Slayer. Desde el primer tema, “Let There Be Death”, queda claro que la banda había elevado su propio listón: riffs más elaborados y afilados, cambios de ritmo precisos, una batería atronadora cortesía de Steve Grice y la voz de Sy Keeler liderando con autoridad. Canciones como “Metal Forces” (título que homenajea tanto a sus fans metaleros como a la influyente revista británica Metal Forces) o “Fight with the Beast” son himnos thrasheros plagados de energía desbordante y riffs memorables.

La prensa especializada no tardó en reconocer a The Force como un clásico del género. A posteriori, este disco suele incluirse entre las obras cumbre del thrash británico de los 80 –e incluso algunos lo consideran el mejor álbum de thrash jamás grabado por una banda del Reino Unido–. El portal Worship Metal, por ejemplo, lo describe como “un sonido contundente y vitriólico que te golpea como un martillo de diez toneladas; The Force… sigue siendo un clásico absoluto, probablemente el disco de thrash más convincente jamás realizado por una banda británica”. Son palabras mayores, pero no exageradas: Onslaught en The Force mostraba un nivel de convicción y ferocidad comparable al de los grandes exponentes internacionales como Dark Angel o el Slayer de Hell Awaits. Los riffs siniestros y punzantes de Nige Rockett y Jase Stallard, sumados al registro desgarrado de Keeler, daban forma a un sonido capaz de “arrancarte la cabeza de cuajo” y situaban a Onslaught a la altura de la élite thrasher, al menos en términos artísticos.

Con este álbum, Onslaught terminó de consolidarse como la punta de lanza del thrash metal en Gran Bretaña. Aunque la escena británica de thrash nunca alcanzó el éxito comercial de la estadounidense o la alemana, a mediados de los 80 existía un circuito vibrante de bandas y seguidores en el Reino Unido. Onslaught compartía filas con grupos como Sabbat, Xentrix o Acid Reign, lo que llevó a que retrospectivamente se hablara de un “Big Four” del thrash británico (en referencia a los cuatro grandes del thrash estadounidense) incluyendo a estas bandas. Sin embargo, Onslaught despuntaba por su mayor agresividad: mientras sus compatriotas tendían a un thrash más técnico o con tintes speed/traditional, Onslaught mantenía una crudeza y oscuridad más cercanas al estilo de Slayer, Kreator o Sodom. Esta identidad más extrema hizo que muchos fuera de las islas volvieran la mirada hacia ellos. The Force no vendió cifras millonarias, pero dio a Onslaught un seguimiento fiel dentro de la comunidad metalera global. Se embarcaron en giras que los llevaron por Europa e incluso de vuelta a Sudamérica, e hicieron de teloneros para pesos pesados. De hecho, hacia finales de los 80 llegaron a compartir escenario con Motörhead, Slayer, Anthrax, Venom e incluso años después con bandas de la siguiente generación como Behemoth, demostrando la creciente proyección internacional del grupo. Onslaught se había convertido en “la primera banda en realmente desatar el infierno en nombre del thrash británico”, y su lugar en la historia del género parecía asegurado.

Camino al reconocimiento y tropiezos en el mainstream (1987–1991)

El éxito artístico de The Force atrajo la atención de discográficas más grandes, dispuestas a llevar a Onslaught a un público más amplio. En 1987, en pleno apogeo del thrash mundial, la multinacional London Records (filial de Polygram) fichó a la banda con la esperanza de convertirla en la respuesta británica a los gigantes del género. Lo que siguió fue un periodo tanto de oportunidad como de tensión para Onslaught. Por un lado, contaban ahora con recursos de producción mayores y un plan de mercadotecnia serio; por otro, comenzaron las presiones para pulir su sonido y hacerlo más accesible. La propia discográfica opinaba que hacía falta un vocalista “más versátil” para las nuevas composiciones. Esto derivó en una decisión polémica: Sy Keeler fue apartado de la grabación del nuevo álbum y la banda reclutó en 1988 al cantante Steve Grimmett, conocido por su voz melódica al frente de la banda heavy Grim Reaper. Grimmett re-grabó todas las voces del álbum que estaba prácticamente terminado, aportando un estilo mucho más limpio y clásico. Además, se incorporó el guitarrista Rob Trotman en lugar de Jase Stallard, completando así una formación renovada de cara al gran salto.

En 1989 llegó el esperado tercer álbum, In Search of Sanity, el primero (y único) de Onslaught con apoyo de una major. El resultado fue un disco con sonido muy distinto a los trabajos previos. La violencia cruda y satánica de Power from Hell y The Force dio paso aquí a un thrash de corte más tradicional y aseado, cercano por momentos al heavy metal clásico. Las guitarras sonaban afinadas y limpias, los solos eran más técnicos, los tempos menos frenéticos y, sobre todo, la voz potente y melódica de Grimmett imprimía un carácter totalmente diferente a la música. Incluso el repertorio mostraba este viraje: incluyeron una versión del clásico “Let There Be Rock” de AC/DC (que logró entrar en listas británicas, Top 50) y canciones más largas y elaboradas, evidenciando el esfuerzo por atraer a oyentes más allá del nicho thrasher.

IRIn Search of Sanity recibió críticas iniciales muy positivas en la prensa especializada: muchos valoraron la calidad de producción y la destreza técnica de la banda renovada. Sin embargo, los fans más acérrimos de Onslaught quedaron desconcertados –cuando no indignados– por el cambio de rumbo. Un crítico resumió bien la situación años después: In Search of Sanity “tuvo muy buena prensa, pero fue detestado por los seguidores más hardcore de la banda, porque no sonaba en absoluto como su material antiguo”. En efecto, aquel Onslaught pulcro y “americanizado” poco tenía que ver con el grupo agreste y blasfemo que sus primeros fans amaban. Si The Force había sido un manifiesto de agresión, In Search of Sanity era casi un guiño al mercado mainstream. La apuesta, lamentablemente, no terminó de cuajar. Pese a una gira exitosa (Grimmett defendió muy bien el material en directo, y la banda llegó a tocar en grandes recintos junto a Annihilator y otros actos del momento), las ventas del álbum estuvieron por debajo de lo esperado y la discográfica empezó a perder interés.

Los problemas internos tampoco tardaron en surgir: “Nunca hubo química con Steve Grimmett en la banda”, confesaría Rockett años después. Grimmett dejó Onslaught en 1990 tras poco más de un año, formando luego su propio proyecto (Lionheart). Onslaught intentó seguir adelante un tiempo con otro cantante (Tony O’Hora), pero la pérdida del contrato discográfico con London Records en 1991 asestó el golpe definitivo. Abrumados por los contratiempos –y con la escena thrash internacional entrando en declive ante el auge del groove metal y el grunge–, Onslaught se disolvió a finales de 1991.

Así, tras menos de una década de existencia, la banda pionera del thrash británico pasaba a un limbo indefinido. Su tercer álbum, visto con la perspectiva del tiempo, se ha convertido en una curiosidad: para algunos es un trabajo infravalorado que merecería revalorización, para otros simboliza la capitulación de una banda a las exigencias comerciales. En cualquier caso, Onslaught dejó un legado temprano imborrable. Sus dos primeros discos siguieron circulando en el circuito underground durante los 90 como obras de culto –cintas copiadas, menciones en fanzines, tributos por parte de bandas jóvenes– y cimentaron la reputación del grupo como uno de los grandes “perdedores heroicos” del thrash ochentero. Al igual que otras formaciones de thrash clásico, Onslaught cayó en letargo durante los 90, una década en la que el metal extremo tomó otros derroteros (death metal, black metal de segunda ola, etc.). No obstante, su influencia siguió viva de manera sutil: bandas de la nueva hornada citaron a Onslaught entre sus referentes británicos y los coleccionistas mantenían vivo el interés. Mientras tanto, Nige Rockett y sus compañeros se dedicaron a la vida fuera de los escenarios durante muchos años, sin imaginar del todo que el destino les tendría preparada una segunda oportunidad.

Regreso y nueva era de agresión (2005–presente)

A medida que avanzaban los 2000, un fenómeno de revival thrash fue tomando fuerza: muchas bandas clásicas resurgieron y nuevas formaciones jóvenes recreaban el sonido de los 80. En este contexto, Onslaught decidió reunirse en 2005, tras 14 años de inactividad. La alineación del regreso juntó a miembros originales y caras conocidas: Nige Rockett (guitarra) y Steve Grice (batería) retomaron las riendas, con Sy Keeler volviendo a su rol de vocalista, el bajista Jim Hinder y el guitarrista galés Alan Jordan completando la formación. Desde el principio dejaron claro que la intención no era nostálgica, sino volver a hacer thrash metal furioso como en sus mejores tiempos.

El resultado se plasmó en Killing Peace (2007), cuarto disco de estudio y primero desde 1989. El título por sí solo –“Matando la paz”– ya indicaba el ánimo combativo de su propuesta. Efectivamente, Killing Peace marcó un retorno al ataque thrash contundente de Power from Hell y The Force. La producción, moderna y potente, potenció la violencia de temas como “Burn” o “Shock and Awe”, que recuperaban la velocidad y agresión de los 80 pero con la precisión y el peso del metal del siglo XXI. La voz de Sy Keeler, más madura, se movía entre gritos rasgados y registros agresivos que demostraban que el veterano frontman no había perdido facultades –de hecho, muchos opinaron que sonaba incluso más feroz que en los 80–. La crítica especializada recibió gratamente el álbum, considerándolo una de las mejores “segundas oportunidades” del thrash clásico. El mencionado Eduardo Rivadavia de AllMusic apuntó que el escaso bagaje comercial previo de Onslaught terminó siendo casi una bendición: volvían sin la presión de tener que superar ventas millonarias, pero con la ventaja de un culto fiel que celebrar –y Killing Peace fue “sorprendentemente sólido” para contentar a esos fans y captar de nuevos.

La racha continuó con Sounds of Violence (2011), quinto disco de estudio, lanzado tras fichar con el sello alemán AFM Records. Sounds of Violence elevó aún más la apuesta en términos de intensidad. Desde su intro marcial ominosa hasta la última nota, el álbum es una descarga de thrash agresivo y bien elaborado. La prensa destacó que Onslaught sonaba tan contundente como en sus inicios, pero con composiciones más trabajadas: alternando canciones veloces y directas al estilo Exodus (“Born for War”, “Rest in Pieces”) con cortes más complejos y dinámicos en la línea del Master of Puppets de Metallica o el Seasons in the Abyss de Slayer (“Code Black”, “Suicideology”). La banda no escatimó en ferocidad –todas las interpretaciones rezuman intensidad– y Sy Keeler brilla con unos registros desgarrados y guturales “dignos de Chuck Billy” (vocalista de Testament), según elogió AllMusic. Un elemento llamativo fue cómo Onslaught empezó a rendir homenaje explícito a sus influencias: en este periodo grabaron un EP con el clásico “Bomber” de Motörhead, contando como invitados de lujo al propio Phil Campbell (guitarrista de Motörhead) y Tom Angelripper (frontman de Sodom) colaborando en esa versión. Era un guiño apropiado: músicos legendarios de la vieja guardia reconociendo a otros veteranos. Para Onslaught, supuso reafirmar su conexión con las raíces del metal extremo –Motörhead y Sodom, dos pilares que definieron su camino desde el inicio–.

Tras consolidar su regreso con giras por Europa, Norteamérica y festivales de renombre (Wacken, Maryland Deathfest, etc.), Onslaught editó VI en 2013 (título que indicaba ser su sexto trabajo). Aunque hubo nuevos cambios de formación –el baterista Steve Grice dejó la banda definitivamente en 2011 en medio de ciertas disputas internas, y entrarían jóvenes músicos como Michael Hourihan en su lugar–, Nige Rockett se mantuvo firme al timón, asegurando que cada disco de Onslaught debía ser “más violento y despiadado que el anterior”. VI continuó la senda de thrash moderno, quizás sin la frescura sorpresiva de su predecesor pero aún entregando metralla de calidad como “Chaos Is King” o “66’Fucking’6’” (otra declaración de principios en su título). La respuesta de la crítica y fans fue buena en general; Onslaught había logrado algo difícil: revitalizar su carrera manteniendo la esencia ochentera pero sonando relevantes en pleno siglo XXI.

La actividad de la banda se mantuvo constante. Publicaron un álbum en directo/DVD, Live at the Slaughterhouse (2016, grabado en su Reino Unido natal), testimonio de su potente puesta en escena. Ya entrada la década de 2010, Onslaught gozaba de una posición de respeto: no serían superventas, pero sí una autoridad del thrash veterano, invitada habitual a festivales en todo el mundo y con una base de seguidores internacional leal. Un reconocimiento simbólico llegó en 2022, cuando Onslaught fue incluida en el prestigioso Metal Hall of Fame (Salón de la Fama del Metal) durante su presentación en el Maryland Deathfest, como homenaje a sus cuatro décadas de “furia y agresión” sobre los escenarios.

El único sobresalto importante en esta nueva era vino con otro cambio de vocalista: en 2020, poco antes de grabar el siguiente disco, Sy Keeler (quien ya sumaba muchos años en la banda) decidió marcharse definitivamente. En su lugar entró Dave Garnett, un vocalista más joven pero con un timbre agresivo adecuado para Onslaught. Con esta formación renovada, la banda viajó a Suecia para trabajar con el productor Daniel Bergstrand (conocido por sus trabajos con Meshuggah, Behemoth, etc.) y dar forma a su séptimo álbum: Generation Antichrist, lanzado en agosto de 2020. El disco mostró a un Onslaught rejuvenecido y sin perder brutalidad: temas como “Religiousuicide” o “Bow Down to the Clowns” rebosan riffs demoledores y velocidad imparable. Garnett demostró estar a la altura, aportando una voz feroz que, si bien diferente de la de Keeler, mantuvo intacto el carácter belicoso del grupo. Generation Antichrist fue bien recibido en la prensa especializada –se le calificó como “puro thrash desatado, digno de la leyenda de la banda”– y confirmó que Onslaught seguía vigente en la nueva década. La triste nota fue el fallecimiento en 2022 de Steve Grimmett (a los 62 años), quien fuera su cantante en 1989: la banda dedicó sentidas palabras en su memoria, cerrando simbólicamente aquel capítulo de su historia.

En la actualidad, Onslaught continúa activo y celebrando su legado. En 2023-2024 han estado de gira conmemorando el 40º aniversario de Power from Hell, incluso interpretando el álbum completo en algunos conciertos especiales. Y en 2025 han lanzado un nuevo trabajo titulado Origins of Aggression, un álbum doble muy particular: en él regrabaron varios temas clásicos de sus primeros discos con la formación actual, y a la vez incluyeron un segundo disco de versiones de las canciones punk y metal que influenciaron su carrera (desde Discharge y Sex Pistols hasta Motörhead y Black Sabbath). Este lanzamiento, mitad retrospectiva mitad tributo, funciona como una crónica auditiva de la evolución de Onslaught, mostrando cómo aquellas ideas embrionarias de los 80 han sido pulidas con los años, sin perder su filo agresivo. Es una forma apropiada de cerrar el círculo: la banda rinde homenaje a sus propias raíces al tiempo que demuestra que, cuarenta años después, su furia sonora permanece intacta.

DISCOGRAFIA COMPLETA DE LA BANDA

Álbumes de estudio

      Power from Hell (1985)
        - The Force (1986)
        - In Search of Sanity (1989)
        - Killing Peace (2007)
        - Sounds of Violence (2011)
        - VI (2013)
        - Generation Antichrist (7 de agosto de 2020)
    - Origins of Aggression (23 de mayo de 2025, doble álbum de re-grabaciones y versiones ya anunciado)

    Directos y DVD oficiales

         Live Polish Assault 2007 (DVD, 2008)
           - Live Damnation (CD + DVD, grabado en Damnation Fest 2008; editado 2009)
           -  Live at the Slaughterhouse (DVD, 2016)

      Recopilaciones

            Shadow of Death (2008; demos 1983-84 remasterizadas)
              - Skullcrusher (10 de mayo de 2024; selección de los cuatro primeros discos más dos demos)

      EP-s y singles destacados

          - Let There Be Rock (EP, versión de AC/DC, 1987)
          -  Let There Be Rock” (single re-grabado, 1989)
          -  Bomber / The Sound of Violence” (split single con Phil Campbell & Tom          Angelripper, 2010)
          - A Perfect Day to Die” (single digital, 8 de marzo de 2019)
          - Religiousuicide” (single/lyric-video, 29 de mayo de 2020)
          - Bow Down to the Clowns” (single y videoclip, 2020)

        Demos (etapa hardcore punk)

        - What Lies Ahead? (1983)
        - Foxhole (1984; previsto como EP nunca editado oficialmente)


        En total: 8 álbumes de estudio, 3 lanzamientos oficiales en directo/DVD, 2 recopilaciones, una serie de EP-s y singles clave y 2 demos que documentan su origen punk antes del salto definitivo al thrash metal.

        Ocho cortes imprescindibles de Onslaught, explicados uno a uno: 

        • “Let There Be Death” – The Force (1986)
          Ocho minutos de crescendo atmosférico que desembocan en pura metralla thrash: la crítica lo señala como la gran joya de The Force y, casi cuatro décadas después, sigue siendo un momento obligado en directo. 

        • “Power from Hell” – Power from Hell (1985)
          El corte que bautizó el debut mezcla D-beat punk y blasfemia proto-death, sentando las bases del sonido extremo británico. Su reciente re-grabación en el recopilatorio Origins of Aggression (2025) confirma su estatus de “piedra fundacional” en el catálogo de la banda. 

        • “Metal Forces” – The Force (1986)
          Medio-tempo demoledor, convertido en himno generacional: las crónicas de Bloodstock 2021 lo describen como “el momento más épico” del set, y las reseñas clásicas ya lo alababan por su potencia sin fisuras. 

        • “Killing Peace” – Killing Peace (2007)
          Tema titular del “comeback” tras 16 años de silencio; las reseñas lo calificaron de “thrash moderno perfecto” y lo situaron como el gran gancho que devolvió a Onslaught al primer plano en la nueva ola del género. 

        • “The Sound of Violence” – Sounds of Violence (2011)
          Ejemplo paradigmático del sonido contemporáneo del grupo: riffs quirúrgicos, estribillo coreable y producción pulida. Críticos lo destacan entre lo mejor del disco, y el álbum superó en ventas a Killing Peace en menos de un año, señal de su impacto comercial. 

        • “Chaos Is King” – VI (2013)
          Abridor furioso: Nige Rockett lo definió como “la canción más agresiva que hemos escrito”, fruto de llevar al límite la velocidad y la precisión en estudio. Se ha convertido en medida de referencia para valorar la brutalidad de la etapa post-2010 de Onslaught. 

        • “Bow Down to the Clowns” – Generation Antichrist (2020)
          Single con videoclip viral; la prensa lo describe como “una descarga salvaje” y el público lo adoptó de inmediato. El álbum entró por primera vez en las listas alemanas (#52) y alcanzó el #40 en la UK Independent Chart, logros poco habituales en el thrash extremo. 

        • “A Perfect Day to Die” – Single 2019 / Generation Antichrist (2020)
          Homenaje explícito a Lemmy: bajo prominente, velocidad punk y coros de estadio. Estrenada en Bloodstock 2018 y saludada por la crítica como un puente perfecto entre VI y la nueva etapa con Dave Garnett al micrófono. 

        Estos ocho temas resumen la evolución de Onslaught desde la crudeza seminal hasta su producción más reciente, mostrando por qué la banda sigue siendo un referente ineludible del thrash británico.

        Legado e influencia de Onslaught

        La trayectoria de Onslaught es, en muchos sentidos, la historia de la perseverancia en la escena thrash metal fuera de los grandes focos. Aunque nunca alcanzaron el estatus masivo de los “cuatro grandes” americanos, su impacto tanto en el Reino Unido como en la evolución del metal extremo es innegable. Onslaught ha sido reconocida como una banda pionera del thrash británico, al punto de ser referida habitualmente como parte de los “cuatro grandes” de su país junto a Sabbat, Xentrix y Acid Reign. En los años 80, cuando el thrash en Gran Bretaña daba sus primeros pasos, Onslaught sirvió de punta de lanza e inspiración: demostró que era posible rivalizar con la agresividad de los grupos americanos y europeos desde la escena inglesa, aportando además ese tinte macabro que prefiguró corrientes más extremas. Su debut Power from Hell dejó una marca profunda en la génesis del black metal y del death/thrash; de hecho, rara vez se discute la primera ola de metal extremo sin mencionar ese disco, cuya influencia se codea con la de las obras seminales de Venom o Sodom.

        A nivel nacional, Onslaught influyó directamente en sus contemporáneos. Bandas británicas coetáneas reconocieron la inspiración de ver a un grupo local llevar el thrash a terrenos tan brutales. Asimismo, en los 90, cuando nuevos subgéneros como el grindcore o el death metal emergieron en Reino Unido (Napalm Death, Bolt Thrower, etc.), el ejemplo temprano de Onslaught quedaba como referencia de actitud y dureza. Si bien estos grupos tomaron rumbos musicales distintos, compartían la filosofía DIY y la ferocidad sin compromisos que Onslaught había abanderado en la década previa.

        En el plano internacional, la influencia de Onslaught ha sido más indirecta pero palpable. Al ser “una de las mejores exportaciones británicas de thrash de los 80”, su nombre circuló en la escena global de tape-trading y revistas underground, inspirando a músicos especialmente en lugares donde el thrash más crudo caló hondo. Ya se mencionó su temprana acogida en Sudamérica –Brasil, en particular–, donde Power from Hell y The Force se convirtieron en discos de cabecera para jóvenes metaleros (es sabido que integrantes de Sepultura y otros actos sudamericanos de los 80 eran entusiastas de ese sonido). En Europa continental, Onslaught fue respetada entre la escena thrash alemana y escandinava; por ejemplo, miembros de bandas como Artillery (Dinamarca) o Holy Moses (Alemania) han citado la influencia de los riffs de Rockett y compañía. Y en épocas más recientes, la nueva ola de thrash revival (años 2000–2010) reivindicó claramente el legado de grupos olvidados como Onslaught: basta escuchar a formaciones modernas –Evile en Reino Unido, Angelus Apatrida en España, por nombrar un par– para notar guiños al estilo de los Bristolianos en sus estructuras y agresividad.

        No obstante, la historia de Onslaught también es aleccionadora sobre las dificultades de trascender del underground. Como apuntaba AllMusic, pese a ser fácilmente uno de los mejores exponentes del thrash británico, Onslaught “no logró escapar de las garras del underground” debido a una serie de contratiempos: cambios constantes de vocalista, decisiones erradas con las discográficas, y la propia naturaleza inflexible de su música y su imaginería (portadas con pentagramas y temáticas anticristianas que ciertamente no eran del agrado del mainstream). Todas estas circunstancias conspiraron para que Onslaught nunca obtuviera la difusión masiva que su talento podría haber merecido. Aun así, es precisamente esa trayectoria errática lo que ha forjado su leyenda: Onslaught es, hasta el día de hoy, una banda de culto, admirada por los entendidos y utilizada como vara de medir de la integridad en el thrash metal. Su música “sigue siendo una favorita feroz en los mosh-pits a través de generaciones”, atestigua una nota biográfica reciente, lo cual es testimonio de la calidad de las canciones que Onslaught ha creado a lo largo de su carrera.

        En suma, Onslaught ocupa un lugar de honor entre los arquitectos del thrash y el metal extremo. Desde los riffes incendiarios y blasfemos de Power from Hell hasta la aplastante modernidad de Generation Antichrist, la banda ha sabido permanecer fiel a un ideal sonoro: el de un metal rápido, agresivo y sin compromisos. Su influencia se siente en la escena británica –de la que son verdaderos estandartes– y su nombre es respetado en el circuito internacional como el de unos guerreros que nunca se rindieron al paso del tiempo. Quizá sus integrantes originales jamás imaginaron, ensayando en 1982, que cuatro décadas después seguirían sobre las tablas, pero aquí están: pioneros, supervivientes y leyendas. Onslaught demuestra que la llama del thrash metal británico sigue viva y que su legado de furia sónica continuará inspirando a nuevas hornadas de metaleros en todo el mundo.



        Referencias:

        • Marta Grimaldi, Metal Hammer España, reseña Origins of Aggression, 2025.

        • Eduardo Rivadavia, AllMusic – Onslaught Biography.

        • Worship Metal, “80s British Thrash: The 5 Greatest Albums” – The Force (1986).

        • Luxi Lahtinen, entrevista con Nige Rockett, The Metal Crypt, 2025.

        • Sargon the Terrible, crítica de In Search of Sanity, The Metal Crypt, 2006.

        • Metal Forces magazine archive, live review (1986). (Cit. en Worship Metal).

        • Comunicado de prensa, Your Mate Bookings (Australia), 2023.

        • Entrevista en video, Blabbermouth, 2012 – declaraciones de N. Rockett sobre S. Grimmett.

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